martes, 2 de octubre de 2018

La enfermedad del domingo


Si esta película de Ramón Salazar no se coló en una sección oficial de Festival europeo clase A, tenemos un problema realmente serio. No digo que esté para ganar Palma, Oso o León de Oro, pero podría batirse en varias categorías y competir con opciones por alguna de ellas. Hay paisaje primorosamente fotografiado, banda sonora exquisita, guión fuerte, interpretaciones de primer nivel (soberbias Susi Sánchez y Bárbara Lennie), dirección brillante.

Apenas dos mujeres que se temen, se añoran, se comprenden, se reconocen, se detestan o se aman, según proceda. En una narración sin desmelenes, sotto voce, para que cuando llegan los momentos escalofriantes lo sean en grado sumo. Diálogos concisos y explosivos donde deben serlo, silencios pensados, miradas que intrigan, descubrimientos graduales y elipsis inteligentes (salvo un par de ellas que apuestan por la solución onírica o el simbolismo hermético, que en el conjunto a mí no terminan de encajarme).

Y todo a ritmo pausado, a fuego lento, demorándose en cada plano lo que la historia necesita, sin que el interés decaiga, sino que crece hasta el desenlace, coherente, armonioso y demoledor.

Una joya al 85% de pureza. Más de lo que pueden decir muchas obras que se pasean por las secciones oficiales. Pero en estas ingratas tierras solemos ser así: consideramos los dramas minimalistas como veneno para la taquilla y a los autores como gente “que va de algo”. Aunque si esta película viniese de Finlandia, Corea del Sur o Irán, seguiría teniendo público en minoría, pero la reputación a salvo. A cada cual su enfermedad y su día de la semana.


No hay comentarios:

Publicar un comentario