martes, 29 de junio de 2010

Los otros acentos del español lo tienen aún más crudo

Parajes remotos y ciudades locas, hermosos sueños y pesadillas temibles, memoria política jodida y sexo agreste, guaguas destartaladas para inmigraciones de ida y vuelta, comedia de barrio, calor tropical, precariedad generosa, exotismo y globalización, amor y violencia, miseria y plata: esa es cada año la oferta de la sección del Festival de cine de Málaga llamada TERRITORIO LATINOAMERICANO.
Una muestra de este cine tiene por fuerza que darse en una ciudad con palmeras y mar a tiro de cámara: Málaga es esa ciudad, el territorio del territorio. Pero luego pasa el tiempo y la mayor parte de este cine diverso y grato no se estrena en salas comerciales salvo excepciones, por lo común argentinas. El año pasado vi en Málaga un montón de interesantes películas que no llegaron a nuestros cines o lo hicieron de modo tan fugaz y mal promocionado que pasaron por invisibles. De las proyectadas en el Festival del 2010, todavía estoy esperando que alguna de ellas llegue a los cines españoles. Valga de homenaje este recorrido crítico por las del 2009. De las proyectadas en la última edición malagueña hablaremos más adelante, aún queda tiempo. Ojalá lo hagamos según se estrenen.


EL PREMIO: La suerte te alcanza
Perú bravo en versión parábola trazada alrededor de un fajo de billetes. Y lo más bravo es que aquí no hay pistoleros, ni ejército, ni Sendero, ni –para resumir- delincuencia profesional autóctona. Sólo gente corriente que sueña con una oportunidad, aunque las más de las veces no sabría muy bien que hacer con ella.
La galería de personajes no pretende ser original: Aquí tenemos al maestro de pueblo viudo y recto, a la hija solitaria con desaprensivo al acecho, a la tendera que pretende los terrenos del profesor y teje a su alrededor como una araña, al adolescente contra el mundo, a su prima la deseada, al marido impresentable, a la tita sensata y sentenciosa. En fin, una familia estándar con sus secretos y miserias de toda la vida.
Pero la lotería no toca siempre y ahí es cuando la cuerda empieza a tensarse y la historia a crecer, porque el maestro tiene que ir a cobrar el boleto a Lima y, desde la montaña quechua hasta la capital, todo el mundo necesita unos cuantos miles de soles para encarrilar sus problemas, que problemas si que hay para repartir.
Varios giros muy bien pensados, su pizca de intriga, un par de golpes de humor que no se esperan y mucho patetismo para un relato que se sigue con interés y que, si acaso, podía haber optado por un final más furioso, porque cuando el maestro destapa por fin la botella de guaro me acordé de William Munny antes de bajar al saloon por última vez, pero aquí son otros los que se rebelan y la elipsis nos perdona la peor cara de la vecindad sin plata.

Su recorrido por festivales fue largo y fructífero. En España, sólo Málaga le ofreció la posibilidad de proyectarse sobre pantalla grande.

LA CLASE: La llama y la mariposa

Venezuela filmó con garra sobre lo suyo y tuvo en esta película el buen criterio suficiente para que el contraste del barrio cabrón y el de los cabrones oficiales no fuera tan abrupto en la relación personal entre sus pobladores como en la blancura de sus paredes. Así resulta más sútil: la chica de ambiente marginal encaja en la burbuja burguesa porque sus aspiraciones y talento son afines. Por eso la consideran uno de los suyos –aunque esforzada- y por eso la adoran y la “adoptan”. La historia de Tita tiene bastante miga y su director combinó bien muchos niveles de discurso, variados personajes y situaciones, sorteando con habilidad los riesgos evidentes de la demagogia (tan resultona para estos casos mil veces transitados de “arriba y abajo”). Algunos momentos merecen mención aparte: esos donde con una naturalidad que encoge el corazón Carolina Riveros enseña a sus alumnos humildes o a sus acomodados compañeros de conservatorio lo fácil que es olvidarse o ignorar la humanidad de los hombres hasta en su furia.Aunque precisamente por eso, a mi entender, el final chocaba un poco con el tono general para buscar la manera de resolver el apuro planteado por la trama “¿Con los tuyos en el infierno o con el enemigo tocando Mozart?” Pero quizá no hay otra forma de filmar el momento del caracazo sino como un choque. Buena y sólida película (y estupenda abuela). No encontró distribuidor para nuestro país.


PARAISO TRAVEL: Una reina para Marlon
Adaptación de la novela de Jorge Franco Ramos (el mismo de Rosario Tijeras) que se publicó en España ya en el 2002, la película de Simon Brand había arrasado en Colombia y no es para menos. Cuenta la historia de una pareja de paisas que decide irse a Nueva York –él por amor, ella por lo que no vamos a desvelar aquí- y lo hacen por lo duro, estafados en cada etapa del “travel” que introduce ilegalmente a los sudamericanos en el “paraíso” gringo.
Pero además cuenta qué sucede una vez allí y cómo se vive en el gueto latino, sin entrar en la visión pistolera que le dan siempre en Hollywood. Ésta es la historia de un niño mimado y una niña zorra buscándose la vida sin estridencias y la autenticidad de lo más sórdido, pero también de la capacidad de adaptación y hasta de alegría de los inmigrantes envuelve al espectador desde el principio hasta el final. Ahí está lo mejor, la película atrapa, la peripecia interesa, las situaciones son precisas (casi irrebatibles) y las pequeñas pinceladas “didácticas” apenas desentonan.

Una película de escenarios (imponente esfuerzo de producción), pero sobre todo de actores, muchos y buenos: desde el más episódico (como ese conductor de autobús despiadado y gamberro que encarna el mexicano Jesús Ochoa) hasta los que encarnan a Marlon y a Reina (Aldemar Correa y Angélica Blandón), la pareja protagonista. Y como siempre, “la Mencha” se sale. Consiguió estrenarse. La vimos unos cuantos colombianos y yo.

LA EXTRANJERA: western sin pistolero

El desconocido no se llama Shane y el rancho, aunque familiar, está vacío. No hay un cacique, sino dos (uno hereditario y el otro digamos comercial) y el niño no juega con un revólver de madera sino con una furgoneta pick up de verdad. Pero la esencia es la misma: Un forastero, que aquí es forastera (o extranjera), llega a un lugar inhóspito donde las cosas son como siempre han sido. Y un pasado a redimir le anima a ponerle redaños y riñones a la tierra, que al final es lo que más aprecia el desubicado. Tempo lento, pero hermoso, y varias escenas antológicas. Un caballo y un puma. Una escopeta. Una botella de arrope. Mujeres silenciosas hechas de hierro…. Estupenda película que tampoco llegó a estrenar aquí.




MOTIVOS PARA NO ENAMORARSE: Actores que enamoran.

Dicen que Argentina es el país más europeo del mundo y cuando uno se asoma a su cine se encuentra con todos los argumentos que justifican esa afirmación. Lo mismo da el drama político, que el policíaco puro, que la película ligera, que la historia de amor.
Aquí la cosa iba de amor, desde luego, aunque el título lo niegue. Con su pizca de romanticismo afrancesado y picardía inglesa, un pequeño argumento fluye con tranquilidad en la pantalla y se devora con deleite gracias al trabajo de dos actores con recursos.
Jorge Marrale (que lo demuestra haciendo doblete en este Festival) es uno de esos intérpretes con solera que son capaces de dar cualquier tono y asumir cuántos matices les pongan por delante. Aunque aquí lo tiene fácil (o lo que es mejor, él hace que lo parezca). Su papel evoluciona con bastante lógica y crece en atractivo por la mera progresión del argumento. Celeste Cid es digna de figurar entre las “amelies” contadas del cine mundial, por la pureza de su mirada y la naturalidad de su trabajo.
Y en fin, que la película tiene buenas dosis de encanto, de lo cual me alegré porque el chiste en caso contrario era obvio y facilín: “motivos para no verla” y bla, bla, bla… El motivo para no hacerlo fue, una vez más, la indiferencia de los distribuidores.


MACURO: Cuento eléctrico.

En su ópera prima, el venezolano Hernán Jabés se descuelga con una historia sencilla pero muy eficaz, con cierto regusto a cine italiano, para hablarnos sobre un lugar hermosísimo donde la electricidad viene y se va con demasiada frecuencia, porque todo lo que sus habitantes tienen allí sólo sirve para ir tirando y a veces ni tira.Por contraste, la gente del lugar se saluda, se preocupa del prójimo, se respeta y se quiere. En fin, que sabe vivir. Y podría hacerlo con su pesca, sus empanadas y su banda de música, de espaldas a la burocracia y a la explotación más o menos prepotente de la cementera próxima, si los que se dicen gestores tuvieran una pizca de humanidad para con sus vecinos, sus conciudadanos, sus contribuyentes.Como no es así, ya tenemos nudo argumental: una planta eléctrica que no se usa pero que tampoco se presta. Y a eso se agarran un puñado de personajes bien trazados, con su reclamación, sus razones y su encanto, salvo quizá el malo oficial (el resto de malos son los invisibles funcionarios de la inoperancia), que apenas tiene motivo para serlo hasta el extremo, como no sea por el mero placer de putear al débil.Espléndida fotografía para un espléndido paisaje, música acorde, buenos intérpretes y un final algo previsible, pero coherente. Bonita película, que pescó en el palmarés del Festival aunque no recuerdo que luego se estrenarse en España.


DESIERTO SUR: Full Atacama
Un arranque algo frío pero conciso nos pone en el viaje de Sofía hacía uno de esos fines del mundo que tanto abundan en tierras de Latinoamérica. Y la verdad es que con Marta Etura da gusto ir hasta allí. Por el camino hay un poco de todo, pero como en aquella de Syles con Luppi (Hombres Armados), cuanto más despojados están la historia y su protagonista más profundidad cobra la película. Los amigos que hace y deja en el camino contribuyen también a que ese acercarse progresivamente a lo esencial funcione mejor. El resto lo pone Atacama. El Desierto Sur del Norte de Chile. Ojalá me equivoque, pero diría que tampoco llegó a las salas españolas.

ALL INCLUSIVE: Por qué callamos lo que más nos duele.
Otra prueba de la riqueza argumental que ofrece la sección latinoamericana. Punto de partida: Una familia en un resort espectacular, un puñado de secretos y un huracán. Con estos pocos elementos, Rodrigo Ortúzar compone un interesante, divertido y tierno relato para decirnos que en asuntos del alma el decorado ayuda, pero no cura. La película maneja los tiempos y los personajes con fluidez, arropada en un excelente reparto (qué grande Ochoa, en un papel tan diferente a los que suelen ofrecerle) y manejando las localizaciones con mucha astucia.
Una historia de momentos en la que cada espectador encontrará los suyos: yo me quedo con los que tienen como protagonista a la maravillosa Maya Zapata, el papel más dulce de la película, rebosante de sensatez, ternura y belleza. Arrasó en Chile y México. Aquí, podéis suponéroslo.


EL NIÑO PEZ: Ritmo pantanoso

La película del rumor, la que se vaticinaba como revelación del Festival, la bella, la del amor fou, la de Puenzo. Y que inexplicablemente concurrió en la sección oficial, no en la de Territorio Latino. Sus particulares "criaturas celestiales" están sobre la pantalla y te las crees, la adolescente obsesiva y su objeto de deseo, esa femme fatal a su pesar que encandila cantando en guaraní. Aunque demasiadas cosas quedan al albur (la madre, el hermano, la vida fuera), la misteriosa leyenda del niño no cuaja (es algo para novelar, filmarlo requiere un talento al alcance de muy pocos), el ritmo es lento, lento, lento. Y eso se paga. Esta película se llevó premio y logró estrenarse. Pero le sirvió de poco.



CORDERO DE DIOS: la represión y la culpa.

Muy bien hecha: personajes enteros y una historia que avanza con fiereza soterrada. La indignación, el miedo, el cariño, la tristeza, el reproche, todo está en su sitio y los actores y la directora saben exactamente cuál es. Sólo tiene un lastre, que el espectador la califique como “otra sobre la dictadura” (aquí pasa con las de la Guerra Civil). Pero vale la pena acercarse con la protagonista al escaparate de esa confitería… Fue la gran ganadora. No tuvo estreno comercial.











viernes, 25 de junio de 2010

La última peli me ha postrado en el diván

En fin, que la última película que he visto ha sido Marmaduke y no merece crítica de ninguna especie, ni canina. Así que ahí va un regalo de fin de semana que sí tiene gracia. Hasta dentro de un par de días.


martes, 22 de junio de 2010

Tiene delito: hay pique


Desde Londres, sin tiempo para inmortalizar
en la estación de Whitechapel el libro cinéfilo del crimen,
mi prima favorita refuerza la internacionalidad del libro (cualquier libro),
pocas horas después...

Tiene Delito al estilo berlinés


Berlín es un buen lugar para reaparecer,
más aún si es en manos de un realizador
con el que tengo pendiente un divertido estreno

viernes, 18 de junio de 2010

Lois me lleva ventaja


Aunque yo la he visto ya acabada -y quita el hipo- ahí va la actriz Carla Nieto en Trash, inconclusa pero algo más avanzada de lo que está su equivalente norteamericano (esa cae en mi campo).

Se admiten apuestas sobre quién de entre las chicas malas de Hollywood va a compartir con ella pared expositiva y rock and roll.

jueves, 17 de junio de 2010

Prácticamente ayer

A finales del 2009, la revista Empire celebraba 20 años de andadura con un reportaje fotográfico muy norteamericanamente cinéfilo. He tardado seis meses en enterarme, pero lo bueno de las buenas fotos es que no envejecen fácilmente, más aún si se remiten al pasado iconógrafico del espectador. Así que ahí van, para mitómanos, curiosos y demás variantes.












martes, 15 de junio de 2010

La Dolce Vita


Anoche soñé que volvía a Manderley...

Anoche volví a ver La Dolce Vita. Lo hice una vez que el salón quedó desierto, el tablero arrinconado y la copa vacía. Al fondo de la casa dormían mis tres mujeres la derrota de una jornada de fin de curso y desde el exterior subían las voces de los inútiles que se reúnen en el parque una y otra vez para fumar, beber y consumir desdichadamente el mejor momento de su vida.

Nino Rota le puso música a mi cita y la belleza y el terror se abrieron camino cuando una escultura de Jesús sobrevoló Roma suspendida en helicóptero, comprobando con los brazos abiertos que todo sigue igual que siempre: los albañiles para barrios burbuja, los niños de arrabal y las despreocupadas chicas en bikini. Marcello, el bello Marcello, con su tupé y sus gafas negras, sólo quería el número de teléfono de la más osada, aunque naturalmente no lo consigue. Marcello no consigue nada de lo que se propone, salvo escribir columnas de cotilleo en periódicos no muy diferentes de los que publica hoy Berlusconi, cazando estrellas y aristócratas por Vía Veneto. Marcello se cree existencialista en un mundo de nihilistas, cuando en esa Roma todas las dulzuras proceden del mismo asco. Marcello podría vivir aquí y ahora, acudiendo a preestrenos, conferencias con catering, estúpidas ruedas de prensa y after hours. Marcello se parece demasiado a lo que somos antes, mientras y después de las crisis los urbanitas occidentales del sector ser-vicios. Donde lo más parecido a la pureza es una niña nostálgica de su pueblo o una sueca sumergida en la falsa Fontana de Trevi de Cinecittá.

Para 1960, cuando La Dolce Vita se convirtió en manifiesto del malestar pequeñoburgués internacional, Fellini había participado en los guiones de Roma citta aperta y Paisà, de Rosellini y rodado La Strada y Las noches de Cabiria. Suficiente para una vida de dulzura auténtica. Aún le quedaban en el tintero 8 y medio, Casanova, Julieta de los espíritus, Amarcord… A cual más grande e italiana. Pero nada como "la Dolce". De secuencia en secuencia, de asombro en asombro, esa Roma entre la decadencia, el extrarradio y la eternidad, llena de vespas, descapotables, cabarets y putas, donde se recibe a una actriz con una pizza y se ofician ceremonias degradadas y degradantes a golpe de foto robada, nos aprieta el corazón sin descanso. Una discusión de pareja puede ser tan desoladora como un desfile de fantasmas, un palacio vacío como una infravivienda, dos niños iluminados por la gracia más fraudulenta como dos hijos asesinados por un intelectual suicida. Y así hasta desembocar en la última playa.

La película río de Fellini, Mastroianni, Aimee y la Ekberg es pura vida, un espejo turbio e inevitable, el verdadero retrato de Dorian, donde se conserva y corrompe la absurda fama que Warhol reduciría pronto a 15 minutos. Y en medio de esa sociedad perdida en sus propios fastos, aquel mismo año, Antonioni firma La Aventura, Godard estrena À bout de souffle, Bergman El manatial de la doncella, Hitchcock Psicosis y Wilder El apartamento. Ninguna retrataba una vida dulce, pero... ¡qué talento!

Voy a dejarlo aquí, se me ha hecho un poco tarde. Me sucede siempre que acabo volviendo a Manderley...

lunes, 14 de junio de 2010

VINCERE


Marco Bellocchio vuelve a las carteleras españolas para contarnos la historia oculta de la primera esposa de Mussolini. Su vida se convierte en la metáfora perfecta de una época pasional e iracunda. Porque además, ella se llama Ira. Y después de apoyar a Benito en sus andanzas políticas hasta la 1ª Guerra Mundial y darle un hijo, se encuentra de sopetón con un segundo matrimonio que no sólo es ilegal, sino que -para dejar de serlo- la apartará primero y la reducirá al papel de loca después, mientras su amado elimina las pruebas de la infamia y atenaza a Italia con un fascismo de opereta que lo empapará todo de ardor, miedo, belicismo y sangre.

La película, producida en gran parte por la Rai, tiene inicialmente un tufillo a serie de época para televisión, suntuosa y recortada para su estreno en cine. Falta un poco de fluidez en el montaje y algunos datos imprescindibles para el espectador no-italiano se echan en falta. Pero a medida que el personaje central (Ira Dalser, interpretada por Giovanna Mezzo) absorbe la película, la narración se depura y crece para retratar una derrota personal y colectiva, la de Ira y la de toda Italia, cuando la verdad se convierte en la primera víctima y todo lo demás viene por lógica de inmediato y a peor.

Con una ambientación de calidad inglesa y una música bella, pero demasiado presente, la película ofrece algunas secuencias espléndidas (la primera aparición de Mussolini, la bomba penetrando en forma de humo del que surge la multitud aterrorizada, el interrogatorio psiquiátrico, las cartas arrojadas a la nieve…) y otras demasiado guiñolescas. Pero su mayor acierto viene del uso de las imágenes de archivo de aquella Italia desproporcionada, donde no hay personaje más de guiñol que el auténtico Mussolini, el hombre que empieza siendo de carne y hueso, capaz -a su manera- de amar y ser amado, y termina por ser un fantasma en blanco y negro, una mera imagen de primera plana o noticiero cinematográfico, inalcanzable y demoledora.

martes, 8 de junio de 2010

Los ochenta y sus secuelas

Algo huele a podrido en el nuevo Hollywood, siempre nuevo, siempre viejo, siempre vivo, siempre eterno. Secuelas, remakes, videojuegos, revivals, franquicias, refritos basados en series de tv, 3d a capón… La taquilla hierve mientras la creatividad se enfría. Meses después de los Oscar y a la vista de lo que se nos echa encima este verano, no parece que la voluntad de la “meca” sea otra que la de brillar más industrial que nunca. Y es que fábrica de sueños ha sido un oxímoron desde el principio, pero de un tiempo a esta parte el único sueño a cumplir parece el plazo del yate de un ejecutivo de estudio cinematográficamente analfabeto, fabricado para fondear en el lago Como, frente a la villa de Clooney hoy en venta a través de ipod.
Aterrizan en las salas, como yets de superestrella hortera, bobadas tan flojas como el viaje ochenteisson en el tiempo de Cusack y sus colegas, la pedorrez de las newyorkinas sexualmente liberadas (¿de verdad consistía en eso la liberación?) o el príncipe saltarín de un pastichazo oriental sin pies ni cabeza. El mal tryp a los años ochenta de los cuarentones retratados a brocha en Jacuzzi al pasado parece contagiar a toda una cinematografía que se debate entre el espejismo imperial, el flash tecnológico y la indefinición política. De la mano de productores e intérpretes (o productores/intérpretes) que en los ochenta le daban a la coca y al divorcio y que parecen añorar ambas cosas.


Jacuzzi al pasado es un Regreso al futuro sin gracia ni talento que ha renunciado a la ingenuidad sin atreverse a poner mala hostia de la gorda, no vaya a ser que Obama se decante por lucir Reagan. Sexo en New York (2) ni es sexo ni es en New York. Una ciudad y un tema que Allen ha trabajado sobradamente y con más talento en un solo minuto de Manhattan que ésta de las fashion victims en dos horas y veinte de lujo ordinario. Para llevarte una limusina -o cuatro- al desierto en plena recesión, prefiero los decorados tarta de boda de Ginger y Fred en la crisis de los años 30. Al menos ellos bailaban como ángeles.



Lo de El príncipe de Persia es aún peor, porque se toma en serio, quiere ser un buen producto, con riqueza de escenarios, situaciones y personajes, cuando shakespeareanamente resulta patética, como progresión dramática huele a consola que atonta y como romance sabe a arena.

Mientras tanto, el ciclo madrileño de cine alemán pone de relieve que un cine posible e interesante esta arrinconado en citas minoritarias, la producción española da tumbos a la espera de firmas consagradas que además acierten –para fin de año- y el cine asiático queda para Cannes y el circuito de VOS. En fin, casi casi como en los ochenta. Aunque entonces el cine de aquí sabía mejor lo que se hacía. Tenía temas realmente propios, personalidad definida y enfoque, al margen de las sorpresas de temporada. Ahora es demasiado tarde para aprovechar el adocenamiento agotador y agotado del enemigo. La política descalifica películas y espectadores alternativamente, el dinero se esconde y el mercado de exhibición se ríe de años buenos ocasionales.

En fin, que parafraseando a Ferlosio, vendrán más superhéroes y nos harán más ciegos.

viernes, 4 de junio de 2010

Easy Arrebato Rider



Hopper pasaba por aquí (pongamos, por poner, en 1982), tomándose su tiempo para desarrollar los vicios en otras versiones que la mejicana, y se topó con Zulueta. Las cosas suelen ser de este pelo: Alguien te recoge del aeropuerto como a una figura medio mítica de ese star system que siempre nos deslumbra, aunque rezume oscuridad, y el cicerone –que debería tener cronista propio- lleva al drogota semi mítico al bar donde se autodestruyen los rebeldes locales que además saben inglés. Y Dennis se sienta junto a Iván después de una raya y presto al bourbon, al ron, al vino, o a un cockail que lo contenga todo.

La diferencia primordial es que Iván ha visto Easy Rider pero Dennis no ha visto Arrebato. Eso le da puntos a Zulueta. Soy más maldito que tú, hijoputa, siempre seré más maldito. Eso vale otra loncha a cuenta de Hopper.

Puedes tirar tu carrera por la borda en una industria que contempla una partida del presupuesto de marketing para los que tiraron su carrera por la borda. Pero si inventas en España un cine sin escuela, incluso con ella, y te desbocas de forma notoria, nadie te rescatará para la industria, ni por una subvención. En un rapto americanizado, lo harán para el homenaje final, póstumo o con garantías de serlo. Pero eso es todo y todavía está por ver. Así que Dennis, tío, tú has tenido una moto, un rodaje enloquecido en Filipinas, una resurrección para el encasillamiento en Terciopelo azul –eso aún no, pero es cuestión de tiempo, no te metas tu raya y la mía, aunque pagues tú la papelina, gringo cabrón- y yo sigo intentando poner otra película en la mesa de un productor que sólo sabe de marisco y putas. No jodas y sácame una foto aunque no la expongas nunca.

Dennis pudo venir antes de San Sebastián a San Sebastián. Pudo ponerse tibio con Zulueta y flipar con sus carteles. Pudo pedir años más tarde un cartel de Zulueta para su regreso a la dirección y meterse la idea en el culo cuando el estudio le dijo cómo funcionaban ahora las cosas. Y Zulueta murmurarle, Dennis tío, eres un mierda pero así es el negocio, aquí, en Hollywood y en Kafiristán cuando hagan cine. Ya no me pongo y tú tampoco. A ti te van a convertir en leyenda y a mí también, probablemente y para nada. Así que para qué joderla. Coge la moto y pisa a fondo hasta tu casa de Malibú. Yo me fumaré un porro por ti.

Y ahora se lían otro, en el bar de un cine del infierno que imagino multisala de estrenos doblados al 3d. Dennis Hopper – Iván Zuleta, dos genios desaprovechados aprovechándose del último grifo de cerveza, aunque la sirvan en vasos de plástico, en honor de una sesión doble que no proyectan allí: Easy Ryder – Arrebato. Olé vuestros huevos.

P.D: Iván, tío, al final vi tu peli. No me mientas, Dennis, coño, y pasa el canuto.