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jueves, 14 de agosto de 2025

El terror malentendido

Vendidas por tierra, mar, aire y vibraciones paranormales como los dos fenómenos terroríficos de la temporada, la verdad es que empieza a dar miedo lo que la crítica (¿pagada?), la promoción y el público consideran nuevo, original o paradigmático del género que sea. 

Una se estrenó con razonable éxito en salas, continúo su ascenso en plataformas y anda vendiendo su versión satinada de Blu Ray (¿aún se vende eso, es ya una actitud hipster o vintage tener blue ray?). Se trata de

Sinners

Una película a la que le sobra precisamente eso, el terror. Que tiene una idea social magnífica: la sufriente comunidad negra del Sur también necesita lugares de ocio en los que cantar, bailar, beber y achucharse. 

Su galería de personajes y actores interpretándolos es más que notable. La ambientación, las localizaciones, la fotografía, van a favor de época, ambiente y veracidad. Y lo más relevante de todo: cuenta con una prodigiosa banda sonora que homenajea al primer blues. Hasta el número musical más atrevido que se despliega en el granero fiestero, recorriendo el alma negra de todas las músicas habidas y por haber resulta logrado, potente, pura sofisticación afro.

Pero alguien en la productora debió decir "¿a quién le importa otra película de la negritud, de esas con negros de Mississippi que de espaldas al desprecio blanco rebosan alegría de vivir?". O sea: ¿qué son esas trilladas minucias de cara a la taquilla pudiendo poner vampiros en el cóctel, aprovechando que los gemelos protagonistas vienen de Chicago y pueden volar cabezas con sus pistolas?

Un ejecutivo de Estudio muy estupendo (o el director o el guionista, que ya a cualquiera del engranaje se le puede ir la pera), pensó que vampiros y blues, granero con música a modo de proto-discoteca pre-motown y esa especie de Abierto hasta el amanecer sin Salma iba a ser una combinación muy cañera. 

Pues, la verdad, para terror musical talentoso ya tuvimos el Thriller de Michael Jackson. Bien luchado, Ryan Coogler, a pesar del error auguro una segunda parte.

Como harán segunda de lo que han perpetrado para el verano, fenómeno en USA (o eso dicen), comidilla en redes sobre significaciones de esto y aquello, supuesto nuevo paradigma del terror gringo. Un mierdo que no hay por dónde coger.

Weapons

Se entiende que el terror demanda un extra de suspensión de la realidad, pero el bueno no toma las decisiones a capricho, siempre se esconde un motivo en las proximidades para que suceda lo que sucede.

En cambio aquí Zach Cregger (director y guionista en uno y se nota) está tan preocupado de armarnos un mecano de personajes que se relacionen entre sí y con la historia, repitiendo los momentos de conexión desde distintos puntos de vista, que se olvida de lo mas básico: la historia misma y en especial su sentido, por muy maléfico que lo pintes.

La lista de incongruencias, estupideces y decisiones a capricho da la vuelta al pueblo varias veces con los bracitos hacia atrás, por no hablar de cuántas historias entrelazadas sobran (la del policía y su mujer ovulando, para empezar). 

El humor y la sangre aparecen de modo aleatorio y generan reacciones no previstas. Vamos, que te ríes cuando no debes, lo que en este género es letal (para el género mismo). El comportamiento (y las compras alimentarias) del niño y de ese hogar que nadie de la policía vigila no tiene un pase. Lo del ictus es un descacharre. Las apariciones oníricas o boscosas de la villana se reparten por que sí. Las puertas cerradas o entreabiertas se desperdician sin parar. Y así  todo. 

Un despropósito que se supone original por ese pálido reflejo de Rashomon en la estructura que no conduce a ninguna parte.  

Y así vamos, manteniendo encendida la llama sagrada del cine de género estadounidense con desparpajo y marketing. Mientras, lo demás queda arrumbado en plataformas con sección "otras cinematografías", que ocupa el mismo espacio preminente que los poetas en las librerías.

Vamos para bingo.

Los AI-goritmos que vienen

Tenemos un problema, que antes podríamos considerar “manriqueño” (cualquier cine pasado fue mejor) y que ahora se llama guiones IA.

Que los guionistas me perdonen si estoy despreciando un trabajo que les ha llevado semanas (¿días…?), pero vengo observando que aterrizan en Netflix cosas cuyo libreto huele a barrido online de lo ya hecho, para construir en microsegundos historias mil veces contadas, atiborradísimas de todas las frases tópicas, situaciones previsibles y emociones testadas que imaginarse puedan. Vamos, que no se imaginan ni falta que hace: se fusilan combinadas por un motor artificial capaz de darles coherencia estándar, hablemos de espionaje en pareja o de romanticismo académico.

En 2024 me topé con El sindicato, un cliché escandalosamente prefabricado que ponía a Hale Berry a demostrarnos que sigue estando crujiente con más de cincuenta (la interpretación de ese papel de espía de baratillo no requiere ni una pizca de su indiscutible talento). En la peli salía también Mark Wahlberg, otro actor que ha demostrado su talento en varias ocasiones, pero nunca se ha caracterizado por hacerle ascos a un producto de lata.

La historia, mil veces vista, daba sonrojo también al oírla: no desperdiciaba una sola frase hecha. Ya digo, como si los guionistas (un tal Barton que colecciona varios títulos anteriores perfectamente olvidables y un tal Guggenheim que firmó en tiempos Bad Boys 2 y cosas del estilo), hubieran metido cuatro líneas marco en el Chat GPT y a ver qué sale: “¡Coño, pues como lo nuestro! ¡y en menos tiempo del que tarda en subir el café! ¿eh, Joe?”

La banda sonora de El sindicato pinta a que procede del mismo artista, por cierto.

Y luego tenemos la romántica Mi año en Oxford, de este mismo año en curso, el enésimo fenómeno Netflix que la red promociona en este momento como la película “de la que todo el mundo habla”, “que todos ya han visto” (al menos dos veces, añadiría yo para provocar), “que ninguna otra puede desbancar del número 1 en la plataforma” … En fin, esa clase de reclamos de mierda repartidos por la red, que a estas alturas no necesitan ni comprobación ni nada.

¡Con la cantidad de abogados estadounidenses que antes litigaban indemnizaciones millonarias para usuarios defraudados por las mentiras de las súper-empresas! O los picapleitos se han pasado al fentanilo, o cobran por adelantado, o están perdiendo una oportunidad de oro. 

¡Qué película la de la chica norteamericana en Oxford!, ¡qué encuentro con el profe ligón!, ¡qué acercamiento a la poesía inglesa!, ¡qué british clasista en el pub!, ¡qué compañero gay tan guay!, ¡qué amiga poco-agraciada-pero-simpatiquísima, enamorada del que no se entera! (hasta que convenga, of course), ¡qué padre autoritario al que decepcionar!

En fin, la película es otro festival de tópicos que ha necesitado hasta cuatro guionistas, de la que solo sé real la que en su día escribió Otoño en Nueva York, aquella cosa tremenda de Richard Gere y Winona Ryder. Pues a lo mejor, ahora que lo pienso, hasta va a resultar que Mi año en Oxford tiene un guion de verdad y uno se siente ya acosado por la IA sin que ésta intervenga en todo. Pero lo parece.

Es más, estoy empezando a preguntarme qué escribiría Chat GPT si le dijese ahora mismo: “hazme una entrada de blog sobre la IA en los guiones de Netflix y ponme ejemplos”

¿Saldría esto?

lunes, 28 de julio de 2025

Un like para Bob Trevino


No sé qué trece premios (o mejor, qué trece festivales) le ha dado el público, pero ese es para mí uno de los galardones más confiables. Si se da en los Festivales ampulosos, porque se vota bocanada de cine fresco. Y si se da en Festivales de cine facilín, porque el público detecta algo más en la cinta.

Este es el caso, una dramedia o como se diga donde hay mucho más de drama que de comedia, donde varios personajes con la vida rota (incluso el hijoputa de la función), tratan de recomponerse y seguir adelante.

Es difícil hablar de Bob y de quién le da a los likes sin reventar la película, que nada inventa en lo formal (podría pasar por indie noventera en eso), pero que se lanza a tumba abierta a algunas escenas realmente desgarradoras de bondad, tristeza, desolación o esperanza. Sale airosa de cada una de ellas gracias a sus actores, entre los que brillan y maravillan John Legizamo y Barbie Ferrerira, en dos papeles de una hondura y lucimiento que difícilmente repetirán.

Muy bien por ellos. Mil likes, cojones. 

Misión Imposible 8 (o Sentencia Final o ya veremos)

Se me olvidaba, pero es que la estrenaron cuando estábamos cerrados por defunción y vacaciones. 

No importa que la critiquemos a estas alturas del verano, puede que ya no esté en cartelera, pero eso aquí ha importado siempre poco, pues lo imposible de nuestra misión es triunfar ("¿un blog, tío, todavía existe esa mierda? ¡por Dios...!")

Tom Cruise nunca ha escrito blogs, pero tampoco se ha metido a superhéroe. Para qué, tenía a Ethan y su superpoder cochino: correr para aquí, correr para allá, pegar duro, seguir instrucciones por el pinganillo, tener su propio "Q" negro y tecnólogo, contar con alguna chica mala dispuesta a pasarse al bien encubierto, algún malvado poniendo al mundo en jaque... En fin, la saga. Su saga.

Ésta es más de lo mismo salvo por una razón: se sabe (o se vende como) episodio final y definitivo. Eso implica algunos vicios que lastran lo que una Misión imposible tiene de pelotudo. A saber, la suspensión de la realidad ante un mundo al limite, una solución acrobática (ese salto marca de la casa) y una intriga de poca enjundia tratada a toda prisa para que funcione. Pero en la octava entrega se empeñan en repescar todo lo que la saga tuvo, sus personajes, sus muertos, sus misiones preparatorias de ésta... vaya, hacer balance y que nos cuadre.

Puede que lo haga en caja, pero yo no necesito volver a ver a quienes murieron por Ethan antes de la sentencia final, ni cuántos malvados eran en realidad fichas de un mismo dominó derrumbándose hacia el corazón del atlántico norte.

Resumiendo: lo del submarino es espectacular, lo de la asesina operando francamente ingenioso (ahí la saga vuelve a ser lo que la hizo grande), Angela Basset se pasó en el último planchado y el epílogo del final no huele a final. 

Veremos cómo va la caja de la franquicia y de Tom. Si es que no se nos convierte en superhéroe, Dios no lo quiera.   

lunes, 14 de julio de 2025

Los franceses y la muerte

De pronto los franceses, en medio del carajal por el que parece deslizarse su Quinta República, zarandeada por el desguace de un Estado de Bienestar elefantiásico, la culpa colonial traducida en  radicalización de barrios enteros, un envejecimiento evidente de los parisinos patanegra y una lucha de clases nunca resuelta, parece que ha tomado conciencia de su fragilidad. De un tiempo a esta parte le salen los miedos más humanos en pantalla, hasta trata las cosas de la enfermedad o la pérdida y sus burlas en ambas direcciones, produciendo buen cine sobre viejos, enfermos y muertos. 

He aquí dos muestras de la tendencia, una del casi septagenario Emmanuel Courcol y otra del veteranísimo Costa Gavras. 


Por todo lo alto, estrenada por Courcol en 2024, es un título inclasificable que parte de una premisa casi de comedia: el encuentro entre dos hermanos que no se conocen de nada hasta que uno tiene que donarle médula al otro. Luego, la narración coquetea con lo social, poniendo claro que unas cualidades similares pueden florecer más o menos con ayuda del entorno de crianza, la capacidad adquisitiva disponible para estudiar o no, la agenda de papá y de mamá. Poco a poco, la película deriva hacia el drama, porque cada hermano lleva lo suyo a cuestas, chocan, se desdicen, se recomponen y quizá hasta mueren.

Por todo lo alto es una película interesante, aunque irregular, en la que empatizas a tirones con los personajes. Creo que se dificulta más si no eres un galo familiarizado con sus intérpretes. Paradójicamente, es más sencillo en España hacerlo con Matt Damon, Brad Pitt, Morgan Freeman o Scarlett Johansson, que con Benjamin Lavernhe y Pierre Lottin (¿os suenan? pues eso). Sentimos más próximos a los estadounidenses que a los del país vecino, porque los tratamos con mayor frecuencia. Veremos si los aranceles se aplican al cine.

De momento, es más improbable la inmortalidad de esos directores de orquesta, que la de un piloto de pruebas, un espía internacional o una gata ladrona. Pero si alguien se ha ganado aquí la eternidad  es Charles Aznavour, que con la bella canción Emmenez-moi le pone alma y música a un momento de la película que se sabe emocionante, pero que el director no quiere climax. Lo es más que el desenlace musical en alto, porque en esto de la vida y la muerte todo puede pasar.

El último suspiro es otra cosa. Costantin Costa-Gavras tiene más de noventa, como Eastwoood y lo ha hecho todo. Su película parece un documental con grandes actores haciendo de médicos y pacientes. Atesora unos diálogos de una profundidad difícilmente alcanzable en los tiempos que corren. Casi suenan artificiales de tan buenos, es un grandioso ensayo -si este género literario se puede aplicar a la pantalla- sobre la medicina paliativa, el acompañamiento final de los pacientes terminales, la necesidad de saber cuándo la lucha debe abandonarse, la libertad de elección, la asunción del dolor por los familiares del que muere. 

La conversación sobre las distintas ideas acerca del después de la muerte, con o sin eternidad, es para enmarcar. Toda una lección de cómo puede llevarse al terreno de la sencillez, a lo cotidiano, casi a lo cómico, un encuentro especulativo lleno de densidad y conceptos complejos, entre una tranquila agonizante y un intelectual aterrado. 

Almodóvar, hijo predilecto de Francia, debería sonrojarse viendo esta película del griego (también guionista, también "adoptado" por los franceses), que encierra más enjundia en cinco minutos de hospitales que toda La habitación de al lado con sus actrices anglosajonas en interiores de austero relumbrón. Y eso que Julianne Moore y Tilda Swinton nos son más familiares por lo mismo de antes.

Curiosamente, quizá por esa condición de ensayo filmado, a mí la única historia que me rechinó un poco en la de Gavras fue la que encarna Angela Molina, a quien le conozco los trucos, como a Tilda y Julianne. Hubiera preferido en este caso no conectar para creerla mejor. No le rechinaba en cambio a mi mujer, que desconociendo a la actriz española consideró "su último suspiro" como el más dulce de esta película. Una rara maravilla sobre la vida de la muerte antes que la muerte en vida.

viernes, 11 de julio de 2025

Una quinta portuguesa


De Avelina Prat había visto Vasil, que me sorprendió gratamente. Ésta es mejor. Sigue tratando los sentimientos entre pocos personajes bien escogidos y el tema de lo que significa ser extranjero de algo, pertenecer o no, sentirse parte. 

Aquí todo es menos explícito o quizá lo parece, porque el primero que se va a un país que no es el suyo es el protagonista español a Portugal. ¡Qué bien fotografía Portugal siempre, ya que estamos! Hay una luz serena que se agarra a paisajes rústicos con encanto especial, melancolía, cotidianeidad, confidencia, vida.

Manolo Solo está como siempre, todo precisión en un papel difícil que va del asombro al derrumbamiento, del vagabundeo a la curiosidad, del cariño a la intriga. María de Medeiros está elegante y delicada, señorial y triste, simpática y evocadora. Y luego, cuando todo parece  dicho y hecho, irrumpe Branka Katic, en el papel más expuesto, para el giro de guion donde todo se decide y ella lo clava con una frescura centroeuropea auténtica, una honestidad ambigua, un hacerse querer desde lo mínimo.

Todo a un ritmo sosegado que hay a quien le parece lento, incluso muy lento, pero que a mí me resultó el adecuado. Si algo me molestó fue precisamente el corte que revela un salto del tiempo mayor que el de cualquier elipsis. Un tiempo del que querrías saber más: qué otras historias contaría la señora en la copa del porche, qué vida tiene su cocinera cantante al marcharse cada tarde, qué otros árboles plantó Fernando durante ese tiempo sin que se secaran...

Por que esa Quinta, una vez cartografiada, es como para quedarse a replantar indefinidamente.

miércoles, 9 de julio de 2025

Saben aquell


David Trueba me parece un privilegiado que ha sabido sacar provecho a ser hermano de Fernando, dicho sea en el buen sentido del provecho, que está la cosa como para confundir los términos en esto de los lazos de sangre. A mí, a veces, me ha pasado con ellos como con los hermanos Scott, el mayor Ridley y el menor Tony, que hubo momentos en que a Tony le apodaban "el hermano listo de Ridley".

David tuvo, claro, la suerte de codearse con Azcona y Fernán Gómez, de los que aprendió lo necesario para ser un autor solvente, pero no genial. Como guionista, en equipo lo ha sido mejor que en solitario. Como escritor, Cuatro amigos sigue siendo una novela excelente de las que tienen buen envejecer y que ha tenido el buen juicio de no llevar a pantalla. En la tele hizo una serie muy maja, ¿Qué fue de Jorge Sanz?, y en el cine le han salido películas mejores y peores, aunque ninguna redonda. Hasta ahora.

Saben aquell es de lejos su mejor película. No sé si resulta realista tanta lengua catalana por doquier, charnegos, clases populares o adineradas, niños en edad escolar... y todo antes de muerto Franco. O si resulta que había una Cataluña oficial y otra a pie de calle (vamos, más o menos como ahora), o si hemos recargado los signos identitarios por recabar la correspondiente subvención para el proyecto. En cualquier caso, bellísimas las canciones catalanas interpretadas por la mujer de Eugenio, para la ocasión la fascinante Carolina Yuste, una actriz camaleónica como pocas. 

David Verdaguer, quien interpreta al protagonista, es otro que tal baila. Cantar no, pero su creación de Eugenio es pasmosa, en lo físico, en lo verbal y en su trastienda, de la que se muestra lo justo para que la película no sufra cambios de tono desaconsejables. 

En mi consejo de críticos, que se reúne un par de veces al año alrededor de cervezas y gin tonics, solemos calificar a David Trueba como un cineasta blandito. ¿Recordáis "el hombre blandengue" del Fary? Pues como que David Trueba es uno de los máximos y más talentosos representantes de la "Cultura blandengue". 

Paradójicamente, esto juega a favor en Saben aquell. Preciosa película.

lunes, 7 de julio de 2025

F1, la película


Jerry Bruckheimer, ya "viudo" de Don Simpson, con quien produjo en los ochenta y los noventa unos taquillazos de escalofrío, se defiende bien sólo. Desde 1996, año en que su colega enterró el pico por cosas de vicios acelerantes, Jerry no ha parado de escoger proyectos con la calculadora en la mano, la espectacularidad en el ojo y la testosterona en el altar. 

De esta filosofía (es un decir), han salido estruendosos taquillazos como Armageddon, Pearl Harbor, la saga Piratas del Caribe, la saga Dos policías rebeldes, la saga La búsqueda (búsquedas lleva solo dos, pero denle tiempo) y así sucesivamente.

Hace un par de años tuvo una reunión de esas que todos querríamos ver por un agujerito y en ella debió soltar: "Pongamos a Brad Pitt en la Fórmula 1. Ellas irán por Brad y nosotros por los carracos. ¿Tenéis una idea mejor?" 

No la tenían. Así que bajada de bandera blanquinegra para el taquillazo del verano que tocase, por ejemplo éste. F1 es una película ultra-cliché, pasmosamente entretenida, en la que Brad hace del norteamericano solitario que no reconoce autoridad alguna. Pero no importa, porque es el mejor entre los mejores pilotos de cualquier circuito, aunque el joven aspirante a la gloria no lo tome en serio hasta que le conviene a la película. Naturalmente, hay también por allí una ingeniera de prototipos molona, que le pone ojitos a Brad. Y un jefe de equipo tan encabronado como si fuese comisario de policía (sólo le falta ser negro, pero esa cuota la cubría el aspirante).

Produce Lewis Hamilton y salen cuantos compiten en los circuitos de verdad. Algo así como los cameos de las de Santiago Segura, pero aquí sin hablar ni hacer el zafio. Por cierto, solo la última de Segura ha superado en taquilla a ésta. País atípico, el nuestro. 

lunes, 13 de enero de 2025

España - Argentina


PUNTOS SUSPENSIVOS

Un juego criminal con antecedentes muy ilustres y más logrados (Caine es mucho Caine), pero bien contado, sostenido y resuelto. Va de escritores de misterio apostándolo todo al negro, por el éxito o por la gloria. 

Aquí hay gato, ratón y hasta cascabel. 

Muy bien Peretti y Coronado, aunque ya pasó el tiempo en el que el reparto tiraba de los espectadores para ir al cine a ver una película tan poco espectacular, aunque sí inteligente, juguetona y perversa a su manera. 



COMPETENCIA OFICIAL

Antonio Banderas y Oscar Martínez hacen de las suyas, satirizando sus tics más conocidos. Banderas el actor con éxito en Hollywood que presume de frivolidad y una técnica casi limitada a la fotogenia, frente a un argentino de manual, muy metódico (o metodista), artista de la soberbia y maestro de maestros. 

A ese cóctel se le añade Penélope Cruz haciendo de directora de cine egocéntrica y cabrona, muy bien por cierto, sin parodiar su imagen, huyendo de ella.
 
El carrusel de delirantes ensayos de un guion para la próxima película de los tres tiene interés, distinción estética y algunos momentos de puro descacharre. Hasta se permite ignorar la partitura que le calzarían los gringos a esta competencia.
 
Siempre he pensado que España y Argentina hacían buena pareja, aunque alguien acabe por salir perdiendo o con los pies por delante.

domingo, 29 de diciembre de 2024

Nosferatu

Drácula, con el nombre que figura en su pasaporte alemán, es un cien por cien de monstruo y un cero por cien de dandi. Pero ¡oh, novedad! esta vez luce bigotón.

O como dijo el amigo Gonzalo al salir: "hemos visto la última mierda de la temporada". 

Feliz Año Nuevo y mejor. 

domingo, 8 de diciembre de 2024

Una vida no tan simple


Una película excelente que te habla de las aspiraciones truncadas por la vida en su faceta más previsible y por eso mismo más inesperada: maternidad y paternidad, corre corre para llegar al colegio por las mañanas, parque, cero sexo, suegro sieso, antiguo jefe al que no quieres ver, el éxito precoz que enseguida decae, las mierdas de la vida que no es tan simple como parecía.

Muy bien todo el reparto, la dirección (que sabe convertir la arquitectura de la ciudad en un personaje y las patinadoras en un hilo conductor), la música y especialmente el guion, que deslumbra sin tregua. Sobre todo en los momentos confesión, en la escena de búsqueda en redes de quienes han avanzado en su vida, del favor que vas a pedir y ya le han concedido a otro. 

Excelente película que no recaudaría más de 200.000 euros en salas, porque estas cosas de la vida no tan simple, en fin, la vida real, parecen ser menos atractivas que un ataque zombie, un post-apocalipsis, un superpoder, un asesino en serie... lo que nos evade mientras la lámpara de los niños puede tener encima alguna prenda que se ponga a arder en cualquier momento.  

El Peter pan, que se estrella o piensa que lo va a hacer cuando tiene dos hijos al cargo. Cinco lobitos para tíos. 

lunes, 2 de diciembre de 2024

Noche de bodas

 

Una gamberrada gore muy británica, hecha para más coña en Canadá por 2 directores estadounidenses. 

Con laberíntica, exquisita y espeluznante mansión de ricos rancios de oscura fortuna como tablero de juego. Con un ramillete tradicional de jugadores: el novio predestinado, un padre terrible y cobardón, su primogénito borrachín, el cuñado imbécil, la metepatas (y mete flechas) del clan, la arribista diabólica, la madre tarántula, la conversa sádica, los niños traviesillos, el mayordomo hijoputa, las sirvientas prescindibles.

Lugar y jugadores conforman un nuevo vistazo (tan corrosivo como los que le precedieron), a los mitos anglosajones relacionados con la codicia, el sexismo, el clasismo y el satanismo que tanto les luce en familia, especialmente cuando se adornan socarrones con la canana de balas para elefante del bisabuelo.

La novia es Samara Weaving, que nos angustia, nos divierte y nos horroriza según toca, para acabar cubierta de vísceras, haciendo una declaración que lo resume todo. 

El "estilo inglés", aun si es adoptado, viste el terror nupcial y cómico como ninguno. Si quieres terror "a la americana", apúntate a una acampada o a una luna de miel.

lunes, 25 de noviembre de 2024

Jurado número 2

Clint ha visto por fin en pantalla lo que nadie se atrevió a decirle mientras rodaba y protagonizaba Cry Macho: que su condición de estrella (actoral) ya pertenece a la historia del séptimo arte, no al cine de estreno.

Bueno, tampoco tiene de qué quejarse: los protagónicos le duraron hasta Mula en 2018 (¡con 88 años!). Incluso el gruñón ojeador de béisbol que se está quedando ciego y hace mofa de su decrepitud funcionaba en Golpe de efecto, ya con 82. De hecho, la aventura romántica Amy-Justin en aquella película menor se dejaba ver porque Clint hacía de padre de ella. 

Con 94, esta leyenda viva ha decido dirigir sin aparecer en escena (ni como juez, que era el único papel posible para Eastwood en El jurado número 2). Sabia decisión, viejo amigo. La película funciona espectacularmente sin necesidad de ver a Clint en pantalla. Es una intriga judicial magnífica, con un reparto muy inspirado y un grandioso final. 

Hasta los guiños a títulos mayores de épocas doradas (12 hombres sin piedad, Yo confieso), le sientan bien al guion, que lleva a su terreno cualquiera de las ideas ya utilizadas en aquellos clásicos. Y que tiene en la dirección del viejo Eastwood una garantía absoluta de elegancia y fluidez sin adornos. Como dice un amigo mío: Clint ya deja la película "en el hueso". ¡Pero qué hueso!

No sé si está preparando otra, porque Warner ha sido muy cicatera en su estreno, promoción y mantenimiento en salas. Cualquiera sabe a estas alturas, pero aún puede dar la sorpresa en los Oscars y decirle al Estudio lo que ha dejado en la cuneta. A lo mejor Warner pensaba que era un ciervo. Y es nada menos que Clint Eastwood, el grande, llamando una vez más a su puerta.

 

martes, 19 de noviembre de 2024

Justicia Artifical

Tiene un plus esta película de Simón Casal, al abordar algo de temática tan distinta a las que suele nuestro cine. Justicia Artificial está fuera del cine de época, de la comedia cañí, del policiaco desabrido y la animación copista.

De pronto, una película española – moderadamente futurista y con intriga criminal como armazón- ofrece verdadera enjundia, dilemas morales, debate público y claridad expositiva para desarrollar esa trama quizá demasiado convencional, pero con premisa revolucionaria:

Justicia algorítmica fría y rapidísima frente a justica humana, con sus virtudes y demoras. Multinacional (con tarifas a la carta para según qué), frente al tercer poder abrumado de casos y también corruptible. La supuesta infalibilidad del algoritmo (que ya sabemos todos que no es tal), frente al sesgado pero humano diagnóstico de una persona profesionalizada en leyes, jurisprudencia y mentirosos de banquillo.  

Como thriller cifi, Justicia Artificial funciona maravillosamente en sus dos primeros tercios y se atropella un poco en el último. Tiene a huevo un giro final a lo Shyamalan (al que supongo renuncia por simple coherencia), pero apuesta como debe ser en estos casos por un desenlace mezcla de pesimismo y esperanza.

En una atmósfera milímetrada para funcionar (Gatacca gallega), Verónica Echegui cumple, algo envarada en su interpretación de esa juez autoexigente y emocionalmente esquiva. Los demás lo clavan en roles más confortables. Incluyendo el de Alberto Ammann, que sigue sorprendiendo en la construcción de una carrera fascinante, nada artificial. 


sábado, 9 de noviembre de 2024

Anora

 

Anora ganó la Palma de Oro en el último Festival de Cannes.

A estas alturas, las decisiones de los jurados festivaleros clase A son tan engañosas como el algoritmo. En fin, que no es para tanto, con lo que han sido las Palmas durante décadas y lo que van siendo de un tiempo a esta parte.

Ojo: a mí, que no seré jurado de Cannes jamás, Anora me gustó mucho, por una parte. Por otra, no tanto. Cuenta con interpretaciones portentosas y una premisa golosísima: darle la vuelta al calcetín de Pretty Woman, que naturalmente está sudado y con tomates.

El principal inconveniente que le veo a Anora es un mal que no le corresponde en exclusiva: ¿por qué demonios el estándar comercial norteamericano actual, hasta en el "indie", es llegar a las 2 horas 15, o rebasarlas? Esta película ganaría en una versión más breve, en la que el “autor” Sean Baker (director-guionista) no engatusase al productor (ah, espera, que también es Sean Baker). 

Porque Sean en Anora abunda en la idea muy estadounidense de que lo más europeo consiste en incluir escenas o prolongaciones insustanciales. Como que eso le diese a las películas un toque más desaliñado y realista. Cuando el gran valor del cine norteamericano fue (al menos en tiempos), su capacidad para la concreción, el ir al grano durante todo el metraje.

Bueno, digresiones (europeas) aparte: un buen "indie" y ya. Con unos cuantos personajes muy convincentes y  curiosos, en especial el más inesperado.

sábado, 2 de noviembre de 2024

Casa en llamas

Astutamente, la decisión de guion más extrema de Casa en llamas se toma al principio. 

Parece una lección aprendida del gran Alfred, que incorporaba la violencia en el primer tramo, de modo que el resto del film, hasta casi su desenlace, lo presidiera la tensión por cuándo tendría lugar el nuevo estallido, del que los personajes se han demostrado capaces y hasta proclives.

Aquí tenemos a una madre extrema, que ha movido todos los resortes para reunir en la casa de verano a los que le importan. Nada le impedirá celebrar ese encuentro: NADA. La actriz que la encarna, Emma Vilarasau, está impecable e implacable.

En dicha reunión se añaden parejas de los hijos (marido harto, novia de tanteo), la nueva del padre (interesante personaje, el de Clara Segura), pero básicamente esto es un exorcismo privado que airea las carencias de una familia pija y catalana, el combinado ideal para la sátira. 

El padre parece originario de otro lugar de España, a juzgar por el uso solo puntual de la lengua en la que se expresan los demás casi todo el tiempo. No importa, Alberto San Juan es un especialista en esta clase de papeles de tipo detestable que hace sonreír con sus aspavientos y victimismos. 

Y es que el egoísmo campa a sus anchas en esta casa, poblada por intérpretes muy bien escogidos para manifestarlo en todas sus versiones: la mentira, la cerrazón, el infantilismo, el capricho descerebrado, el ansia de dominio, la autocomplacencia, las trampas, los chantajes sentimentales y hasta los pufos. 

Todo descarnadamente cómico, aunque tiene su trasfondo y es un acierto que director y guionistas sean catalanes también. Hay risas que solo tienen un pase si son a costa de uno mismo.

Bastantes llamas tenemos ya en la casa de todos.

viernes, 1 de noviembre de 2024

La infiltrada

Carolina Yuste es una actriz salvaje. La descubrí en 2018, en una de Vermut (Quien te cantará, creo que la mejor de las suyas) y la primera de Arantxa Echevarría, Carmen y Lola. Esta directora, que no hace más que progresar a cada película que rueda con ella, la puede nombrar su fetiche. Echevarría ha hecho otras, demostrando de paso su solvencia para comedias facilonas. Pero con la Yuste vuela, pareciera que la actriz le hubiese dicho: "a mí, para mierdas, no me llames".

Y eso que Carolina Yuste también ha tenido que rodar películas muy discretas, alguna hasta con Arantxa. Pero siempre le basta un papel mínimamente bien armado, para convertir su personaje en alguien de verdad. Hasta en birrias como Sevillanas de Brooklyn, donde solo Estefanía de los Santos y Manolo Solo pueden aguantarle el plano. 

Luego se ha marcado dos con Arantxa (una mala y otra buena), la de Jaime Rosales, el gran personaje como esposa de Eugenio en Saben aquell (la mejor de David Trueba, de lejos) y, de esa, directamente ha llegado a esta infiltrada poderosa, frágil, valiente, llena de matices; comiéndose a Luis Tosar crudo, al también ascendente Anido y al que le pongan por delante. Momentos con el etarra Kepa, cortando filetes en la pollería, leyendo cartas familiares o compadreando con los borroqueros a los que detesta y teme, son menciones aisladas de su recital. 

La película tiene nervio e interés de principio a fin, pero se aguanta sobre los hombros de la Yuste, para lo terrible y para lo incómodo, lo férreo y lo humano. Si fuera un director seguro de un nuevo guion con un buen personaje femenino en él, llamaría a la Yuste sin dudarlo. Claro, que a lo mejor en ese momento esté rodando otra con Arantxa. 

Estaríamos de suerte.

miércoles, 30 de octubre de 2024

Fin de viaje, Sahara


La película figura como producción de 2023 por algún tecnicismo que actualiza la producción si se restaura material, se añaden minutos de metraje, etc. Porque en realidad se rodó en 1983 y se estrenó en el 85, distribuida entonces por Warner. Recorrió festivales de la época y se vendió a 25 países, incluida China, cosa impensable por aquellos días.

Maru Valdivieso, la chica de la peli, inició su carrera en ella (casi todo el equipo se estrenaba en realidad) y aunque no le duró mucho el "estrellato" (si ese concepto vale para estas tierras), sí la carrera de actriz, que llega a nuestros días. Lo mismo pasó con Enrique Simón. O con el director de foto Javier Salmones, que acaba de estrenar La infiltrada. Con el productor Carlos Taillefer, que ya había trabajado en Cary Cooper que estás en los cielos y seguiría en funciones de jefe de producción, director de producción o productor ejecutivo en títulos tan renombrados como El sol del membrillo, de Víctor Erice o El camino de los ingleses, de Antonio Banderas.

Otra suerte corrió el director de la película, Antonio R. Cabal, que inexplicablemente no dirigió más.

La película original se estrenó con menos de 100 minutos y lo ha hecho ahora con más de 120, reordenada, restaurada, remasterizada y todas esas cosas que hacen en otros lares. Tengo un recuerdo difuso de la versión del 85, así que me resulta difícil juzgar la mejora o no de la narración. El material, eso sí, luce nuevo, como recién hecho.

Su problema, como casi siempre en nuestro cine de un tiempo a esta parte, recae en el guion. Evidentemente, el género "de aventuras" y la aventura misma de rodar en el Sahara lo acaparó todo. Y la propuesta, fresca y natural, se queda un poco en eso, en una historia fresca y natural, donde los dos jóvenes aventureros no son ni demasiado empáticos, ni divertidos, ni templados. Nada sabemos de sus motivos, de la preparación del viaje o de la solidez de esa amistad y la elección de ambos para compartir con el otro semejante reto. Se entiende mejor a Maru, ella tiene motivos para enrolarse con los franceses y jugar a novieta de quien convenga en cada momento.

A pesar de que el sentido narrativo y dramático de la Aventura en una película española de los ochenta no es el que practicaría Hollywood, la historia (aderezada de escenarios de espectacular belleza), se ve con interés, incluso amenidad, prácticamente de principio a fin. Merecería atención en este 2024 por parte de la Academia de Cine, más allá de organizar el pase gratuito al que tuvimos el placer de asistir. 

Buena suerte en los Goya, vieja tropa valiente.


    

lunes, 28 de octubre de 2024

Robot Salvaje

Una buena propuesta, que rescata ideas repartidas por títulos pasados (Wall-E, El Gigante de Hierro, Finch) con un desarrollo que logra varios momentos de honda emoción y otros de estándares a la moda innecesarios. 

Cuanto más íntimo el momento, más lograda. La épica colectiva contra el malvado más obvio es lo menos interesante de la película. Lo Salvaje no está ahí.

De la calidad de la animación que Dreamworks gasta a estas alturas, nada qué decir. Apabullante calidad. Salvaje, casi.



martes, 8 de octubre de 2024

Almas en pena en Inisherin


Desoladora y magnífica, roza la obra maestra aunque se queda a dos dedos (literal) de conseguirlo. La premisa es tan potente y el desarrollo tan ajustado, que su último tramo deja un leve poso de decepción. Y eso que termina del mejor modo posible, quizá no haya otro de acabar con tanta elegancia.

Los intérpretes están realmente impresionantes. Colin Farrell y Brendan Gleeson ya protagonizaron otra estupenda rareza de Martin McDonagh (Escondidos en Brujas), pero en ésta de Inisherin van mas allá y Farrell se inventa lo que en él parecía imposible: un pobre diablo cortito de entendederas y sin atractivos de ninguna especie, apenas un tipo plomizo pero amable.

Los complementan las mascotas más o menos convencionales, esa hermana furibunda, el tabernero y su gemelo, la vieja agorera, el joven retrasado, el policía execrable. Todos con su justa parcela de relevancia y representación.

Y el paisaje y la música irlandeses, claro. Bella y espiritual en toda su pena honda. Ideal para días y ánimos nublados.