domingo, 14 de octubre de 2018

Calparsoro viene avisando hace tiempo


Daniel Calparsoro empezó como autor de aquella prometedora escuela vasca abanderada por Medem, Bajo Ulloa y él mismo (para lo que hemos quedado, amigos).

Es un tipo que rueda con mucho oficio y mucho nervio, en cine y en televisión, logrando taquillas (y audiencias) razonables o destacadas. Quizá el sello “autoral” de este director fuese fruto del conocido binomio necesidad-virtud, o sea, presupuestos precarios de principiante que le obligaban a escribir en solitario guiones mal cortados, le daban pátina peculiar a sus pelis y las alimentaban de Nawja en sus inicios más indies y próximos al director de entonces.

Luego llegó la consagración de ambos (Calparsoro y Nawja) como gentes fiables que han venido a hacer negocios, con o sin marca propia. Ella consiguió triunfar y consolidarse sin que su marca personal se desdibujara, únicamente evolucionó por imperativos biológicos, pero de forma coherente. Él, en cambio, se convirtió en un director de “cine de acción”, entendiendo acción lo que se puede hacer aquí dentro de ese traje. Para situarnos, y por suerte, Calparsoro no se convirtió en Michael Bay. Lo suyo son las “intrigas industriales” si en nuestro cine se puede hablar de industria, algo que Calparsoro parece apuntalar con su filmografía.

En definitiva, Calparsoro hace un cine de consumo, aseado, con su porción de adrenalina (lo mejor de sus propuestas), sus héroes en escala de grises, sus clichés de intriga movidita pero superficial, su fotografía impersonal pero impecable, sus bandas sonoras de aliño bien pagado y (eso es lo que se mantiene de los primeros tiempos), unos guiones mal cortados que prometen más de lo que en realidad dan, aunque mejoran cuando se los hacen otros.

En este balance, El aviso destaca sobre sus últimos trabajos. El guión (hecho sin él) puede que dé también algo menos de lo que promete, pero cuenta con una lógica interna muy firme y el resultado en pantalla resulta interesante de principio a fin.

Thrillers como éste hace Hollywood a patadas, pero no los hace mejor, salvo por ponerle un reparto con un gancho que trasciende el mercado local, cosa que no sucede con Raúl Arévalo, Belén Cuesta, Aura Garrido o Antonio Dechent. Ninguno de ellos es una estrella planetaria aunque todos hagan perfectamente lo que el director les pide.

En cuanto a los espectadores, no hay que pedirle más a Calparsoro. Dejémonos de asociarle a aquellas autorías de juventud y juzgaremos lo que ofrece como lo que es, entretenimiento al uso, honesto y comercial, más o menos afortunado según el título que toque. Cien años de perdón y El aviso, las dos más recientes, están entre los entretenimientos de calidad que se estrenan por aquí.

Por descontado, hace mucho que los proyectos de Calparsoro no suponen ningún Salto al vacío.


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