jueves, 31 de diciembre de 2015

El despertar de la fuerza



Treinta y dos años hemos tenido que esperar para ver de nuevo a Han Solo y Chewaka en pantalla grande. El wookie no ha echado ni una cana, pero Han sí, aunque mantiene su ironía sandunguera intacta. 

Antes de que lleguen los contrabandistas que animan la Galaxia, los artífices del guión nos obsequian con un arranque bueno por las novedades más llamativas del reparto (la chatarrera y el desertor), pero escamante por cuanto tiene de déjà vu: Droide simpaticón, planos ocultos, enmascarado a la caza... ¿Cuánto habrá cobrado Kasdan por figurar en el libreto?


El listillo de la clase J.J. Abrams, opta por la familiaridad de los fetiches sin pararse a distinguir entre lo familiar y el plagio directo. Pero sabe moverse con soltura en un universo con reglas claras e inventa lo justo.


Tiene dos personajes positivos bien dibujados y nuevos, otro que promete, un malo bastante resultón aún a medio cocer (la saga continúa) y tiene a Han. Han regateando con bandas de maleantes a las que debería rendir cuentas, Han poniendo motes perfectos a los recién llegados, Han regañando o flirteando con Leia, Han aportando el coraje del lado oportuno cuando se necesita... Eso y Luke como enigma, los gruñidos del wookie y las naves de unos y de otros batallando como suelen, son más que suficiente para la hinchada.

 Se apuntan nuevos caminos, mientras se transitan los de siempre -en algunos detalles hasta lo irritante- y los sables se cruzan al fin en la oscuridad de la noche, un momento imprescindible que consigue brillar en un perfecto equilibrio de clásico y novedad.


Es la saga que vuelve, decididamente pegada a la original, y la mayor sorpresa de la entrega es probablemente lo único en lo que se la juegan y a mi juicio ganan si lo hacen bien en adelante. 

Al fin y al cabo, el Halcón sigue volando, como solo es capaz de hacerlo un buen montón de chatarra.


lunes, 28 de diciembre de 2015

Mis 10 del 2015


Ex Machina 


El año más violento


Aguas tranquilas


Regreso a Ítaca


La profesora de historia


Nuestro último verano en Escocia


Inside out


Lo que hacemos en las sombras


Marte


Truman

jueves, 24 de diciembre de 2015

lunes, 7 de diciembre de 2015

El puente de los espías


Steven Spielberg ya no tiene nada que demostrar. Filma como nadie cualquier historieta -o gran historia- que caiga en sus manos y le provoque el gusanillo de ponerse tras la cámara de nuevo. Para la ocasión que nos ocupa, parece que se ha dado el capricho en este relato de guerra fría y "americano medio" (el modelo de americano medio que les gusta a los americanos medios ver en pantalla). El guión es de los hermanos Coen, pero va en la onda spielbergriana de hombre de familia haciendo valer sus principios en territorio hostil.

Con buena parte de su agenda acaparada por labores de producción, padrinazgo de nuevos talentos y una edad que ralentiza cualquier tarea, Steven ha optado por llamar a Tom Hanks y le ha propuesto un papel de los que hace con simplemente estar en el plano. Mejor ahorrarse complicaciones innecesarias, con Tom al frente del reparto gran parte del trabajo -incluso parte del que el guión debía hacer- ya está hecho.


No hace falta mucho esfuerzo del espectador para entender la todudez profesional de Donovan /Hanks o la empatía con su defendido, aunque sobre el papel esta última no se establezca con el rigor suficiente. Es Hanks, por el amor de Dios, un tipo que ha heredado de Jimmy Stewart lo que nos gusta de América, pase lo que pase. Con astucia bienintencionada y un sombrero, es capaz de darle lecciones a la Cía y capear temporales de nieve y política en el Berlín Oriental, mientras llama a la familia y prepara un canje en el famoso puente.

En un momento de paranoia nuclear, aviones espía y construcción del muro, todo ello con presencia en pantalla, pero supeditado a la aventura personal del protagonista absoluto de la función.


Speilberg rueda una exquisita producción, en todos los frentes que la producción implica, salvo en eso que el dinero y la profesionalidad, y ni siquiera Hanks, pueden darte. La intensidad, la emoción, la gracia. Una historia estupenda se queda entonces en lo superficial, mostrando con solvencia la peripecia de los personajes, a dónde van, qué dicen y qué hacen, pero no qué sienten. 

Es una decepción parcial, porque la película tiene un arranque y un desenlace excelentes y algunos momentos con la brillantez que solo Spielberg sabe acuñar. Pero mi impresión, condicionada por la maldita veteranía, es que le ha salido algo falta de garra. Ya que tenemos que sufrir algún subrayado marca de la casa, debió compensarnos con su contrastado talento para subir nuestras emociones a una montaña rusa (nunca mejor dicho).   

Aunque -por descontado- bien por Hanks.


sábado, 5 de diciembre de 2015