sábado, 30 de enero de 2010

Festival a buen precio


Los que estéis esta semana por Madrid tenéis la oportunidad de ver a lo grande algunas de las películas españolas más valoradas del 2009, varias de ellas nominadas a los premios Goya. Será en la XXX Semana de Cine Español de Carabanchel, organizada por M&M Producciones y coordinada por el productor Carlos Taillefer, que exhibirá del 1 al 7 de febrero más de una docena de largometrajes de la temporada pasada a través de dos apartados, “Sección de Nuevos Realizadores” y “Sección de Realizadores Consagrados”.

Se proyectarán también diversos cortometrajes que participarán en un concurso, el XXII Certamen de Cortometrajes, y cuyos tres primeros ganadores recibirán 7 500, 4 000 y 3 000 euros más trofeos respectivamente, además de entregarse un premio del público valorado en 3 000 euros y trofeo.

A las 20 y 20:30 h., en los cines Yelmo Islazul (Calle de la Calderilla, 1) se podrán ver, a bajo precio (3 euros), Celda 211, Los abrazos rotos, REC-2, Pagafantas, Gordos, Yo, también, La vergüenza, After, Tres días con la familia, Fuga de cerebros, Agallas, 7 minutos y Mapa de los sonidos de Tokio. Habrá secciones matinales para colegios (en las que se proyectará Animal Channel, la cinta de animación nominada al Goya) y pases especiales para mayores. Además, y como todos los años, Carabanchel ofrecerá al público asistente un coloquio después de cada película. Actores, directores, guionistas, productores y técnicos se dará cita en estas charlas coordinadas por Carlos Taillefer y José Manuel Serrano, el director de Pasionporelcine.es Cueto.

martes, 26 de enero de 2010

Up in the air: El Valmont del siglo XXI.


Reitman junior, un tipo que debe saber de cine moderno y servidumbres hollywoodienses lo que no está escrito (a los cuatro años veía rodar a papá Los Cazafantasmas), ha estrenado la tercera de sus películas. Antes nos ofreció Gracias por fumar y Juno y ahora le toca el turno a Up in the air. Todas ellas son notables, parten de personajes originales y lucen desparpajo argumental con su pizca de vitriolo. Sin pasarse de listo ni de indie, que lo de la corrección política –aunque sea soterrada- cuenta mucho en la patria del Mayflower para hacer taquilla. Tanto, que las pequeñas licencias de este director parecen saltos de gigante. Y en Europa nos bastan para calificarle de autor, cosa que en EE. UU. probablemente movería a risa.

El gran director de cine francés Jean Renoir declara en Écrits: “¿Quién es el autor de una película? Esta cuestión se ha planteado a menudo. Yo tengo una idea muy clara al respecto: el autor de una película es el más fuerte. Alrededor de una mesa están sentados un escritor, una gran estrella, un director, un productor. Entre estos hombres hay uno que impondrá la línea directriz única sin la cual no puede existir ninguna obra de arte. Éste, a mi modo de ver, es el autor”.

Y así llegamos a George Clooney. Ésta es una película de George Clooney y todo lo demás está supeditado a esa certeza que en cocinas tiene claro hasta el que pela las patatas para el catering del rodaje. El papel sobre el que descansa toda la historia está cortado a su medida, aprovecha su imagen pública, permite su lucimiento y garantiza su redención o, mejor aún, su condena por hacer de mal chico y arrepentirse tarde.

Esta película podría haberse llamado Las amistades peligrosas 2.0, porque el verdadero peligro que corre tras el protagonista y que finalmente le alcanza, son las amistades o, para ser más preciso, los afectos. Clooney encarna a un frívolo con un anti-trabajo tan desagradable y atractivo como alojarse en los mejores hoteles y despedir gente válida, al modo en que la aristocracia francesa guillotinable asistía a ceremonias de seducción con la complicidad obligada de su servidumbre: Sin remordimientos ni ataduras.

Lo hace y lo disfruta hasta que se encuentra, no tanto con esa circunstancial actualización tecnológica de su oficio, como con una mujer a su altura (medida en millas de vuelo) que ejerce de Madame de Tourvel y Marquesa de Merteuil al mismo tiempo, con empaque y lógica despiadados. Hablamos, claro, de Vera Farmiga, en un papel tan breve, sustancioso e inolvidable como la corbata ceñida a la cintura con la que viste su cuerpo en el momento en el que Clooney (igual que Valmot, sin saberlo), queda irremediablemente perdido. Porque es el amor y no otra cosa lo que destruye las convicciones mochileras del tiburón.

Y lo demás, subrayando el mensaje de convencionalismo emocional a las duras y a las maduras, es pura concesión a la galería puritana. Sin la mujer que justifica el sacrificio, nuestro protagonista jamás escribiría esa carta final que, como en Las amistades peligrosas, entona un mea culpa y funciona cual último y tardío gesto de honestidad tópica. Que la firme Reitman es lo de menos. Quien nos mira desde las nubes con gesto agridulce, esperando otro bar de hotel donde lamerse las heridas, la estrella representada por el ala de un avión, es George Clooney, el aristocrático canalla del siglo XXI.


lunes, 25 de enero de 2010

Una historia japonesa

Daniel Lavin, director madrileño afincado en Japón (donde realizó con sólo 12.000 euros su estupenda ópera prima Acrobats, se ocupó del "making of" de Mapa de los sonidos de Tokio y actualmente rueda su segunda peli), me envía esta foto que abunda en la ubicuidad de mi pequeño libro de cine. Está tomada en Shibuya, un escenario que habréis visto en más de una película. El edificio del fondo con televisión es donde salía el dinosaurio aquel de Lost in Translation. De la chica sofisticada que cruza el plano no tengo datos.



viernes, 22 de enero de 2010

Cine español versus cine de Hollywood (7)


Pareja de caníbales: El señorito Iván, por Marañón


Pareja de caníbales: El doctor Lecter, por Lois

P.D: Esta noche reponen en la tele Los santos inocentes. Una oportunidad impagable para ver a "nuestro caníbal" en acción.

domingo, 17 de enero de 2010

Amerrika


La película de Cherien Dabis apuesta por una palestina madre coraje que viaja con su hijo a Estados Unidos, donde su hermana vive hace 15 años con su propia familia. El problema es que decide mudarse en 2003, en plena segunda y definitiva invasión de Irak y la paranoia bélica de unos y de otros pone las cosas más difíciles a la ya de por si difícil aventura de la inmigración.

El territorio palestino es un callejón sin salida -por si queda alguna, se ha construido un muro militarizado- y en Estados Unidos el debate se limita a la básica separación de buenos (americanos en particular) y malos (musulmanes en general), lo que entre la gente corriente facilita no meterse en jardines ni resultar sospechoso de simpatías incómodas.

Así las cosas, el próspero médico afincado en Illinois pierde pacientes a manos llenas por su ascendencia árabe y el chico nuevo del instituto, con una cara de moro que no se lame, recibe el acoso de la pandilla de gilipollas que por lo visto tienen todos los institutos de Norteamérica, al menos en las películas.

Pero con esos mimbres no demasiado novedosos la directora inventa algo distinto, una tragicomedia que huye con bastante acierto de posiciones simples y enfáticas del tipo “Bush es un monstruo, los musulmanes son unos monstruos, los judíos son unos monstruos", etc., sin renunciar a la voz menos escuchada para el publico occidental, que es la del palestino de a pie no involucrado en la guerra sino víctima de sus efectos menos sensacionalistas.

Tiene una baza muy buena para que le salga bien: la actriz Nisreen Faour encarnando a Muna, esa madre infatigable con un corazón grande y unas ideas muy claras sobre la vida, que nada tienen que ver con la geo-política, ni las tormentas religiosas, ni los rencores atávicos. Y a esa actriz querible se añade un estilo cámara en mano que la sigue sin desfallecer. La suavidad con la que se cuenta la sensación de desarraigo de la hermana rica, el rencor creciente de quienes se sienten injustamente acosados, el sistema de autodefensa estudiantil de los que no encajan, la afinidad entre inmigrantes de primera y tercera generación o el sentido común dando un puñetazo sobre el mostrador de una comisaría, dotan al conjunto de una autenticidad que sólo a fuerza de análisis puntilloso puede resquebrajarse. Y para puntillosos ya están los de la geo-pólitica.

Así que recomendada queda, para quien tenga ganas de conocer gente pequeña que se comporta desde la pequeña lógica que hace sobrevivir al mundo.

martes, 12 de enero de 2010

Cine español versus cine de Hollywood (6)


Enfant terrible Almodóvar, por Marañón


Enfant terrible Tarantino, por Lois


lunes, 11 de enero de 2010

Todos están bien


Que un director como el tipo que debutó con Despertando a Ned realice ésta primera película en Hollywood, dice mucho de cuál es la política de fichajes que de un tiempo a esta parte se estila en la industria de California, donde parece que los seducen para luego sentarlos en el banquillo o poco más. Y por lo visto, ese poco más puede ser dirigir a De Niro, una leyenda viva en horas bajas que, como dice la portada del Gentleman, no encuentra un guión a la altura de su talento.
Este remake de una película italiana no demasiado estupenda (pero que contaba con Mastroianni en el papel principal), es un despropósito de casting, puesta en escena, sustancia y salsas de comida rápida. Lo más interesante de la película es el chiste de enseñar la pierna que sale en el trailer.
Por desgracia, De Niro no puede recurrir a un personaje icónico como Indiana Jones para resituarse en el ránking. Y Scorsese ha optado por Di Caprio como nuevo actor fetiche (lo que nos queda por ver…).
Así que el único consuelo es que con los talones que va acumulando, Robert vuelva a dirigir, que es donde más afina últimamente. Porque a mí que todos estén bien me importa un bledo.
Yo quiero que esté bien De Niro, que es cuando la cosa se pone seria.

viernes, 8 de enero de 2010

AVATAR: Cameron sin complejos


Llegó por fin la película del zumbao americano que dentro de la industria se la juega en cada proyecto, no por su capacidad comercial o artística sino por su ambición técnica. Ha tardado, pero su 3d anima el cotarro y anticipa lo que las salas ofrecerán en breve a nivel planetario para compensar descargas, pirateos y home cinema.

La historia es bonita y convencional. Quien esperara otra cosa, en términos argumentales, de James Cameron, es que pretende que James Cameron haga de Ozu y eso es una idiotez digna de las pedanterías y ortodoxias que en el sector crítico abundan.

Se puede uno enganchar o no a esta nueva forma de contar lo de siempre, el inesperado héroe que iba para verdugo y se reconvierte en líder de la resistencia frente a la amenaza y de paso se enamora de la princesa de la tribu; el converso a una cultura unidimensionalmente armoniosa, que demuestra a propios y extraños su capacidad para defender lo unidimensionalmente justo frente a un par de malos (el económico y el militar), básicos y pedestres, sin matices en la conciencia.

Se puede uno enganchar o no a la estética propuesta, entre el cómic a lo Metal Hurlant y el video juego de batallas globales; al azul de los indígenas, a la vegetación abisal y a la reconstrucción de la fauna prehistórico-fantástica.

Se puede uno dedicar a cazar las referencias cinéfilas antiguas o recientes (la plegaria de El último mohicano ante la pieza de caza cobrada, el video blog de The age of stupid, etc.) y a detectar los defectos de los efectos. O no.

En fin, que se puede ir a la sesión de magia con la única intención de pillarle los trucos al mago, pero no hay duda: Cameron es un mago. Engaña con estilo y sentido del espectáculo. Para disfrutarlo no hace falta creer. Basta con asumir que el cine, incluso el más realista, propone una suspensión de la realidad. Y si es extrema, pero deslumbrante, también sirve.

Sírvanse.

martes, 5 de enero de 2010

Cine español versus cine de Hollywood (5)

Sara Montiel, por Marañón


Ava Gardner, por Marañón


LA FOTO QUE NO PUDO SER

Cuentan en los mentideros de Sunset Boulevard que dos divas del cinematógrafo coincidieron una vez en un escenario bien diferente de un plató.

En el cártel de las Ventas Luis Miguel Dominguín, matador de toros y de pasiones, se pavoneaba dispuesto a hacer alarde de gallardía y arrestos aquella tarde. Entre el público se encontraba, sin novedad en el frente, una morena que rasga el alma, la Gardner. Situada en el tendido sombra, su mirada turba lo mismo que bajo los focos de Siodmak. La plaza como un universo en miniatura giraba en torno a ella mientras los flashes la inundaban en ese peculiar firmamento de albero.

Al cesar la lluvia de luces la star se llevó coquetamente la mano al cabello en un gesto arrebatador y estudiado, mil veces repetido, y aprovechó, encantada, para escrutar la plaza. De pronto surgió a su izquierda un agujero negro, otro astro que absorbía toda la atención, era la Saritísima de España que llegaba, como si con ella no fuera la cosa, cogida del entonces su marido, el genialmente anciano Anthony Mann.

Tras sentarse y saludar con naturalidad a la prensa ya se disponían a disfrutar de la faena cuando los espléndidos luceros de las bellezas se encontraron. Surgió un instante de tensión, de constelaciones opuestas cuyas irresistibles fuerzas de atracción se disputaban todos los planetas, de ojos verdes y piel morena, de sangre de toro y barras y estrellas, que parecían acallar a la plaza ante el peligro de una catástrofe colosal.

Ava lanzó una sonrisa, amable pero no excesiva, que nuestra Sara, engalanada de alhajas que no podían competir con su piel, recogió y devolvió flanqueada por un Tony caballeroso que amagaba con levantarse.

Sonaba ya a toriles y pezuñas cuando unos hombres partían al centro del ruedo en su ritual paseíllo. Acto seguido se apagan los focos, enmudece el coso y empieza la fiesta.

Texto por cortesía de Juan Laborda, cinéfilo y novelista
autor de La casa de todos, actualmente en librerías