
Emma, una realizadora que habla fuera del plano, le cuenta a Ana, la actriz que va a encarnarla en pantalla, el planteamiento de su película: será la historia de un viaje a Tattiouine, pequeño pueblo del Atlas en Marruecos, donde su padre (primero fotógrafo y con el tiempo documentalista) recalaba una y otra vez como quien vuelve a Innesfree.
En realidad, la película ya ha empezado con esa explicación de su argumento, en la que Emma le cuenta a Ana el porqué de ese viaje y de la película misma, mostrándole los recuerdos que atesora de Elías, muchos de ellos encontrados en su habitación de Tattiouine durante el verdadero viaje que ella ya hizo y que se disponen a recrear ahora con una actriz interpuesta.
La reunión termina en acuerdo y la realizadora se muestra a cámara por primera vez, ilusionada ante el proyecto. Es importante que podamos verla y oírla, porque aparecerá o hablará en varios momentos del film, de forma significativa.
Ana, interpretando a Emma, comienza su viaje en un avión, aterriza en Marruecos, pasa la aduana (la voz de Emma disculpándose por rodar en el aeropuerto nos recuerda de nuevo la simulación sin trampa), llega a un hotel de Fez, pregunta en el zoco por el pequeño pueblo, recala en un taxista demasiado vivo, se desorienta por el dédalo de callejuelas de la ciudad, sube a un autobús... Es quizá la parte más convencional y, por eso, débil de la película.
Pero al llegar al sur y encontrarse con Moha, el muchacho que va y viene de Tattiouine uniéndolo con el mundo, la película se dispara hacia la belleza más esencial. Por tercera vez, oímos la voz de la realizadora tras su cámara, pidiéndole a Moha un momento para decirle lo que debe hacer al encontrarse con la actriz que la representa. No escucharemos sus instrucciones, pero la escena inmediatamente posterior nos permite adivinarlas. Moha hace frente a la actriz lo mismo que hizo frente a Emma en su día: enterarse de que es la hija de Elías y abrazarla con emoción.
Emma/Ana avanza ya por los caminos del Atlas en la camioneta de Moha y suena Aïcha de Kahlèd para abrirnos a un paisaje de optimismo donde el Marruecos del tópico se desmoronará ante nuestros ojos. Tattiouine es un pueblo sin engaños donde gente sencilla vive, sueña, baila y acoge a la hija de aquel visitante exótico y frecuente ahora fallecido. Todos tienen recuerdos de él y de su cámara, que vuelve a retratarles en manos de Emma (la propia Emma o Ana haciendo de Emma). Las mujeres, los ancianos, los niños, los cabezas de familia posan sin actuación ni azoramiento, y las imágenes incrementan su intensidad. Algunos momentos de este tramo de la película demuestran una sensibilidad extrema: el baño de la mujer y la niña, su intercambio de palabras en el idioma del otro, la proyección de las cintas de Elías para todo el pueblo…
Y aunque esas maravillas destacando clamorosamente te permitan cuestionar la fuerza del conjunto, hay un último cartucho esperando aún para dejarnos sin aliento. El viaje ha concluido y Ana interpretando a Emma tiene que despedirse de sus amigos de Tattiouine uno por uno. La niña irrumpe en el último instante, como si hubiera decidido abrazar a su amiga cuando casi iba a perder la oportunidad. Lo hemos visto en otras películas, es cierto. Pero mientras la pantalla muestra el adiós de Hadda, una marroquí de diez años, agitando tristemente la mano en mitad del camino, oímos una vez más a Emma: su sollozo contenido tras la cámara, la vibración no prevista de la imagen, la cámara que deja de aguantar el plano y baja con el brazo conmovido hacia el suelo pedregoso de los pueblos del Atlas.
He visto pocos finales tan contundentes. Y aunque el dvd será probablemente imposible de encontrar, o precisamente por eso, quería compartirlo con vosotros. Los que vivís rodando.