domingo, 17 de enero de 2010

Amerrika


La película de Cherien Dabis apuesta por una palestina madre coraje que viaja con su hijo a Estados Unidos, donde su hermana vive hace 15 años con su propia familia. El problema es que decide mudarse en 2003, en plena segunda y definitiva invasión de Irak y la paranoia bélica de unos y de otros pone las cosas más difíciles a la ya de por si difícil aventura de la inmigración.

El territorio palestino es un callejón sin salida -por si queda alguna, se ha construido un muro militarizado- y en Estados Unidos el debate se limita a la básica separación de buenos (americanos en particular) y malos (musulmanes en general), lo que entre la gente corriente facilita no meterse en jardines ni resultar sospechoso de simpatías incómodas.

Así las cosas, el próspero médico afincado en Illinois pierde pacientes a manos llenas por su ascendencia árabe y el chico nuevo del instituto, con una cara de moro que no se lame, recibe el acoso de la pandilla de gilipollas que por lo visto tienen todos los institutos de Norteamérica, al menos en las películas.

Pero con esos mimbres no demasiado novedosos la directora inventa algo distinto, una tragicomedia que huye con bastante acierto de posiciones simples y enfáticas del tipo “Bush es un monstruo, los musulmanes son unos monstruos, los judíos son unos monstruos", etc., sin renunciar a la voz menos escuchada para el publico occidental, que es la del palestino de a pie no involucrado en la guerra sino víctima de sus efectos menos sensacionalistas.

Tiene una baza muy buena para que le salga bien: la actriz Nisreen Faour encarnando a Muna, esa madre infatigable con un corazón grande y unas ideas muy claras sobre la vida, que nada tienen que ver con la geo-política, ni las tormentas religiosas, ni los rencores atávicos. Y a esa actriz querible se añade un estilo cámara en mano que la sigue sin desfallecer. La suavidad con la que se cuenta la sensación de desarraigo de la hermana rica, el rencor creciente de quienes se sienten injustamente acosados, el sistema de autodefensa estudiantil de los que no encajan, la afinidad entre inmigrantes de primera y tercera generación o el sentido común dando un puñetazo sobre el mostrador de una comisaría, dotan al conjunto de una autenticidad que sólo a fuerza de análisis puntilloso puede resquebrajarse. Y para puntillosos ya están los de la geo-pólitica.

Así que recomendada queda, para quien tenga ganas de conocer gente pequeña que se comporta desde la pequeña lógica que hace sobrevivir al mundo.

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