martes, 17 de mayo de 2016

Capitán América Civil War



"Yo nací, respetadme, con los cómics", podría ser el principio de un poema estadounidense que parafraseara a Alberti.

Lo cierto es que yo también y entre los cómics con los que crecí abundaron los de Marvel, especialmente los del hombre araña y Hulk. Al Capitán América lo traté sólo de refilón, como a IronmanVisión  y otros cuantos Vengadores que iban y venían. Aún así, la franquicia del grupo me parece la realización marvelita del cine más lograda hasta el momento.

Donde DC sigue pinchando con las suyas -excepción de la etapa Nolan de Batman-, Marvel monta un mundo interrelacionado y solvente en el que algunos superhéroes no funcionan del todo bien, pero se redimen en sus cameos para otras películas de la casa. En esta última del capi, el grueso de los vengadores y unos cuantos supers más se reúnen para darse de leches entre ellos, que con sutiles variaciones es un poco lo que hacen siempre hasta identificar al verdadero enemigo.

El error es detenerse a darnos demasiadas explicaciones. Para muchos seguidores esto ha sido un avance, un gran paso en la solidez argumental de las propuestas Marvel. Pero quién quiere solidez en medio de una docena de tíos en mallas. Resulta que, mientras DC intenta parecerse a Marvel (véase el trailer de Escuadrón Suicida), Marvel quiere parecerse a DC.

No la caguéis, amigos. Si habéis hecho los pases-test (que seguro que sí), comprobaríais que los momentos más agradecidos por el público corren a cargo de Tony Stark y Peter Parker, y de Antman, presididos por la coñita habitual. Entre tanto, mucho trauma, mucho debate y mucho tiempo muerto. La trascendencia dejádsela a Nolan, el experto en ponerse seriote con esto del entertainment hasta pasar por autor (cómo está Hollywood), o la racha se acabará antes de lo que esperábais. 

Como el género bíblico y de romanos, el de los superhéroes ha venido en este siglo al rescate del negocio, ascendiendo rápidamente y declinará pronto para dar paso a algún espectáculo nuevo que mantenga viva la pantalla grande. ¿Cuánto tiempo le queda a los enmascarados? De Marvel depende.


miércoles, 4 de mayo de 2016

La punta del iceberg



La ferocidad que puede presidir el mundo laboral en pos de resultados más competitivos es un buen barro dramático en los tiempos que corren. Si a eso le sumamos unos cuantos suicidios en el mismo centro de trabajo, que obligan a una investigación interna asignada a una dura ejecutiva con las trazas de Maribel Verdú, la cosa gana en interés y posibilidades.

Su ir y venir de un despacho a otro, salas de reuniones, sótano o azotea, componen esta jornada fría y desagradable en la que la coraza de la investigadora va desprendiéndose a medida que profundiza en las prácticas de la empresa para optimizar el rendimiento. El director debutante David Canóvas se mueve con fluidez por los escenarios impersonales de los parques de negocios y su reparto aprovecha unos diálogos corrosivos para secundar estupendamente a Maribel y mantener el interés durante toda la película.

Lo malo es que en ella no pasa nada muy diferente a lo que está planteado desde el inicio, no hay apenas sorpresas y el discurso acaba ciñéndose a los lugares comunes. En esos lugares, bien trascendidos, estaba el verdadero filón de la película, pero los guionistas se obligan a buscar algún puteo excepcionalmente sangrante que redondee la maldad de los de arriba. Ese recurso-concesión devalúa el impacto de una realidad simple y actualísima que se bastaba por sí sola: rendir a cualquier precio es poco sano. 

Pero quizá el espectador no quiere mirarse en la pantalla como en un espejo y en el cine prefiere las villanías evidentes y las revanchas justicieras. Aunque ambas cosas sean solo la punta de un iceberg.