sábado, 24 de diciembre de 2011

El día mundial de James Stewart


Os deseo a todos una feliz noche y unas Felices Fiestas.

Y si esta tarde, alguna cadena de televisión pone esta película en blanco y negro en la que James Stewart lo pierde todo el día de Navidad y comprende después el valor de su propia vida para él y quienes le rodean, no dejéis escapar la oportunidad de verla.

Es el mejor regalo que el cine puede darnos un dia como hoy.

Feliz Navidad

viernes, 23 de diciembre de 2011

El Havre


Cuando prácticamente todo el menú cinematográfico navideño esté servido, Aki Kaurismäki estrenará la última de las suyas: El Havre. Esta vez, Aki ha puesto su originalísima mirada en una de las más tristes realidades de esta Europa nuestra, que se llena la boca con declaraciones en apoyo de los países desfavorecidos mientras manda a su policía a rastrear, confinar y expulsar a los que vienen desde allí intentando salir adelante.

El Havre cuenta la historia de Marcel Marx, un anciano escritor dedicado a limpiar botas, beber vino y querer a su lacónica esposa, hasta que un buen día conoce a un niño de Gabón que ha entrado ilegalmente en el país y huye de la policía para reunirse en Londres con su madre. Mientras la mujer de Marcel se encuentra ingresada por una enfermedad terminal, éste da cobijo al muchacho para que no sea deportado y pueda alcanzar su destino.

Apenas poco más: unos parroquianos en el bar, unos cuantos comerciantes de barrio, una vieja gloria del rock francés, un policía anticuado y un soplón.

Con esos ingredientes, Kaurismäki cocina una de esas austeras pero sabrosas sopas finlandesas marca de la casa, de las que te ponen taciturno pero te confortan. Y lo hace sin sermones cinematográficos, a través de su humor frío pero descacharrante (¿cómo se consigue eso? pregúntenle a Aki), acertando en el enfoque, con moderado optimismo y mucha humanidad. La que demasiadas veces falta en los países “avanzados” con las personas que representa este chico de Gabón. A lo mejor por eso la película se estrena el 28 de Diciembre: es el día de los inocentes.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Esta tierra es mía


Anoche soñé que volvía a Manderley…

Un aula. Un aula antes de que llegue el maestro. Un aula donde los niños se zurran la badana y preparan un recibimiento lleno de humillaciones a quién debería inspirarles un mínimo de respeto. Un aula que es, sin saberlo, el corazón de un pueblo con su monumento al soldado desconocido de la anterior guerra, invadido por los artífices de una guerra nueva, en realidad siempre la misma, la de los sueños imperiales que acometen periódicamente a las naciones.

Un maestro. Un maestro solterón, bondadoso y apocado, que vive bajo la castrante protección de su madre y ama en secreto a su bella y valiente compañera de trabajo, novia del atractivo hombre de negocios local. Un maestro incapaz de declararse a la mujer que quiere, incapaz de enfrentarse a sus obligaciones cívicas o de animar con su ejemplo a los alumnos. Pero inteligente, sensible y generoso.

Un colaboracionista. Acomodado, crédulo, delator, el auténtico cobarde del drama. Inepto para comprender el alcance de sus actos hasta que la verdad de sus nuevos amigos se descubre sin estridencias, con la suavidad con la que se invita a obedecer sin límites para que sean otros los que mueran.

Una mujer. Una mujer con las ideas muy claras respecto al ocupante. Pero con el corazón nublado frente a su peligroso prometido y un hermano secretamente heroico, sus más cercanos afectos. Una novia de luto, resuelta a pesar de todo, que resiste cada sacrificio sabiendo –como sólo las mujeres saben- que es así como se gana.

Un saboteador. Escurridizo, implacable, camuflado bajo una cordialidad con el invasor que le gana el desprecio de sus seres queridos, pero consciente de que la vida de todos y la libertad de la nación están en juego. Que los inocentes no mueren en su lugar, sino con él y cada día.

El verdadero saboteador. El comandante alemán que lee a Tácito y busca cómplices para una “ocupación pacífica”. Un saboteador al que se descubre en toda su crudeza mucho antes de que empiece a fusilar vecinos del pueblo: desde que ordena arrancar las páginas de los libros de Historia, por las propias manos de los alumnos, por indicación de sus maestros, en el aula donde la dignidad perdida acabará recuperándose.

Y un discurso. El discurso que nadie quiere escuchar, porque la Francia enmascarada como “algún país de Europa” estuvo llena de autoridades, comerciantes y madres aterradas que preferían estrechar con desagrado la mano del enemigo antes que sacrificar sus puestos, sus negocios o a sus hijos.

Esta tierra es mía es una película de Jean Renoir, el autor de Boudou salvado de las aguas (1932), Una partida en el campo (1936), Los bajos fondos (1936), La gran ilusión (1937), La regla del juego(1939) y El río (1950). Ahí es nada. Pero la hizo en Hollywood y eso siempre tiene detractores. Además, la segunda película norteamericana de Renoir se planteó como una más de propaganda entre las muchas en las que se ocupaban los estudios a mediados de los años cuarenta. En realidad, esas cosas no importan lo más mínimo cuando el trabajo está en manos de personas con semejante talento: el director Jean Renoir, el guionista Dudley Nichols, el actor Charles Laughton.

Si alguien quiere enfrentarse a un cine comprometido de verdad no le remitiré esta vez a Manderley, sino a una humilde aula de escuela provinciana, a unos niños que ya saben lo que merece más respeto, a un libro del ejecutado profesor Sorel que su temeroso discípulo salva de las llamas, a la lectura de la Declaración de los Derechos del Hombre por Charles Laughton ante sus alumnos en los 5 minutos finales de esta película.

No conozco un modo mejor de recordar lo que a veces significa el cine y lo que debería significar siempre la palabra “ciudadano”.

(Publicado en la revista Culturamas, diciembre 2011)

viernes, 16 de diciembre de 2011

El topo



En Inglaterra hace un tiempo perro. Por eso sus espías bienhumorados trabajan fuera de la isla. Los que se quedan en Londres respirando grisura y humedad, del despacho al archivo, del piso vacío al piso franco, van estropeándose el carácter y la fe en la causa. Los tiempos heroicos de la Guerra Mundial quedaron muy atrás, sustituidos por la Guerra Fría. Y con tanta frialdad, frialdad hasta en los huesos, la traición puede ser meramente estética, una forma de sacudirse el aburrimiento mortal que produce ir a la oficina con maletín de funcionario, comentar las posibilidades con la última rubia de la plantilla y discutir de presupuestos.

Es el universo del mejor Le Carré, donde el espionaje se convierte en un estado del alma, filmado con precisión y la carga justa de sadismo latente. Desesperanzada, axfisiante y magnética, la película retrata toda una galería de culpables, donde el que no traiciona a la patria traiciona a sus amigos, a sus amores, a sí mismo. Donde el enemigo prende sus trampas con tu misma llama y la victoria carece de sabor.

Una gran película que se estrena, quién sabe porqué, con el inicio de las Navidades. Pausada, densa y peligrosa como una ciénaga.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Las nieves del Kilimanjaro

Finalmente, esta excelente película ganó el premio del público del Festival de Cine Inédito de Mérida. Os copio mi crítica para Culturamas, que publiqué cuando tuve oportunidad de ver la película el primer fin de semana del Festival:

"Robert Guédiguian es un autor muy querido por los cinéfilos. Hace películas sencillas en la forma pero con mucho poso. El mensaje de Guédiguian, solidaridad y humanismo como refugio ante la impersonal maquinaria de un sistema globalizado basado en las cifras, atraviesa su cine y su ciudad –Marsella- desde aquellas lejanas y bonitas Marius y Janette (1997) y De todo corazón (1998), pasando por la divertida Al ataque(2000) o las dramáticas La ciudad está tranquila(2000) y Marie-Jo y sus dos amores (2001), hasta llegar a esta nueva película, quizá la más emocionante entre las suyas: Las nieves del Kilimanjaro (2011).

Guédiguian y su equipo de siempre hacen cine social, sin complejos ni subrayados, matizando mucho más que Ken Loach o Fernando León. Y en esta película, toda una vida de cine marsellés ha madurado para ofrecernos la más luminosa y sorprendente propuesta del director, una vez más apuntalada sobre personajes vinculados a la izquierda realmente obrera y unos actores que los interpretan como si la cámara no estuviera allí.

Desde el contundente comienzo, donde un representante sindical -exento de ERES por su posición en el comité- extrae una papeleta con su nombre de la caja de la que saldrán al azar los despedidos del astillero, ante el asombro de un amigo que le recrimina su sacrificio (ya podían aprender algunos por aquí), hasta el momento final entre esos dos mismos amigos delante de unas salchichas en parrilla, la película recorre un espacio vital habitado de personas y conflictos a los que es imposible no entregarse como espectador.

Guédiguian, como nos dijo David Garrido en una breve presentación previa al pase, le da razones a cada personaje y ahí radica su grandeza. Todos se comportan de acuerdo con su personalidad y circunstancias de un modo encomiable o abyecto, pero siempre coherente.

Y desde una naturalidad romheriana, se compone una historia que hubiese encantado a Capra, llena de momentos extremadamente bellos, entre los que destaca una lección de alcoholes para los problemas de la vida, una conversación de playa, una cena con película infantil y, sobre todo, aquel donde los amigos, los hijos y los nietos del matrimonio protagonista les cantan a capela la famosa canción de Pascal Danel, titulada como la película Las nieves del Kilimanjaro".


jueves, 1 de diciembre de 2011

Recientes y buenos libros de cine


El amor y la furia. Historia de la pasión amorosa e interpretativa de Elizabeth Taylor y Richard Burton donde ambos demuestran su genio, en todos los sentidos.


Para matar el recuerdo. Memorias españolas, de Jean-Claude Carrierè. El guionista francés de Buñuel complementa las memorias del aragonés (Mi último suspiro) con las suyas y resulta interesantísimo descubrir el punto de vista de un extranjero sobre España, sus virtudes y sus vicios. Aparte de las reflexiones sobre el cine, sin desperdicio.


Bogart, de Stefan Kafner. Apenas cuenta nada que los bogarts-adictos no sepamos ya, pero lo cuenta muy bien. Y resulta un excelente libro de consulta para evitar wiki-errores.



Paul Newman - la biografía, de Shawn Levy. De las mejores biografías que he leído últimamente. Los norteamericanos se han hecho, gracias entre otras cosas a sus astros de la pantalla, maestros en este género. Gran parte del libro se lee como una excelente novela. Aunque, como le pasa a casi todas las biografías (y a las autobiografías no digamos), a medida que la narración se aproxima al presente, la narrativa se va sustituyendo por la justificación. Buenísimo en cualquier caso.


Sospechosos, de David Thomson. Cualquier cinéfilo de biblioteca que se precie tiene que leer a Thomson. Este libro inclasificable, novela, relatos interrelacionados y/o guía del cine negro, es una auténtica y rara joya. No se puede explicar, hay que leerlo, con el reproductor de dvd y las pelis que emplea el autor bien a mano. Y un whisky, of course.