lunes, 22 de octubre de 2012

Argo




El próximo viernes se estrenará Argo, dirigida y protagonizada por Ben Affleck. La película narra la historia de los funcionarios estadounidenses que, en el incendiado Irán de Jomeini, salieron por piernas de su embajada y esperaron socorro en la de Canadá, mientras el resto del personal era convertido en rehén. Como estaba claro que era solo cuestión de tiempo que los iraníes descubrieran, aún contando a dedo, la falta de esos pocos que se habían escabullido, la Cía decidió tomar cartas en el asunto. 

A primera vista, podría pensarse que solo es otro caso llevado al cine en el que el gobierno de Washington (y su agencia) velan por los suyos, cosa que no sé muy bien por qué irrita. A lo mejor es por el exceso de marines o fuerzas especiales equivalentes que suelen protagonizar este tipo de operaciones de rescate en pantalla grande cuando la cosa se hace en territorio hostil.

Pero aquí de eso no hay nada. Lo que hay es un sólo agente y su ingenio, ante un montón de altos cargos dispuestos a contemplar cualquier plan por absurdo que parezca. Y el del protagonista gana en esto de largo.

La verdad es que Affleck rueda cada vez mejor, sus películas van subiendo peldaños y, si sigue manteniendo el criterio, puede sustituir a Eastwood cuando llegue el momento. Trepidante, cínica, llena de tensión y humor (a cargo de esos veteranos Alan Arkin y John Goodman, absolutamente geniales), apenas si le faltan tres o cuatro pinceladas que fortalezcan algo más a algún que otro personaje y le sobran unos pocos abrazos y aplausos de equipo, de esos que también nos irritan mucho. 

Un producto solvente, bien narrado, sobre un suceso que merece narrarse. Algo cada vez menos frecuente en Hollywood. No os la perdáis.



viernes, 19 de octubre de 2012

Atraco





Atraco, de Eduard Cortés, es una coproducción hispano-argentina que pudo ser excelente película de género contando un falso atraco para proteger las joyas de la Perón, pero queda en historia de las que interesa a rachas, divierte con algunos momentos logrados y afloja (aunque no naufraga), en partes que deberían emocionar o elevar la tensión. Probablemente influya que ese Madrid que podríamos ubicar entre la posguerra y el desarrollismo evoca inevitablemente a un Amar en tiempos revueltos con mejor presupuesto, diría que hasta algún actor repite.

Eso sí, Guillermo Francella (descubierto para España por El secreto de sus ojos), compone un buen personaje, ese peronista de pistola que se la juega sin pestañear aun cuando sabe que le tocará perder. 

Amaia Salamanca sigue guapísima, esperando su oportunidad en una película aún sin escribir.



domingo, 14 de octubre de 2012

Lo imposible





Lo imposible, de Juan Antonio Bayona, es la historia de una familia de turistas sorprendidos por el tsunami que arrasó en 2004 las costas de Tailandia, Sri Lanka y la India. Se sabían desde hace tiempo algunas cosas de su ambicioso proyecto, del reparto encabezado por Naomi Watts y Ewan McGregor, del complejo rodaje,… pero el pesimismo que tanto nos gusta cultivar acompañaba casi siempre ese goteo de datos básicos. Porque debutar con una notable película de miedo como El Orfanato no es nada fácil, pero recrear una catástrofe de esta magnitud con el dinero que manejan en España las películas más ambiciosas que podamos enumerar, parece tan imposible como la historia que se nos cuenta en pantalla.

Bayona rueda un desastre natural sin precedentes y lo hace con apabullante solvencia, para inmediatamente ceñirse a lo humano con sencillez sentimental y narrativa, el mejor modo de conectar al público con lo que sucede en cada escenario.  No hay nada que añadir en lo tocante a lo que se ve en la pantalla, pocas licencias para enriquecer el problema familiar, abarcar más desdicha o mejorar la intriga, que se resuelve con habilidad mediante intrigas parciales que no traicionan la sinceridad del conjunto.





Los más exigentes se sentirán incómodos con algunas secuencias de amor, redención o solidaridad, tachándolas de tópicas, o con esa gran banda sonora dedicada a propulsar la emoción,  pero para mí Bayona hace un trabajo soberbio y honesto.

He leído en Caimán cuadernos de cine que no pasa de ser un brillante ejercicio de mimetismo respecto a lo que Hollywood acostumbra hacer con este tipo de narraciones, de Spielberg para acá. “Pero muy brillante”, pensarán allí, “porque consigue con 30 millones lo que aquí hacemos con 300”. Por eso, me temo que sabrán apreciarlo más que nosotros y le mandarán enseguida un billete de avión a Los Ángeles. Sólo ida.





viernes, 12 de octubre de 2012

El artista y la modelo


Fernando Trueba es un cineasta interesante y versátil que llevaba tiempo sin acertar, si exceptuamos sus ejercicios en torno a la música, esos nunca le fallan. Con ésta, El artista y la modelo, Trueba regresa a la ficción y al pasado, despojándose de cualquier tic, del color y hasta de la música, para componer en francés la aventura crepuscular de un viejo escultor frente al reto de modelar el cuerpo de una joven en luminosa plenitud.


El tratamiento en blanco y negro, la ausencia casi total de banda sonora y la tranquilidad de los planos que presentan el escenario de la historia, serenan la mirada y el espíritu del espectador en pocos minutos como lo haría el reloj oscilante de un hipnotista. Y entonces, si no eres de los que se duermen, te ves inmerso y entregado a una historia sencilla, cuajada y emocionante. Un relato casi susurrado sobre la creación, la juventud, la sabiduría, la amistad y el amor. 

El artista lo interpreta Jean Rochefort, una elección insuperable (sólo Fernán Gómez hubiera estado a su altura), pues lleva una vida completa de éxitos y desengaños prendida en los ojos. La modelo es Aida Folch, que sigue en racha con este papel donde trasciende magníficamente la constante exposición de su cuerpo. Las veteranas Lampreave y Cardinale demuestran lo que saben hacer las grandes actrices con que les den un par de escenas y, de paso, lo bien que le habría sentado al conjunto aprovechar a Claudia y a Chus para un par de escenas más.

Aunque con el momento que comparten a solas el artista y su modelo frente a un boceto de Rembrandt, la película ya merece la gran carrera que va a tener.


(La versión original de este artículo apareció en experiensense.com, como parte de mis crónicas sobre el Festival de Cine de San Sebastián 2012).


jueves, 11 de octubre de 2012

Salvajes



Oliver Stone se ha puesto moderno. Siempre quiso serlo y no pocas veces lo ha conseguido. Lo paradójico es que cuando lo logra suele ser desde el convencionalismo formal o narrativo. Pero sus inquietudes le juegan malas pasadas, también con cierta frecuencia, y esta vez ha decidido rodar como lo haría un joven de los de gorra de beisbol. Pero como se llevan puestas ahora, torciditas, no como se la ponía Spielberg.  Y para eso, para ser de nuevo un cineasta joven, ha tirado de un material de Don Winslow, novelista con nervio que ha crecido en popularidad desde su narco-novela río El poder de perro. Aunque aquí, Oliver le adapta Salvajes, una de las últimas, más conectada a  Muerte y vida de Bobby Z, su primera novela de éxito y también adaptada en su día a la pantalla con resultados bastante pobres.

Como en la de Bobby, en Salvajes hay marihuana mítica, surferos molones, ex-combatiente, rancho aislado en el desierto y chavala sideral. La película lo aprovecha todo, porque a efectos de impacto se traduce en elementos visualmente refrescantes, que Oliver rueda con el oficio más que probado y un montón de concesiones al grafismo sobreimpreso, las texturas de imagen a la moda, la música escogida y las aceleraciones de moviola.

En realidad, el buen toque de Stone no está ahí. Lo pone la parte mexicana de la historia, encarnada en esa especie de “reina del sur” que interpreta Salma Hayek sin despeinarse la peluca, y su mejor sicario, un Benicio del Toro que se mueve por cualquier escenario con la confianza letal de un cocodrilo. Hasta el agente federal que le toca en suerte a Travolta (y que se come a los actores jóvenes con facilidad), se queda en bragas cada vez que comparte escena con Del Toro.

Pero todo esto apenas importa, porque en estas historias de narco, amores juveniles y complicaciones sangrientas, para que queden creíbles, lo que importa es la chica. Y la rubia Blake Lively, que pone hermosura (mucha) y voz en off  (demasiada), no tiene un personaje de garra como era el de Jennifer López en Giro al infierno, ni sus novietes son aquel Sean Penn tan en forma. Así que la cosa queda un poco como Crepúsculo, pero con tráfico de drogas y territorios,algo de brutalidad, y un presupuesto tan holgado que obliga por contrato a dos finales. Mientras ella sigue con la voz en off, contándonos una mentira menos moderna de lo que a Oliver le hubiera gustado.

(La versión original de este artículo apareció en experiensense.com, como parte de mis crónicas sobre el Festival de Cine de San Sebastián 2012).

lunes, 8 de octubre de 2012

El fraude




Arbitrage (en el original), inauguró la sección oficial a concurso de la 60 edición de San Sebastián. Se titula para su estreno español El Fraude y es una idea arriesgada -la del título-, porque si defrauda, el titular se pone a huevo: el Fraude de El Fraude, y por ahí seguido.

Pero la pregunta es: ¿Quién se siente defaudado por una película de Richard Gere cuando decide ir al cine a ver a Richard Gere? ¿Somos los espectadores exigentes con nuestras estrellas? Yo creo que menos que con nuestras parejas, pero claro, será porque con IVA y todo, aún nos salen más baratas.

Esta película de Richard Gere (no es que la dirija, eso es cosa de Nicholas Jarecki, pero todo en ella se pone a su servicio), resulta bastante animada, intrigante y correcta. Gere ha lucido siempre más en papeles de villano (aquel poli de Asuntos sucios) y aquí lo es con todas las consecuencias. Quizá sea el mejor hallazgo del film en términos narrativos, que los protagonistas sean el malo y sus tejemanejes financieros, familiares, penales y de bragueta. A Gere la edad le ha ido moldeando la expresividad en el rostro. Tiene además una bonita voz. Y cuenta aquí con el apoyo de unos secundarios (incluida la gran Susan Sarandon), que arropan su desgaste y su tensión.

Convencional, no demasiado contundente en ninguno de los elementos que pone en juego, pero bien narrada y agradablemente entretenida, da lo justo: A Gere en un papel lucido y superficial, a la ciudad como escenario del dinero en movimiento, a las mujeres con olfato aguantando lo que aguantan siempre y a un chaval integro encarnado por Nate Parker apuntando maneras para el futuro, que quizá esté lleno de papeles en policiales, cine deportivo y cosas así.

(La versión original de este artículo apareció en experiensense.com, como parte de mis crónicas sobre el Festival de Cine de San Sebastián 2012).

domingo, 7 de octubre de 2012

Blancanieves


Pablo Berger fue el primero de los españoles que enseñó músculo en la 60 edición del Festival de Cine de San Sebastián. Lo hizo desde la humildad y la cercanía, nervioso como sólo lo está el que sabe que puede sacar un sobresaliente pero la calificación no depende por completo de él. Y los críticos en los Festivales son a veces más peligrosos que en el quehacer cotidiano: Todos saben que les espera un empacho, ya sea de alta cocina o de fast food. Algunos quieren encontrar "su" película casi en la apertura y otros tienden a reservar su entusiasmo para el último día. Muchos llegan ya predispuestos a descalificar determinadas opciones estéticas o narrativas, pues los hay que detestan la autoría excesiva por lo pedantes que los autores pueden ponerse cuando se ponen pedantes, mientras la facción etiquetada como "gafapasta" tiende a despreciar la facilidad y el ritmo de las fórmulas de Hollywood confundiendo en ocasiones lo accesible con lo estándar. Al terreno estrictamente cinematográfico hay que sumarle otros que afectan directamente sobre el estado de ánimo del crítico profesional: qué hotel le han asignado, cuánto le pagan este año, para qué medio lo cubre, de qué color es tu acreditación,... En fin, que los directores llegan al examen sin saber de qué humor está el tribunal. Pero la película de Berger puede saltar sobre cualquier impaciencia, prejuicio, manía o desengaño profesional.



Blancanieves es un prodigio que cayó sobre el público como una suave lluvia después de una larga sequía. Tengo que esforzar mucho mi memoria para llegar a otra propuesta del cine español tan original, arriesgada y redonda, si es que la hay. Una genialidad que parecía imposible conseguir aquí, pero se despliega en poco más de hora y media como lo haría una mariposa exótica, ofreciéndonos un recorrido exquisito por el españolizadísimo cuento de Grimm, pleno de belleza, detalles, amenidad, humor y lirismo.

Un relato el de Blancanieves ya muy conocido y cuyas últimas adaptaciones hollywoodienses ilustran lo difícil que es volver a ese clásico después de Disney. Pero Berger, autor también del estupendo guión, orquesta con enorme talento a un equipo que tiene como director de fotografía a Kiko de la RicaAlfonso Vilallonga en la partitura, Alain Bainée en el diseño de producción o a Fernando Franco en el montaje. Y un reparto de caras nuevas o conocidas del espectador (lo de Maribel Verdú es para enmarcar), que dan  aquí lo mejor de su arte sin articular palabra. Porque, sí, es verdad, la película es muda. En blanco y negro y muda, como The artist.

Y si las próximas que se hagan así son tan hermosas como éstas dos, el mudo desbancará al 3D. O quizá acabe apropiándose de él. Por si acaso, id a ver Blancanieves en una pantalla bien grande. Es lo mejor que se puede hacer antes de que cierren el último cine.