viernes, 30 de abril de 2010

jueves, 29 de abril de 2010

Vivir rodando, en Cuba o en locales de ensayo

Aquí van dos piezas más rodadas por Jorge López y Quique Guerrero.

En la de Jorge, las limitaciones las marca la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños: 3 actores. Interior. 3-5 min. 3 puntos de luz. 1 cinta digital de 60 min. 1 día de preparación. 1 día de grabación (9 horas).

Los gusanos y las moscas from jorge lopez navarrete on Vimeo.

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En la de Quique, las limitaciones se las impone él mismo: fotos, fotos y sólo fotos para conseguir movimiento en un videoclip trallero.

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martes, 27 de abril de 2010

El cómic en el cine: CONAN, EL BÁRBARO

“Y allí llegó Conan, el cimmerio, cabello negro, adustos ojos, espada en mano, ladrón, asaltante, asesino, de grandes tristezas y grandes alegrías, preparado para pisotear con sus pies calzados con sandalias los enjoyados tronos de la tierra”.

(Fragmento de Las crónicas Nemedias, por Robert E. Howard)

Los tiempos de la Depresión fueron muy fértiles para la literatura popular y el suicidio. Algunas de las series más celebradas de Ciencia Ficción, Terror, Espada y brujería y derivados se gestaron durante aquella terrible década en la que el público quería evadirse y los escritores trabajaban a destajo, derrochaban imaginación y morían pobres y desdichados. Entre los más ilustres de esta categoría destaca Robert E. Howard, el creador de Conan. Aunque, de no ser por el bárbaro, “el gigante de Tejas” podía haber terminado en el olvido como otro medio millar de autores de su época que alimentaban las revistas estadounidenses de género “pulp” en los años 20 y 30 del pasado siglo. Una corriente de la que formó parte el mismísimo Edgar Rice Burroughs (creador de Tarzán) con su serie Carson de Venus, ubicada por los especialistas dentro de un género híbrido llamado Sword and Planet (Espada y Planeta), una especie mutante entre la Ciencia Ficción y la fantasía heroica.
Robert E. Howard pertenecía a un grupo irrepetible de la literatura norteamericana: Donald Wandrei y August Derleth, fundadores de la mítica editorial Arkham House; Robert Bloch, autor de Psicosis; Clark Ashton Smith, el primero de su generación en recoger leyendas geográficas como la región de Lemuria y épocas remotas como la era Hiperbórea en su poema The Hashish-Eater; el poeta Frank Belknap Long, Virgil Finlay... y el maestro y líder indiscutible de todos ellos, H. P. Lovecraft.
Bob-Dos-Pistolas, como apodaba a Howard el creador de Los mitos de Cthulhu, tenía una capacidad de fabulación envidiable. Extraordinariamente dotado para la creación de universos propios que combinaban mitologías de toda índole con la fantasía y la pericia de un miembro del Círculo de Lovecraft, trazó en sus relatos un sin fin de mundos primitivos regidos por la fuerza de las armas y el poder de la brujería. De su enorme producción apenas nada es aprovechable en opinión de la crítica literaria, pero su contribución al género fantástico-aventurero es innegable y, una vez más, tuvo que llegar el astuto Stan Lee de Marvel Comics Goup para extraer oro de lo que parecía una mina abandonada repleta de fantasmas: Salomón Kane, Bran Mak Morn, Thourlough O´Brien, el rey Kull, Conan el bárbaro...

A principios de los setenta, Lee buscaba un nuevo personaje alejado de los super-héroes habituales de la casa y el cimmerio le pareció la mejor opción desde el principio. Compró los derechos, contrató al gran Roy Thomas para que se hiciese cargo de los guiones y puso a dibujar al inglés Barry Smith, un artista gráfico influenciado por Alfons Mucha, Hal Foster y Jack Kirby que trabajó en el personaje hasta 1973, a lo largo de 24 números del cómic-book. Para entonces, había realizado algunas de las páginas más célebres de la serie, como el episodio de La hija del gigante helado y Clavos rojos, el único en que aparece Valeria, la heroina escogida por John Milius para acompañar al bárbaro en su ineludible cita con Hollywood.
En los años siguientes, el trabajo gráfico recayó en John Buscema, que imprimió una mayor violencia a las aventuras y marcó el carácter definitivo del personaje. Conan era ya una estrella que había tentado a los mejores dibujantes de la década, como Gil Kane, Mike Ploog, Dick Giordano o Neal Adams, responsable del primer story board encargado exprofeso para la película.


Dino De Laurentis, un productor con el mismo olfato para el negocio del cine que el de Stan Lee para el del cómic, puso en marcha el proyecto en 1980. John Milius, guionista de Apocalipsis Now, fue el elegido para dirigir la función. En colaboración con Oliver Stone, Milius escribió un guión inicial basado en varios relatos sobre la juventud del bárbaro, el ensayo de Howard sobre la era hyboria y otros pasajes escritos por continuadores modernos. Después llegaron las revisiones a cargo de Dino de Laurentis, el agente de Howard, Glenn Lord, y su escritor de confianza Sprague de Camp. El resultado fue algo difuso, como sucede siempre con los personajes adoptados por el cine que cuentan con toda una saga de aventuras entre las que resulta difícil escoger manteniendo al mismo tiempo una solidez narrativa que funcione en pantalla.
En cualquier caso, el wagneriano Milius era el cineasta más idóneo para revestir de fuerza legendaria suficiente las andanzas del bárbaro y Arnold Schwarzennegger, un musculoso austriaco perfectamente desconocido hasta entonces, daba el tipo físico exacto.
La película se rodó en España y cuenta con algunos momentos absolutamente fieles al original literario y a su prolongación en el universo Marvel: la irrupción de Conan en el sepulcro de un antiguo guerrero del que conseguirá su espada, la ascensión a la torre de la serpiente en la ciudad de Zamora, la crucifixión donde el cimmerio se defiende de un buitre a dentellada limpia y, sobre todo, el último plano del film, en el que aparece sentado en el trono de Aquilonia, reproducen con precisión el ambiente y la estética que demandaba el personaje. Lo demás, para cualquier seguidor del bárbaro mínimamente exigente, es un refrito de historias, lugares y personajes que conforman un producto técnicamente irreprochable y argumentalmente irregular. Valeria ocupa el lugar de Belit, la pirata de la costa negra, como primer amor de Conan y, al igual que ella, acude en su ayuda después de muerta. El paso de la niñez a la edad adulta se resuelve atando al cimmerio a una rueda de molino durante diez años, algo que el personaje de Howard no hubiera soportado. Y Thulsa Doom no es un brujo propiamente dicho, sino un líder espiritual y político inspirado en un personaje histórico igual de siniestro, Hassan I Saba, el señor de Alamut.
A pesar de todo, el resultado en pantalla es compacto, espectacular e inmune al envejecimiento. Quizá porque así es el propio Conan y así lo concibió Howard. Casi medio siglo antes del estreno del film, el creador del bárbaro se había quitado la vida descerrajándose un tiro de escopeta en la cabeza, mientras su criatura, como todos los personajes literarios destinados a la inmortalidad por capricho del destino, seguía impasible su avance fiel al carácter fanáticamente vital que le diese Howard, saltando de la letra al cómic y de éste al cine, convertido para siempre en un guerrero errante.



lunes, 26 de abril de 2010

El discípulo: hay maestros que no pueden tener escuela

Emilio Ruiz Barrachina ha partido de un material muy interesante para abordar El discípulo, su primer largo de ficción: una versión de la figura de Jesús en la que no se le representa como el hijo de Dios, sino como un líder político-religioso con un puñado de seguidores, antes “enganchados” a Juan El Bautista, que quieren liarla con cuatro espadas herrumbrosas y esperan que, llegado el momento, los cielos se abran en apoyo de su santa causa. 
 
Por lo visto, muchas investigaciones históricas van en esa dirección. Y, en la película, la recreación de la “historia histórica” convive con la discusión entre el último discípulo vivo, -Juan-, y el evangelista Lucas, sobre la diferencia entre lo que pasó en realidad y cómo se cuenta por escrito para la galería. Todo muy sugerente de partida, ya digo.
 
Si aquí y ahora esto se pudiera hacer con los mimbres de un Espartaco (empezando por el presupuesto y siguiendo por el clasicismo narrativo), la cosa hubiera podido ser de órdago. Pero El discípulo no gasta esos mimbres, quizá ni los quiera, y a un original planteamiento del tema suma una original puesta en pantalla. Referencias: Dreyer y Pasolini, dos tipos de los que es prácticamente imposible convertirse en discípulo. Pero además, intentarlo ante el espectador del siglo XXI, es lanzarse a tumba abierta y sufrir la de Lázaro en esta película. Vamos, que te mueres y, como mucho, pervives en la memoria de tus seres queridos.
 
Esta película es difícil de digerir para el espectador habitual de las salas, que va al cine fuera de entornos festivaleros y ciclos de filmoteca, en fin, cualquier viernes del año. Tienes que hacer un importante ejercicio de empatía con el tema y la austerísima propuesta visual para degustar la propuesta. Declamación, datos importantes pero poco accesibles y muy condensados, narrativa en cuadros más que por encadenado de secuencias y de elipsis… Excepción hecha a Puijcorbé, que haciendo del cabrón de Pilatos es el personaje más inteligible de la historia, su naturalidad patricia se desmarca del resto y sus razones se entienden nada más verle. Lo demás demanda demasiado esfuerzo.
 
Vivimos tiempos de consumo. Ya no se monta una guerra cinéfila entre La dolce vita de Fellini y La aventura de Antonioni, sino entre Iron Man 2 y Piratas del Caribe 4.
 
Aunque no sólo de sagas vive el hombre. 
 

sábado, 24 de abril de 2010

La noche de los libros, por la Sobrina

Al final, no tuve mucho plan cultureta. Pero una crónica sobre este día había que hacerla sí o sí. Después de tanto bombo como le dio aquí el colega...
No se puede guiar a un grupo de 20 personas por Madrid a hacer nada en concreto... pero tuve momentos cinéfilos con otro bloguero, (no tan superestrella, como la sobri solo hay una), con futuros editores, con filósofos y la guerra de la galaxia... y el glamour lo pusieron los cócteles, aunque esta vez si que hubo que pagarlos (eran tan monos y tan ricos, que no dolió demasiado). No creo que mi noche fuera una noche de cine, pero cuando salí del bar podía pensarse que representaba la película de Cantando bajo la lluvia (aunque me faltara la lluvia).
Pero bueno, mis momentos "libreros" tuvieron lugar. Toda esta fiesta estuvo precedida y terminada por un hermoso kit kat a base de Fieras. Una firma de libros en la cripta de... (prefiero no saber quien estaba enterrado allí) fue lo que permitió la foto (por fin, salió) en la que aparecemos tan sonrientes. Fue un momento que me permitió ponerle caras y voces a las letras que se ven por aquí de vez en cuando ¡qué halagadores, qué majos! y me alegré de que al bajar no estuvieran los dos solicos, como aquella primera firma de libros... Es que no es el mismo glamour el de la cripta que el del Retiro.. ¡dónde va a parar!
¡Una pena que se nos escapara Javier Cámara, que por allí pululaba... !
El refrigerio, tras el calor sofocante, y tan bien acompañados de familiares, madre mía que bien nos sentó a todos. Sobre todo al de la pastillita (no pensemos mal... era un Strepsils..). ¿Y cómo fue mi final de la noche? pues no podía ser de otra manera: Leyendo un buen libro. Corto, si, pero Grande. Y con una hermosa dedicatoria. ¡Arriba esas Fieras! Y nada, ya... desaparezco! (creo no haber matado a nadie todavía...)


jueves, 22 de abril de 2010

Tu vida puede cambiar en una librería


Puedes venderle una guía de viajes a Julia
y acabar viajando con ella a las premieres.

Puedes descubrir, mientras tratas de ligarte a Dianne, que tu exmujer ha sacado un best seller sobre vuestra vida sexual. Sería porque siempre le regalabas libros que tuvieran la palabra "muerte" en el título...

Puedes conocer a un super-atracador de bancos que compra libros sobre la tensión del titanio (que también es raro y sugerente, admitámoslo).

Puedes encontrarte una rueda de prensa convocada por una rubia (bueno, en una librería española probablemente no).


Puedes fugarte con un mariachi mientras tu librería (y tu dinero, guardado entre los libros) explota por los aires.



Puedes llegar tarde a tu cita, como Anne Bancroft, una tarde de lluvia.
En el 84 de Charing Cross Road o en San Bernardo 35.


MAÑANA VIERNES: LA NOCHE DE LOS LIBROS

miércoles, 21 de abril de 2010

Tiene delito reaparece en Florencia

Dentro de nada, otro libro de mi cosecha echará a andar por el mundo. Su primer día en la calle será este viernes. Luego puedes llevártelo de viaje tan lejos como alcance tu imaginación




lunes, 19 de abril de 2010

Autopromoción descarada (pero en favor de la lectura)

Viernes 23 de abril
Circo de Fieras de Fernando Marañón
y
La casa de todos de Juan Laborda
en
Librería Fuentetaja, calle San Bernardo nº 35
a
las cinco de la tarde.

sábado, 17 de abril de 2010

El concierto: bendita imperfección

No se puede alcanzar la armonía perfecta. Ni haciendo una película ni criticándola. Ese milagro queda para Miguel Ángel y su David, Velázquez y sus Hilanderas, Tchaikovsky y su concierto pa­ra violín y orquesta en Re mayor.

El personaje central de esta nueva cinta de Ranu Mihaileanu, tan imperfecta como inolvidable, es Andrei Filipov, el mejor director de orquesta de la Unión Soviética hasta que Brezhnev le condena al ostracismo con toque de crueldad añadida, porque durante los siguiente treinta años tiene que ganarse la vida fregando los suelos del que fue su teatro –nada menos que el Bolshoi-, mientras sueña despierto con la ejecución del concierto para violín y orquesta más famoso de la historia de la música.

De pronto, un golpe de suerte pone en sus manos la oportunidad de regresar, actuando en el Teatro de Châtelet de París. Tiene que saltarse todas las reglas, pero no le importa. Y sus músicos de hace treinta años, que también se vieron obligados a abandonar la música, están dispuestos a seguirle aunque han adquirido un puñado de malos hábitos con el paso del tiempo.

El primer violín les espera en Francia. Se trata de la súper-estrella Anne-Marie, interpretada por la cada vez más fascinante Mélanie Laurent. Un misterio la envuelve y eso añade intensidad al relato, que oscila entre la comedia francesa desmelenada y la tragedia rusa interior.

Siendo estrictos, a partir de estos planteamientos decididamente brillantes, la peripecia resulta poco verosímil; el equilibrio entre el encanto coral de los chapuceros entrañables y el sentimiento ruso de la pérdida, la redención y el honor, se tambalea en más de un momento. Milhaileanu no tiene el vitriolo matemático de Berlanga ni la habilidad emotiva de Capra, que además resultan realmente difíciles de combinar. Pero eso siendo estrictos. Y estricto era también el comunismo soviético y miren cómo le lució el pelo.

Ésta es una película para dejarse llevar, despojarse de la piel de rinoceronte que se nos va poniendo a los críticos a fuerza de análisis y permitir que los ojos se humedezcan y la risa brote. Disfrutar con la elegancia interpretativa de Aleksei Guskov (Filipov), la humanidad desbordante del magnífico Dmitri Nazarov (Sacha), la fuerza femenina de Anna Kamenkova (Irina), el talento cómico de Valeriy Barinov (Iván) o François Berléand (Olivier), la bella contención de Miou-Miou (Guylène), la pasión a la europea de Mélanie Laurent… Y llegar en volandas a los últimos veinte minutos de película, donde Tchaikovsky te agarra el corazón y demuestra lo que es capaz de producir la música.

Ahí arrasa Milhaileanu, filmando el concierto con hábiles recortes, pero aguantándolo en pantalla el tiempo necesario, que es mucho, sabedor de su fiereza emocional gracias a ese violín solista que va creciendo en virtuosismo al mismo tiempo que nuestra sensibilidad, mientras la orquesta inicialmente insegura se “pega a su rueda” y encaja, se eleva, recupera su orgullo y lo lanza con felicidad desbordante al patio de butacas del teatro y del cine. La cámara y el montaje se vuelcan de un intérprete a otro y las miradas, los dedos sobre el instrumento, el arpa, la batuta... todo funciona como una arrolladora partitura. Ojalá las secuencias paralelas que explican qué pasó después hubieran renunciado a cualquier línea de diálogo. Aún así, Ranu sabe muy bien cuál es el plano final. El momento en el que las rosas se arrojan sobre el escenario del Châtelet mientras el director y la violinista se abrazan con la felicidad que debe producir la perfecta armonía.

Ciudad de vida y muerte: mucha muerte


Ciudad de vida y muerte, del director Chuan Lu, es un peliculón en todos los sentidos. Porque últimamente los directores chinos parecen competir entre ellos por ver quién hace la batalla más grande, el hecho histórico más trascendente y reúne la mayor concentración de extras no digitales del cine asiático y, si se puede, mundial. Por supuesto, es condición sine qua non que la película sea larga. Ésta dura algo más de dos horas que parecen tres. No porque sea mala, que es buenísima, sino por lo que cuenta: nada menos que el asesinato de 200.000 personas de la ciudad de Nanking en el enfrentamiento chino-japonés de los años treinta. Y prácticamente ves ejecutar a todas.

La película está realizada en un poderoso blanco y negro, tiene un banda sonora espléndida y sigue la estela dramática de La lista de Schlinder, Salvar al soldado Ryan y Enemigo a las puertas en el tratamiento realista del tema. Pero llega más lejos aún en la acumulación de atrocidades bélicas. Seguramente es necesario verla, pero ya advierto que no es para comer palomitas, porque a los pocos minutos y hasta su conclusión, te falta saliva para poder tragarlas.

martes, 13 de abril de 2010

Una pausa sin cine


Aquí está, recién salido del horno, mi nuevo chiquitín. Un libro breve y espero que contundente, un pequeño bocado para devoradores de libros pero perfecto para quien se cultiva poco y se siente culpable por ello. Porque, como han dicho en otro blog Circo de Fieras "se lee en lo que tarda uno en beberse un clásico de güisqui". Vamos, que hasta sirve de excusa para darse una caricia en el hígado.
Su presentación oficial será en el Hotel Kafka, el 6 de mayo a las ocho de la tarde. No se precisa invitación.


P.D: Le he dedicado el libro a mis hijas, porque creen en los circos sin fieras.

domingo, 11 de abril de 2010

Polanski y su escritor

Con el exterminio de los judíos polacos clavado a su libro de familia, una tragedia sangrienta en el momento clave de su carrera y un escándalo sexual que treinta años después aún le persigue, Polanski sigue filmando y consiguiendo resultados comerciales y artísticos notables. Su turbia leyenda, sus vaivenes por el mundo a la caza de financiaciones compartidas por diferentes países, su capacidad consiguiendo estrellas para interpretaciones inolvidables, su precisión musical (desde el jazz de Komeda al Strange de Grace Jones), su gusto por los ambientes opresivos y menguantes mediante composiciones asimétricas del plano que explotan el fondo de cada escena, … son algunos de los atributos que lo distinguen y mantienen entre los grandes en activo de la cinematografía mundial.

Desde 1962 a 1968, en poco más de seis años prodigiosos, Polanski estrena cinco obras maestras consecutivas: El cuchillo en el agua, Repulsión, Callejón sin salida, El baile de los vampiros y La semilla del diablo. Sus primeros cinco largometrajes. En cada uno de estos films, sin renunciar a ser él mismo, traza un dibujo distinto del alma y exhibe un imponente dominio de los códigos que se necesitan para manejar el drama sicológico, el terror surrealista, el noir extremo, la parodia elegante y el demonio de Nueva York.

Hollywood parece rendido a sus maneras gamberras de autor insobornable con punch europeo y olfato comercial. Polanski se ha casado con la bella Sharon Tate, a la que conoce y seduce realizando El baile de los vampiros y vive en una mansión que va a convertirse en mito mientras él prepara nueva pelicula y sueña con rodar después una costosa historia de piratas. Pero mudarse a Cielo Drive puede ser tan peligroso como estrenar apartamento en el infierno burgués del Dakota.


Una noche de drogas, satanismo de poca monta y cuchillos, la "familia" del loco más famoso de América entra en el 10050 de Cielo drive y representa un drama sangriento que hasta Polanski es incapaz de imaginar para una pantalla. Él está en Gran Bretaña, preparando el rodaje de El dia del Delfín, que jamás llegará al cine. Su mujer embarazada de ocho meses celebra una fiesta de íntimos cuando los acólitos de Manson entran en la residencia del cineasta, acorralan a la anfitriona y a sus invitados y los someten a tortura hasta la muerte. Nadie sale vivo de allí.



Tras los terribles asesinatos y la conmoción mediática que suponen, con el consiguiente desglose pormenorizado de hipótesis, especulaciones y trapos sucios, Polanski sobrevive a duras penas. El cineasta permanece dos años noqueado, pero consigue sobreponerse y rueda un interesante Macbeth, la potente Chinatown y El quimérico inquilino, otra obra maestra inconfundible y terrorífica que pone en pie con la joven Isabel Adjani y él mismo como protagonista. Parece haber pasado el bache, aunque basta fijarse en la historia del detective Jake Gittes y la del inquilino Telkovsky para comprender que la cicatriz californiana sigue en carne viva.

Incluso sin que las maldades ajenas irrumpan en su biografía, el tipo parece marcado y una noche de champán y fotos en casa de Nicholson, Polanski abusa de una menor y todo vuelve a convertirse en un circo de titulares y decisiones judiciales cambiantes que acaban con un no menos escandaloso abandono del país, un día antes de que parezca inevitable ir a chirona y pagar en nombre de todos los salidos de Hollywood. De nuevo, Polanski parece vivir una película personal de consignas conocidas pero más inesperadas que las de cualquier guión.

Así que Tess se convierte en su última película apreciada por la academia americana. Y pasan siete años sin rodar. Cuando al fin lo consigue, recupera un viejo proyecto y fracasa. Después de Piratas, amplios sectores de la industria y de la crítica empiezan a considerar que su talento se da prácticamente por amortizado.


Pero lo cierto es que durante ese período de supuesto declive que llega hasta hoy ha filmado Frenético, Lunas de Hiel, La muerte y la doncella, El pianista y Oliver Twist, todas excelentes, con un solo patinazo real: La novena puerta. Polanski sigue teniendo nervio y sabe establecer el territorio exacto para cada una de sus historias, oprimiéndolo sin descanso: convierte París en una ciudad de angustia, un transatlántico en una ratonera matrimonial, la casa de campo idílica en un centro de tortura y Varsovia en símbolo de la humanidad deshecha.


Enésima pirueta estilo Roman: Hollywood le perdona antes que los jueces y premia El pianista aunque su director siga en busca y captura. La interminable escena en la que un hombre loco de hambre busca el modo de abrir una lata de conserva que apenas puede sostener, sigue siendo una lección de cine que convierte el holocausto de Spielberg en una acumulación poco sutil de barbarie. Hay que saber aguantar el plano insignificante para decir la verdad sin gritarla.


Y la semana pasada, estrenó en España otra película rebosante de talento: El escritor. Ahora, la vida de Polanski no parece una película sino que la película parece la vida de Polanski. El primer ministro inglés de cuando "Irak 2.0", está acusado y acosado. El Tribunal de la Haya quiere juzgarle por juego sucio en connivencia con la CIA y su retiro dorado en una isla maldita se convierte en sarcasmo cuando el encargado de escribir sus memorias aparece muerto en la playa y hay que contratar otro negro que termine el trabajo de ensalzarle como político y como hombre.

Al contrario que Scorsese en Shutter Island, Polanski y su escritor no persiguen la obra maestra. Se conforman con ofrecer un buen libro de memorias y una buena película. Pero Polanski sí firma los trabajos, aunque sean de encargo, y se asegura de que lo que le compremos sea una de las suyas: el escenario acristalado es tan opresivo como un castillo de Poe, la climatología se mete en la banda sonora, los intérpretes -archiconocidos pero pocas veces brillantes- sacan lo mejor de su repertorio, y el final deja sin aliento.

El poder, la soledad, la traición, los abogados, la mujer en el centro del drama... Todo remite al universo personal del polaco. Aunque en realidad, como le sucede a su escritor, Polanski interviene en todos los guiones menos en el de su propia vida.




jueves, 8 de abril de 2010

Los "enfants" ya tienen quien les escriba

Almodóvar de Marañón

Tarantino de Lois

Luna, cinéfila de raza, se ha apuntado al juego de espejos de David y Goliat escogiendo una pareja con mucho riesgo. Aquí está su visión, que completa la nuestra. Gracias de nuevo, amiga.



Les Enfant Terribles


Como Carmen Maura pidiendo “riégueme”, aquí Almodóvar está pidiendo a su cámara “cómeme”, en una pincelada caníbal al más puro estilo de “el último verano”. “Devórame y hazme tuyo”. Y así, el director se convierte en vasallo de sus imágenes.

Quentin se sale del marco, de lo ético, de lo establecido, sufre claustrofobia de la vida y se expande hasta el infinito, se golpea en los vértices y juega a la ruleta rusa del descaro con la desfachatez del timador.

Pedro se dedica a realizar especialmente cine “de-para-con” mujeres, ahondando en los más íntimos miedos, en sus valentías, su coraje, su sensibilidad, su sexualidad y enfatiza la camaradería femenina (tan poco destacada en el cine).

Quentin se especializa, sin embargo en un cine “de-para-con hombres”, despuntando el lado más brutal, más salvaje, más grosero, más violento y más inmaduro, “adolescentes eternos”.

Y los dos van de la mano, dos niños traviesos, curiosos, provocadores, “Les Enfant Terribles”, queriendo llamar la atención, dos “Peter Pan” gamberros, dos criaturas perdidas que desean ternura, que alguien les haga una caricia en la mejilla, y les alborote el pelo y con ello haga desaparecer su enfado con el mundo.

miércoles, 7 de abril de 2010

Tiene delito se convierte en un libro de culto.


Por fin entre los malditos y a precio de saldo.

No se puede tener mejor compañía que El Rey de los bajos fondos y La autopsia de Satán.

Que lo supere Baudelaire.

lunes, 5 de abril de 2010

Películas para niños


Viernes 26 de marzo: Llegamos al pueblo toledano al anochecer. La mami se ha quedado en la ciudad dando el callo y me toca hacer el papel adulto protagonista en esta película de "Vacaciones con papá", en la que las niñas se muestran eufóricas con lo de subir la leña, guardar su ropa, preparar la cena y ver una película de la inmensa colección VHS amontonada en la habitación de la hamaca. Es un ritual ir allí, al fondo de la casa, atravesando el patio helado, encendiendo la luz que cuelga de la viga central de esa estancia llena de objetos fantásticos como una mecedora, una vieja montura española o una máquina de escribir hispano olivetti de los años treinta. Pero el armario del cine siempre supone la mayor atracción, debe ser cosa hereditaria. El prisionero de Zenda de John Cromwell es la primera elegida. Tiene aventura, intriga cortesana, princesa, vals y un tipo como Ronald Colman por partida doble. El único capaz de reunirse con David Niven tras escapar de una emboscada y decir con natural soltura que trae “el regalo de una bella enemiga”. Supongo que ser inglés, pasarlas canutas en la Gran Guerra e intercambiar batallitas con colegas como Claude Rains o Basil Rathbone da cierta ventaja. Ese mismo año protagonizaría Horizontes perdidos, que puede ser la siguiente película a disfrutar.
Madeleine Carroll hace el papel de la princesa Flavia, y aunque a mí siempre me pareció inexpresiva y algo bizca hay que reconocerle prestancia para los trajes de corte europea en días de coronaciones y complots. Las niñas saborean cada escena y reaccionan con exactitud ante las interrupciones del vals y la desesperación del director de orquesta, ante el puñal clavado junto a la cabeza de Colman por el segundo de los Fairbanks, ante el duelo de espadas frente a la cuerda que baja el puente levadizo. Porque todo tiene un sabor puro: el encuentro de los dos Rudolfs, la facilidad con la que se explica su parecido físico (qué gran personaje la tataratataratatarabuela Amelia), la juerga en el pabellón de caza, el vino envenenado, el ensayo de la coronación, la coronación misma, los desprecios al despreciable hermano Michael, el flirteo con la princesa (hay que llamarlo flirteo, no cabe otra expresión en Zenda), la abnegación del consejero real, el malvado Rupert de Hentzau, la señal con el candelabro desde la ventana, el foso, la mazmorra y el duelo que empieza con un Shakespeare remozado para la ocasión: “La mitad de mi reino por una cerilla”.
Una niña de nueve años y una de cinco vibrando al unísono con una película de 1937. Pequeñas prisioneras de Zenda.


Sábado 27 de marzo: Indiana Jones y el templo maldito
Vistas la primera y la última un año antes, no quedaba otra que completar la trilogía del Indi joven. La peor quizá, pero también llena de humor, de sabiduría cinematográfica y cinéfila y la que más niños contiene. Y más terror. Esto no es Zenda, aquí hay sacrificios a Kali, bebedizos posesivos y maldad de primera plana. Pero mis hijas discriminan con soltura de televidentes, internautas y consumidoras de 3D y TDT. De hecho, lo que menos les divierte es el niño chino, como si fuesen críticos avezados. Y lo que más, la bailarina en permanente estado de histeria, cabreo o ánimos intermedios, como a Spielberg antes de pedirle matrimonio. Y una sobremesa toledana queda llena del tipo del sombrero, su látigo y sus medias sonrisas para todos los públicos.
Después de la sesión en la gruta azufrosa, salimos a campo abierto en busca de aventuras.


Sábado 27 de marzo (noche): Shakespeare in love
No será la mejor de Madden, aunque si la más brillante. Y la más asequible de las suyas para ciertas edades, la de nueve atraída por la palabra Shakespeare, la de cinco por la palabra Love. Además, Joseph Fiennes y Gwyneth Paltrow se transmiten electricidad auténtica mientras la apabullante nómina de secundarios (Geoffrey Rush, Tom Wilkinson, Steven O'Donnell, Ben Affleck, Judi Dench, Imelda Staunton, Colin Firth, Rupert Everett) se ocupa del trabajo sucio.
Y es el teatro del teatro, el fingimiento, el disfraz, el duelo, el recitado y la pasión. Apenas una escena resulta decididamente no apta (con la cortesana saltando de forma inequívoca sobre el jefe del teatro rival) y le damos al avance con el consiguiente regocijo inocente que produce en todo niño la cámara rápida. Y al final, la inmensa playa en la que se aleja por siempre Lady Viola para convertirse en la protagonista de Noche de Reyes, transmite a mis princesas su auténtica emoción.
Mañana llegan refuerzos infantiles. Esta vez se trata de un varón de diez años, futbolero y con Wii. Habrá que rebuscar viejas aventuras en el armario del cine, que me hace el mismo servicio que el baúl de un mago.
Domingo 28 de marzo: El temible burlón
Burt Lancaster y su compañero del circo, al que siempre llamaremos “Ojo”, se marcan una de piratas poco seria, pero infalible para todas las edades y todos los sexos, porque entre pirueta de proa a popa, rescate por la dama, motín pirata y rebelión libertaria, hay tiempo para el amor, para la ciencia y para la mímica de un comediante que se perdió el cine mudo. Sí, claro: Ojo.
Hasta mi hermano, que traía a los nuevos huéspedes, se engancha y la ve hasta el final disfrutando de los comentarios de sus sobrinas y el nuevo crío de nuestra improvisada filmoteca VHS.

Lunes 29 de marzo: Espartaco
"¿De verdad queréis ver ésta? Dura tres horas y termina mal". No les importa, la Semana Santa ha entrado de encargo a través de la videoteca familiar y la de romanos se impone. Supongo que por instinto atávico, porque ellos no han conocido aquellas épocas en las que programaban hasta la última, desde Quo Vadis y Ben Hur (aún vivas) hasta la terrible y pasoliniana El Evangelio según San Mateo, que a mí, quizá por el blanco y negro, me impresionaba más que ninguna, parecía más real.
Así que allá vamos: gladiadores, romanos decadentes pero ambiciosos, Charles Laughton repartiendo estopa y clase, la esclava, el líder musculado y las maravillosas voces de doblaje de aquellos tiempos de proyección sistemática de todo lo que acabara en crucifixión. Y la aguantan entera. Y saben quién es el malo entre los malos, y el rastrero y el noble. Y lo de que la dirija Kubrick tendrá algo que ver en que el resto de la semana, cada vez que hacen una pifia y preguntemos quién ha sido el artífice, los tres niños griten “¡Yo soy Espartaco!”. Han entendido la película.


Martes 3o de marzo: Los inmortales
Aunque llevamos ya dos consecutivas de espadas y batallas, me da un antojo ochentero al ver en la repisa Los Inmortales, una película del irregular (y con frecuencia pésimo) Russell Mulcahy: Christopher Lambert, con más bizquera que Madeleine Carroll, hace el papel de Connor McLeod, y Beatie Edney (qué chica más dulce ¿a dónde se fue?) el de su esposa escocesa. Pero sobre todo está Connery, a punto de iniciar lo mejor de la última etapa de su carrera (Los intocables, El nombre de la rosa, Indiana Jones y la última cruzada,…), demostrando que había alcanzado ese punto al que todo intérprete aspira, en el que para dominar cualquier escena le basta con estar en ella.
La película es de una futilidad casi cómica, aunque la banda sonora despierta una nostalgia benigna y los cambios de época siguen siendo sorprendentes y cuidadosos. Pero como dijeron los mayores de entre los pequeños: “¿Y todo esto para convertirse en mortal? ¡Vaya una cosa…!”

Miércoles 31 de marzo: La ventana indiscreta
Unas persianas de cañizo que se abren progresivamente, una panorámica del patio de vecindad, un tipo escayolado y su nombre sobre el yeso, una cámara rota, la foto que le costó la fractura, la revista para la que trabaja. Aún no ha empezado el diálogo pero el guión ha puesto todos los elementos de partida de una obra maestra absoluta ante los ojos puros de tres niños que no han visto una de Hitchcock jamás, porque ya no existe Sábado cine, ni ciclos retrospectivos en la 2, ni nada que se le parezca. Apenas han transcurrido unos pocos minutos y todo está ahí, salvo Grace, para que los pequeños se peguen a su butaca casera y disfruten de un cine que ya no se hace. Pero llega Grace, en el momento justo, luciendo una moda incapaz de envejecer sobre su piel, que las dos niñas del público admiran sin concesiones. Y Telma, esa masajista corrosiva que dice las cosas como son y despierta más de una risa infantil por lo crudo de sus pronósticos criminológicos. Y el perrito que muere, y la señorita corazón solitario que quiere morirse, y la señorita Torson bailando y “caminando entre lobos”, y la pareja en luna de miel maratoniana tras una cortina que lo hace todo absolutamente libre de censura oficial o paterna.
Por fin una de asesinatos que los menores contemplan sin terror, aún entendiendo plenamente lo que allí se cuenta. En fin, Hitchcok. Pleno en el video club semanasantero del pueblo con estufas.

Jueves 1 de abril: Vacaciones en Roma contra Golden Eye
Gran día de cocido para 10 en la cocina rústica, donde se prepara el litúrgico visionado de Vacaciones en Roma, que nunca falla cuando se juntan al fin todas las madres, hijas y titas de la casa en la casa de los VHS. ¿Una de romanos? Para ellas ésta. Audrey y Gregory en el apogeo de su belleza, contando una sencilla historia de amor principesco que termina casi como El tercer hombre, pero sin cítara.
Es el momento elegido por los varones (salvo el de diez, que tiene que verla porque no se ha traído la Wii), para escapar al pub del pueblo vecino. Me encanta la película, pero ya conozco de sobra la reacción de mis hijas en cada plano, en la pérdida del zapato (como Cenicienta, dice siempre la peque), en la fuga que acaba en la boardilla de Peck con su pijama y una exclusiva en ciernes, en la escena de la peluquería, en la de la vespa, en la de la boca de la verdad, en la pelea, en el coche, en la respuesta a la prensa, coreada en cada nuevo pase por mis hijas: ROMA. En el plano final, demoledor y a la vez hermoso.
El pequeño jugador de Wii se cobrará su venganza esa misma noche, porque ponemos Golden Eye. La primera de Bond con Brosnan haciendo el papel, tomando martinis y repartiendo besos y balas por medio mundo. Las chicas no se van al pub porque no son muy de barra, pero van dispersándose en corros y conversaciones cada vez más alejadas de 007 y sus variadas (y no muy amenas) persecuciones en tanque, avioneta, coche y patinete. La lujosa vaciedad de Bond sólo se llena con testosterona infantil o ganas de tenerla. Así que aguantamos a pie firme, como mandan los cánones, hasta el último morreo a la buena rusa.
Mañana tocarán otros riesgos.

Viernes 2 de abril: Billy Eliot
El último día, la primera película protagonizada por un niño y la menos infantil de todas. Pero mi pequeña está aprendiendo ballet y eso parece argumento suficiente para ver al hijo de los mineros tratando de abrirse camino en el mundo de la danza, frente a una comunidad que cree que eso es de nenas, pero que le quiere incondicionalmente.
Como yo suponía, a la pequeña le encantan las escenas de baile pero desconecta un poco de lo demás, mientras los de nueve y diez disfrutan del lenguaje subido, de la actitud inconformista de Billy y de la banda sonora super-inglesa.
Ese Billy saltando en su cama al son de la música justo antes de los créditos, resume esta semana de Cine en la que el mayor placer ha consistido en redescubrir su maravilla a través de otros ojos más limpios y asombrados que los míos.