jueves, 18 de junio de 2009

Noche en el museo 2


Si hubiera tenido que interrumpir unas cañas con amiguetes para meterme a ver en solitario una película de Ben Stiller que remata su título con un 2, hubiera irrumpido en la sala predispuesto a la crítica áspera o, en su defecto, me habría echado una cabezada y estas líneas no llegarían a publicarse.

Pero fui con mis peques, en plan family party (y el uso del inglés no es casual, sino actitudinal), pillamos palomitas y un elevador de silla para la más joven (cinco años escasos), estábamos de buen humor... en fin, que a poco que nos dieran yo hubiera sido presa fácil.

Todo eso no sirve de nada cuando te dan más de lo mismo partiendo de que ya no hay sorpresa (no lo olvidemos, es la número 2 de la serie). Y ese más de lo mismo sólo incluye nuevas piezas de museo vivas (cuadros, fotos, estatuas), un museo mayor, el recurso de la chica en formato cliché (y con epílogo previsible), los cameos para la galería... pero, sobre todo, un protagonista que no sabe qué cara poner pues se supone que ha cambiado pero va a volver a ser quien era en algún momento que le imprimirá ritmo y diversión extra a la historia.

Ese momento no llega. Acaso un humor soterrado -tampoco demasiado sutil- en los diálogos con el malo de turno y poquito más.

Seguramente, si en el museo 2 hubiese resucitado Santa Claus y el estreno llega en Navidad hubiese sido más condescendiente y mis peques también, porque después de mucho cine infantil con críticos de verdad (los niños) ya distingo en su forma de sentarse entre la diversión genuina y el entretenimiento moderado porque hay palomitas.

Las secuelas en Hollywood se llaman en estos casos franquicias. Creo que eso lo dice todo.

Mañana me voy al Prado a ver lo de Sorolla. Y no necesito que los cuadros cobren vida.


domingo, 14 de junio de 2009

Los hombres que no amaban a las mujeres


La adaptación sueca de la novela sueca parece una adaptación americana de una novela americana. Y tiene mérito, porque según se dice esto era una serie de televisión, por supuesto sueca (¿alguien ha visto una serie de televisión sueca últimamente?). Vamos, que un poco de tijera por aquí, un reparto profesional, un best seller arrollador abriendo brecha… y pleno al 15.

El libro de origen no es El código da Vinci (afortunadamente), ni El silencio de los corderos (por desgracia). En realidad, remite más a aquellos novelazos de Harold Robbins con sexo y finanzas, pero rebozado en violencia de género versión psicopatías, rancia familia rica y cabrona y un periodista intrépido como base. Lo bueno es que a esa combinación, no demasiado original, se le incorpora un personaje nuevo lleno de garra. Sí, amiguitos, Lisabeth la freak.

Y la prueba de que ahí está el meollo es que en la película sucede lo mismo. Todo está un poco visto, pero ahí está ella para enmascararlo, dignificarlo y casi elevarlo a gran película (que no, que no es tan sueca).

En fin, el que se haya leído el libro para ver de qué han prescindido y el que no lo haya leído y le dé pereza, para estar al día en poco más de 2 horas.

Se van a hinchar.

jueves, 11 de junio de 2009

SIETE MINUTOS. Optimismo antes del calor


Ésta es una de las películas que concurrió al Festival de Málaga y que, como escribí entonces, se agradeció por su planteamiento ligero y su simpatía frente a otras propuestas más ambiciosas, pero tirando a antipáticas (especialmente cuando las pretensiones no llegaban a cumplirse).

En cualquier caso, la simpatía es la base de esta propuesta no muy original pero sí confortable, para antes de los arrasadores títulos veraniegos del otro lado del charco. Porque hay comedias de mucha risa y comedias de sonrisa, y 7 minutos es una película más simpática que divertida, aunque cuenta con algunos momentos de comicidad bien logrados. Mejor cuanto menos se acercan a la parodia, que cuando irrumpe desluce claramente la función.

El reparto es su mejor arma, porque todos son solventes y atractivos, aunque brillan más cuanto más realista es su personaje: quien se anime a verla comprobará que Luis Callejo y, en especial, Toni Acosta están perfectos.

En fin, que 7 minutos no descubre nada nuevo, como tampoco lo hacen la mayoría de comedias sentimentales norteamericanas, pero deja un sabor de boca infrecuente. El de la historia ya contada, pero bien contada.