martes, 18 de abril de 2023

Cultura embalsamada

 

Leo en un blog vecino (elblogdelcineespanol.com), que “debido a lo bien que está funcionando su estreno limitado en USA, y también a nivel mundial, Warner anuncia que ampliará el número de copias el 18 de julio de Momias en cines en Norteamérica. Esperemos que apuesten por ella a lo grande, más de 1000 copias, y la cifra que acumula allí de 4 millones se multiplique por 10”.

Ojo, que la película lleva recaudados en todo el mundo 40 milloncetes y le queda cuerda. Pero en lo que al mercado USA se refiere, dudo mucho que se cumplan los sueños del bloguero vecino. Para empezar, si entras en filmaffinity, es bastante significativo que las únicas críticas abiertamente negativas, extraídas de la prensa mundial, sean de medios anglosajones (The Guardian y Empire). Y luego, es proverbial la terquedad de la industria norteamericana en ningunear todo lo demás, permitiendo que entre solo a cuentagotas y como algo exótico pero muy muy residual. Aunque lo distribuya una major estadounidense desde su filial extranjera.

La verdad, no entiendo el temor. Porque, al proteccionismo estadounidense y su vocación acaparadora en cuanto cruzan la frontera, se suma el verdadero factor de éxito, el definitivo: ese entreguismo satisfecho de los mercados en los que su cine se mete a saco, con las buenas películas, las simplemente espectaculares y multitud de bodrios disimulados por la estrella de turno (véase El exorcista del Papa, inenarrable).

Pero no hablo ya de las salas comerciales, la mayoría en manos de compañías y fondos que tirando del hilo te llevan fácilmente hasta los “Monopolio bros”. Hablo de cadenas de televisión (empezando por la estatal), de pantallas con menú en autobuses, trenes y aviones, de revistas, de redes sociales… La competencia tiene a todos los hispanohablantes de su parte y, además, encantados de estarlo.

De hecho, la conquista cultural anglosajona, audiovisualmente hablando, es tan abrumadora que hasta en los títulos más potentes del cine infantil producido aquí en España, se suele recurrir a escenarios, temáticas y códigos perfectamente intercambiables con los de USA. Los ejemplos son ingentes: Planet 51, Tadeo Jones, Justin y la espada del valor, Atrapa la bandera, Klaus… Hasta ésta misma de Momias huye de referencias que nos puedan resultar “casposas” tirando de reliquias egipcias y egiptólogos británicos.

Las películas mencionadas como ejemplo son razonablemente buenas, pero si no supiésemos que se hacen aquí, pasarían por gringas. Y las distribuyen las majors, claro. En fin, que Momias haga pasta donde quiera que estrene y que se pierda poca en el camino de vuelta. Con eso hay que conformarse. USA no paga traidores.

lunes, 17 de abril de 2023

Suro

Ya no sé qué es peor: si leer las críticas profesionales antes de ver la película, o leer las de la afición después de haberla visto. Suro, que va sobre una pareja de urbanitas arquitectos mudándose a la masía heredada para restaurarla (ganando un dinero de paso con el bosque de su propiedad), irrita practicando cualquiera de los dos vicios cinéfagos. 

Si lees previamente a los críticos de oficio, te esfuerzas en ver lo que han visto ellos y, por momentos, llegas a creértelo. Incluso a pesar de la evidente falta de escenas justificativas para la evolución de cada personaje (en sus relaciones de poder, en su disparidad de criterio) y otras varias escenas no filmadas: las de humanización y complicidad de quienes forman la cuadrilla y sudan codo con codo arrancando el corcho del arcornocal. Recurrir a perfiles y comportamientos tan burdos como los mostrados en Suro es desconocer por completo el trabajo del campo o sacrificar la realidad a sabiendas, en aras de la crudeza sin matices.

En fin, que esa película "tensa, oscura y muy sólida" que postula Elsa Fernández Santos no existe, es un espejismo visto desde la butaca de otra urbanita. 

Que el "western pleno y feroz" que glosa Luis Martínez brilla por su ausencia (no basta una escopeta para armar un western, Luis). 

Que "la indagación en las contradicciones del capitalismo" apuntada por Pepa Blanes, es un desiderátum de Pepa, un deducir con lo poco que se esboza lo mucho que nos gustaría apareciese reflejado en pantalla. 

Que "la potente parábola sobre la inmigración" que menciona Juan Sardá no puede ser más basiquita y desganada (la infravivienda exclusiva, el porro cómplice, el racista borracho, la paliza vengativa, el rap rebelde... no falta un solo tópico a la cita).

Eso, si nos ponemos profesionales. Yendo a la opinión del aficionado, que también corre por ahí, pixel negro sobre pixel blanco, la multiplicación de la mirada sobre los defectos de esta ópera prima te hacen añorar un mundo sin opinadores, ni de antes ni de después. Y alimentan la duda de dónde y cuándo asesorarte para decidir verla o dejarla pasar.

"Leeeenta" es lo más suave que puede leerse en los comentarios amateurs. Una lentitud desafortunada y molesta en multitud de planos. Bien pudieron sustituir minutos y minutos de miradas estiradísimas, senderismo vacuo y naderías varias por la información escamoteada sobre ellos dos, sobre su proyecto, sus diferencias, sus cambios de perspectiva a medida que transcurre el tiempo en la masía, su relación con el entorno más allá de unos jornaleros pedestres mandados por un cacique irreal. 

Y, ya de paso, filmar un poco de material para dar sentido al recurso del borriquito, coño, que pareciera que lo tenemos que imaginar nosotros todo desde nuestra memoria Disney y el animalismo a la moda.

Al final, me quedo con la sorna de un cinéfilo amigo, centrada en el título de la peli: no ha habido cojones para ponerle otro que Suro, debió llamarse Esta masía es una ruina

Pues eso.

jueves, 13 de abril de 2023

Doblete de Fritz Lang

 

Para recuperarme de los exorcismos papales en los que chapoteé durante la Semana Santa, decidí regresar al siglo XX, mediados, y a Lang. Lo hice buceando en una plataforma, en la que di con Más allá de la duda y Mientras Nueva York duerme, ambas vehículo para Dana Andrews en los años cincuenta, cuando Fritz estaba a punto de dejar la industria de Hollywood.

Antes de nada: ¡qué fotografía! Qué frescura, qué manejo del blanco y negro más ajustado al ambiente de la narración. Todo falso, nítido e impecable. Al servicio de guiones precisos y diáfanos, incluso en sus trampas.

Más allá de la duda tiene una estupenda premisa para contar un caso de asesinato (colocar pistas incriminatorias en vez de ocultarlas), y una causa al fondo por la que el film no se decanta, ni a favor ni en contra. Lang cuenta lo justo y a toda marcha, quizá para evitar que pensemos en dos grandes fallas de guión que en una película de Netflix no importarían, pero sí en un clásico como éste. Sin entrar en demasiado detalle, hay un silencio impensable por parte de los conspiradores y una revelación última que hace bastante inverosímil casi todo el comportamiento previo de Andrews. Una lástima, porque sólo con asignarle la iniciativa al personaje adecuado se hubiesen resuelto de sobra esos puntos débiles.

He aquí, por ello, una narración que encajaría perfectamente en los parámetros de hoy, en cuanto a credibilidad del conjunto. En la actualidad, se limitarían a disfrazarla con un mayor aparataje técnico y escenográfico, color y actores a la moda. Despojándola así, por cierto, de todo su encanto Lang.

Mientras Nueva York duerme es otra cosa. También la prensa está metida en el ajo y Dana Andrews protagoniza el lío. Pero en ésta apenas rechina una coincidencia domiciliaria, supongo que impuesta por costes de los decorados.

En cambio, está magníficamente armada la trenza entre el caso criminal y la competición de periodistas para dar con el culpable y apuntarse el tanto ante el gran potentado de los medios.

Mi desconcierto en este clásico indiscutible fue otro: descubrir que, con el paso del tiempo, la percepción que tengo del ritmo ha ido cambiando de forma notable. Ahora, detecto falta de agilidad en planos de películas que antes me parecían transcurrir a la velocidad adecuada. Lentitud donde no la había.

Va a ser cosa del exceso de smartphone, donde se esconde el maligno. Yo creo que El exorcista del papa 2 podía ir por ahí.

miércoles, 12 de abril de 2023

Feliz cumpleaños de Oscar

Se cumplieron ayer 40 años de un Oscar. 

De ese Oscar. El de Volver a empezar.

Como por estos lares somos así, frente a semejante hito (primer Oscar para España a la mejor película extranjera), el común se quedó con la mala pronunciación inglesa del afortunado al subir a recogerlo.

Ya dijo Fernán Gómez que, en este país, lo más pernicioso no era la envidia, sino el desprecio.

Enhorabuena, José Luis Garci. 

Mereciste recoger alguno más, pero eso lo dejaremos para otro día, en la sección de "Las guerras perdidas".

martes, 11 de abril de 2023

El exorcista del Papa

Todo es delirante aquí: desde la Segovia castellana a un paso dronero de la costa, pasando por el castillo irlandés que hace de abadía de la Inquisición española o el capellán con botafumeiro paseando antesalas administrativas del Vaticano, hasta el exorcista yendo de Roma a “Segovia” en un garbeo de Vespa.

Es tal la cantidad de despropósitos que acumula la película en sus primeros diez minutos que incluso parece posible que sean intencionados. Yo creo que no. Simplemente, la industria anglosajona de géneros desgastados por el cliché no da para más. Si acaso, para contratar a un actor carismático antaño estrella de cine. Crowe, hombre-de-dios, lo mío viendo este bodrio es injustificable, pero lo tuyo aceptando protagonizarlo tiene que haber sido al menos provechoso. Como sigas así, vas a ir al infierno.

Cito a The Guardian, para no aburrirme más aún que viéndola: "Seguimos teniendo estrellas, aunque las películas que las rodean sean cada vez más insignificantes y estúpidas”.

Pues eso. Qué puedo decir, Satán nos poseyó ante la ventanilla del cine.

lunes, 10 de abril de 2023

lunes, 3 de abril de 2023

Nomadland

En tiempos lejanos, se hacían cosas como Las uvas de la ira, de Ford, Los olvidados, de Buñuel, Umberto D, de De Sica o El salario del miedo, de Clouzot. Ese era el nivel para hablarnos del vagabundeo atizado por las crisis o de la miseria endémica, de la lacra de la precariedad, de los trabajos de mierda, del envejecimiento en solitario abocado a la pobreza, de las resignaciones desesperadas, de seguir a toda costa. 

Se hacía además sin bandas sonoras melancólicas que dan lirismo al desierto surcado por vehículos destartalados, sin recurrir a planos que acentúen la potencia estética de la desolación. Pero ahora, en plan "social", se premian esta clase de películas, diseñadas para lectores de El País de las Tentaciones, como Nomadland. Podrá decirse que la película de Chloé Zoé habla de otros asuntos, como el nomadeo autosatisfecho de gentes que son carne de documental de Netflix, antes que de la gran pantalla adulta. Yo creo que, simplemente, equivoca el enfoque. 

Tiene, eso sí, a Frances McDormand en el papel más fácil de su carrera. Sólo ha tenido que cortarse el pelo, llevar cara lavada que no disimule la edad y ropa de "loser mid-west". Frances cuenta con una mirada inteligente y una boca de pesadumbre, con los que transmite tormento interior sin parpadear ni soltar una lágrima. Sobran recursos de actriz para lo que aquí le toca.

En los tiempos recientes, como película de estrella con texto y pruebas de vida ante sí, apenas recuerdo Dos días, una noche de los Dardenne y El luchador de Aronofsky, tocando hueso en la dura realidad de quien lo está perdiendo todo, cada cual a su manera. 

Ahora, una década después de éstas (y siete después de aquellas), para retratar a un infeliz sin ahorrarnos injusticias, y hacerlo con pasta, producen Joker. A lo mejor por eso la directora de Nomadland se ha pasado al género.