viernes, 29 de abril de 2011

Parece de coña

Alguien debería decirles algo a los hacedores de trailers. A los unos... y a los otros.

LOS UNOS:

Fast and Furious 5.
Anda Marañón, para que luego digas de Nicolas Cage. La mejor frase: "daremos un último golpe y desapareceremos para siempre". ¡A ver si es verdad, coño!




Thor.
Hopkins cobra un cheque interesante, Portman le hace otro chirlo a su Oscar y los vigilantes del sector alimentario son injustamente ninguneados... Para darse con un martillo en la cabeza.




LOS OTROS:

No tengas miedo.
Montxo, hombre, aunque se tenga un prestigio, conviene que el trailer anime a ver la película. No hace falta poner trompos de coches ni rubios cósmicos, pero caramba...




El vuelo del tren.
A lo mejor es la sorpresa tapada del año, pero su trailer la tapa aún más. No sé pueden usar con menos gancho la música, los letreros, las secuencias seleccionadas. Y ya de paso ¿Qué historia nos plantea la película? ¿Quién está mala? ¿La madre, la niña? ¿Qué papel juegan los hombres en la historia? En fin, como para competir con el fragor de los gringos.




Lo dicho, amigos, patetismo por exceso o por defecto.
Consultad la cartelera y que tengáis suerte.

miércoles, 27 de abril de 2011

La balada de Cable Hogue


Anoche soñé que volvía a Manderley…

…Y me detuve a medio camino, digamos 1970, en un desierto sin agua, hasta que llegó Jason Robards y la encontró de milagro. Gracias a ese hallazgo, el harapiento Cable Hogue y su amigo predicador con alzacuello giratorio se convertirían en los nuevos personajes duros y desconcertados de Peckinpah, después de aquellos otros mucho más violentos, del mismo Oeste sucio y decadente, que retrataba como nadie el fronterizo de California.

Duelo en la Alta sierra (1962), Mayor Dundee (1965) y Grupo salvaje (1969) precedieron a esta pequeña película llena de encanto, melancolía, humor y mugre. Apenas cuenta una venganza aplazada, la puesta en marcha de un negocio cutre antecesor de las gasolineras y el romance inacabado pero confortable de un pelanas y una puta del Oeste. Pero no hace falta mucho más para una gran película con estructura de balada, textura polvorienta y sub-texto romántico. Porque Jason Robards y Stella Stevens no son Redford y la Streep recitando a Coleridge en medio de un safari, pero Peckinpah demostró que se puede sacar petróleo de un lavado de grupa tanto como de un enjuague de cabello. Y que la cámara lenta, estilizadora de la muerte, puede sustituirse por la rápida, estilizadora de la vida.

La balada de Cable Hogue (1970) es la única película de Peckinpah en la que las cosas del mundo parecen estar en su sitio y las serpientes de cascabel se utilizan para guisar. Por primera y última vez, el mestizo aparcó su ira para filmar lo más parecido a un Capra trasladado al western, donde un hombre insignificante no podrá saber qué sería del mundo, de su desierto, si él no hubiese nacido para encontrar agua, pero tendrá el privilegio de asistir en vida a su propio funeral y compartir, rodeado de deudos, un bonito discurso fúnebre.

Habría sido un excelente broche para la carrera de Peckinpah, el testamento fílmico idóneo, su Gran Torino. Pero aún vendrían, uno tras otro, algunos de sus títulos mayores: Perros de paja (1971), Junior Bonner (1972), La huida (1972), y Pat Garrett & Billy the Kid (1973). De la furia a la nostalgia, de la road movie con recortada al poema estilo Dylan. No está mal para aquel apache de Hollywood pasado de coca y tequila, que llevaba un trapo en la cabeza y armaba películas capaces de resistir todos los tijeretazos que un gran estudio quiera darle al mejor celuloide.

Peckinpah sabía, como Cable, que en el peor de los desiertos puede encontrarse un manantial de agua fresca o de cine imperecedero. Como en las cenizas de Manderley.


(Publicado en la revista Culturamas, abril 2011)




domingo, 24 de abril de 2011

Curioso punto de vista

He cazado unas declaraciones de Woody Allen (en un Semanal de agosto de 2010), que me apetece compartir con vosotros:


PREGUNTA: Sus películas siempre son más reconocidas en Europa que en Estados Unidos. ¿Cuál es su parte americana y cuál la europea?

W.A: Soy norteamericano, pienso como un norteamericano y me encanta vivir en Nueva York. Necesito la tensión nerviosa de esa ciudad. Dicho esto, le confieso que, cuando era joven y empezaba a escribir y a introducirme en este mundo del arte y del cine, toda la gente de mi entorno en Estados Unidos descubrimos a la vez el cine europeo. Habíamos sido educados con las películas de Hollywood, que, aunque había algunas buenas, la mayoría eran bastantes estúpidas. De pronto podíamos ver a Bergman, a Fellini, De Sicca, Buñuel... Así que es posible que cuando comencé a hacer cine, de forma inconsciente, todos ellos estuvieran presentes de una u otra manera. (...)

Así que, mientras aquí (y en la Francia del Cahiers), nos rendíamos a Hitchcock, a Ford, a Hawks y a Welles, entre otros muchos norteamericanos nativos o de adopción, frívolos del entretenimiento de masas que hoy están en el mausoleo de los ilustres, el joven Woody, el espídico Martin y algunos otros en Nueva York o en California se rendían a los italianos, al sueco y hasta al de Calanda.

El gran cine europeo que nunca alcanzó del todo la universalidad pavorosa de Hollywood. Y que ahora trata de sobrevivir imitando la estupidez señalada por Allen, en su versión más reciente y desafortunada. Sin revisar a los maestros del cine que Europa atesora, quizá porque la memoria del cine no se alimenta de visionados sino de iconos. Imágenes fijas pero imperecederas, multiplicadas hasta ahora por el papel y desde hace una década por los canales de la red.

¿Cuántos cinéfilos profesionales de Norteamérica estudiarán, coleccionarán, editarán o clicarán hoy sobre Berlanga, Pasolini, Trauffaut, Fassbinder, Clayton o Dreyer? ¿Cuántos lo harán sobre Loach, Von Trier, Ozon o Erice?

Woody, entre tanto, sigue yendo al psicoanalista sin éxito. Este año estrena una con Carla Bruni...




martes, 12 de abril de 2011

¿Para qué sirve un oso?





El director de La torre de Suso tiene un escenario imponente y lo sabe: Es Asturias, sus pueblos pequeños y coquetos, sus casas de piedra, y sobre todo, sus montañas, sus verdes, su pureza, su garra. Más garra que la de una pelicula amable y un poco superficial. Más garra que la de este oso que, en cualquier caso, sirve.

Sirve para comprobar lo que pueden hacer un paisaje, unos intérpretes queridos por el público y un poco de amor "blanco" por un cine como el español, tan perdido a veces en el extrarradio sórdido, la copia desangelada, el desnudo procaz o la inmersión ideológica de manual.

Lástima que el guión y la dirección necesiten algo más de ritmo, de dibujo emocional y de intriga "úrsida", porque estos hermanos científicos que valen para quererse a hachazos y para recrear cine mudo, hacen la vida más agradable dentro de la pantalla, poniendo de manifiesto además que un americano joven y guapo tiene que ser mejor actor frente a cómicos tan curtidos como Javier Cámara y Gonzalo de Castro.

Me gusta esta película aunque aproveche sólo algunos tarros de miel (el hallazgo antártico, la quema de primeras ediciones, la conferencia escolar, el encanto de Emma Coen, la aventura de los hermanos Wilson, el gag de las truchas, el plano final del oso) y desperdicie otros (la química entre el biólogo y la niña, el amor silencioso de la veterinaria, el desparpajo de Oona, la sabiduría de Geraldine Chaplin).

Pero sirve, sirve. Ojalá Tom Fernández siga mostrándonos Asturias, donde aún viven los osos.

domingo, 10 de abril de 2011

¿Qué fue de Nicolas Cage?


Sinopsis de la última película de Nicolas Cage (Furia ciega en 3D o algo así), que se ha estrenado este fin de semana:

Milton (Nicolas Cage) es un delincuente habitual que se escapa de la cárcel en busca de una última oportunidad de redimirse. Decidido a detener a una despiadada secta de fanáticos que asesinó a su hija, tiene tres días para hacerlo antes de que sacrifiquen a su nieta bajo la luna llena. Milton debe encauzar su furia más allá de los límites del hombre para salvar a su último vínculo con la humanidad. Le acompaña Piper, una joven camarera sexy y lista que “toma prestado” el Muscle Car rojo de su ex novio para ayudar a Milton. Ahora, ambos se encuentran tras la pista del carismático Jonah King y sus seguidores asesinos. King está dispuesto a lanzar a cada uno de sus fieles bajo las ruedas del Black Challenger turbo del 71 de Milton para cumplir su destino e instaurar el infierno en la Tierra.

Parece una broma, pero no: ese es el "argumento".
¿Dónde se fue el intérprete de Leaving Las Vegas, Arizona Baby, Cotton Club, Corazón salvaje, Birdy o Hechizo de luna? ¿Para qué quieren todos los actores del mundo recabar en Hollywood, donde a poco que se descuiden les darán el papel de malvado con pedigree en una de Nicolas Cage? ¿Cuántos coches se pueden destrozar en un rodaje convencional de Hollywood? ¿Cuántas explosiones puede aguantar un guión de cine? ¿Qué buscan los actores de hoy? ¿Buenos papeles o buenos cheques? Cuidado con lo que se desea. Puedes acabar convertido en Nicolas Cage.

sábado, 9 de abril de 2011

Sin límites


Anticipo que no pagué por verla, sino que asistí al pase de prensa, una circunstancia que paradójicamente suaviza en modo notable mi sentido crítico, aunque la cosa se proyecte a media mañana y en frío. Pero ya digo, no pagas en metálico y eso reduce las posibilidades de irritarse.

El precio aquí es que te toca asistir a una película que reúne algunos vicios rescatados de los 80 (el deslumbramiento por las finanzas y el éxito suntuario), de los 90 (los acelerones de cámara para ponernos psico-moderno-trópicos) y de los 2000 (un guión pueril y De Niro pasando por allí sin mucha gana), y los mezcla con un desparpajo digno de mejor causa.

La historia del escritor que tomando pastillas aprovecha el 100% de su cerebro, convirtiéndose como ya podéis suponer en un súper-hombre yonki de su poción, parece primero una campaña a favor de las drogas, luego contra ellas y finalmente, gracias a ese giro previsible por obligado que le ponen últimamente a casi todo, una especie de apología de la política para iluminados. Y todo ello con buenos actores, un presupuesto molón y una cámara efectiva y efectista, pero contado con el 1% de la capacidad mental exigible para que la cosa tenga de verdad rollo.

Vamos, lo que se dice un taquillazo. ¡A ver si es que vamos a ser los críticos los que somos unos limitados de cojones…!

viernes, 1 de abril de 2011

Estrenos en un mundo igual que siempre


Bueno, pues otra semanita con variadas opciones que ilustran claramente cómo funciona esto del cine, la competencia y la taquilla. Y porqué la recaudación acabará como suele.


La del Oscar a la mejor película extrajera llega por fin a las salas españolas. Una buena historia con material dramático de gran calibre (la asistencia sanitaria en África) que sin ese galardón hollywoodiense probablemente nunca hubiéramos podido ver en nuestros cines y de la que, si se hace remake con George Clooney en el papel del médico, aún sin Oscar recaudará 20 veces más en todo el mundo de lo que puede recaudar esta cinta danesa.




Una de invasión extraterrestre a todo trapo, trapo norteamericano-of course, cuyas imágenes bélicas –profusas en el trailer- suenan a vistas en diferentes películas anteriores sobre el asunto (parece que la hubieran hecho al estilo Corman, con retales de otras ya estrenadas, pero no, seguro que han rodado con unos cuantos cientos de millones) y que se suma a un género que se ha convertido en el refugio cinematográfico que emplea últimamente Estados Unidos para ofrecernos un ejército profesional con buena prensa, salvador de los débiles y justo en sus batallas, desde que el cine post-Irak empezó a difundir un tipo de marine bastante loco, de gatillo fácil y desconcierto ideológico creciente. Cada vez que estrenan una de éstas me hago la misma pregunta ¿Porqué los extraterrestres siempre invaden EE UU lo primero? Hay un momento del trailer en el que se dice la dramática frase "¡No podemos perder Los Ángeles!" que dan ganas de rematar diciendo "Porque allí está Hollywood, maldita sea!!"


Frente a la oscarizada y la catastrofista, tres pequeñas propuestas llamativamente entrañables y a buen seguro minoritarias: Un festival mítico de heavy metal – el Wacken- proyectado en 3d, al que se le añade una pequeña ficción de cuatro chicas con su grupo de rock acudiendo al festi. Idea entre el documental, el evento alternativo para salas y la ficción rockera, que ha surgido en ¡Aragón! y que me intriga aún ahora que mis discos de los Maiden han dejado de sonar. En fin, como suele decirse: muy heavy.


Una película chilena aparentemente sencilla, que habla quedo, con ritmo de vida corriente y que es Goya a la mejor película iberoamericana. Como con la danesa y su Oscar, seguramente no habría llegado a estrenarse de no ganar ese Goya (va a ser que el Goya sirve de algo, luego ya veremos quien paga la entrada).




Y finalmente, una película española (¡no jodas! ¿subvencionada?), que probablemente aguantará el tipo por un reparto muy popular y un planteamiento desenfadado pero poco usual por aquí (la comedia ambientada en la naturaleza pero sin tetas como premisa del guión). Se llama ¿Para que sirve un oso?

Para resistir a la invasión alienígena de gran presupuesto, seguramente no.