lunes, 1 de octubre de 2018

El cuaderno de Sara


Un comienzo con mucho nervio, un tema clásico de denuncia, un par de actrices de talento y un escenario con empaque, África, el continente bello y ensangrentado al que sus riquezas naturales condenan irremisiblemente. Buenos mimbres para una película con vocación de intensa y grande, que no terminan de trabarse adecuadamente por culpa de un guión prometedor pero en descenso, dispersándose hasta que se le notan los trucos en el peor momento (y con un personaje clave).

Es una lástima, porque se ve que todo lo que se muestra en pantalla vale para lo que se pretendía, pero no conforma un conjunto compacto, si no original, determinante en sus aportaciones al tema. Para ello, los cooperantes experimentados deberían contarle lo suficiente a la recién llegada que busca a Sara (la chica que recibe a la protagonista apenas la pone al día de dónde está metiéndose); las casualidades en medio del caos y la inmensidad son un recurso poco recomendable (cómo se encuentran algunos personajes entre multitudes, cómo se extraen certezas a partir de detalles insuficientemente significativos); el tramo final en el corazón del infierno tiene todos los cabos con los que anudar un desenlace oportuno, pero fía en el barullo más que en la sagacidad de los intervinientes para salir del apuro o quedarse en él.

Para ser justos, están muy logrados el paisaje desolador de la sociedad africana, su naturaleza apabullante, el solucionador a sueldo, la violencia extrema, las idas y venidas a territorio anárquico, la relación entre ella y su guía,  los reproches y remordimientos de una hermana hacia la otra.


Pero el cuaderno se desaprovecha como recurso ideal para dotar a la propia Sara de un halo mítico mayor ¿Recordáis a Kurtz antes de ver su loco reinado en la selva en Camboya? Lo que me  lleva a pensar si no era aconsejable un intercambio en los papeles protagónicos, puesto que Belén Rueda es más carismática, la auténtica estrella de las dos, y Marián Alvárez más capaz de todos los matices que requiere una buscadora desorientada, decidida y con fondo de armario familiar. Hasta en eso, resultaría más creíble el favoritismo paterno hacia la más rubia de sus hijas.

Así las cosas, Belén Rueda, que para eso es una de las pocas rompetaquillas del cine patrio, asume su rol de hermana acomodada y sufridora al rescate, se carga la película a hombros y hace cuanto puede en esta producción que luce solvente aunque esté mal rematada.

Más allá de lo crítico puñeterito que yo me ponga, El cuaderno de Sara fue un éxito comercial. Suele darse cuando nuestros argumentos se abren al mundo, con presupuesto idóneo y nombre con tirón en el cartel.

Eso y la paradójica rentabilidad de África y sus tragedias.  


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