martes, 16 de octubre de 2018

La delgada línea amarilla


Esta película mexicana de 2015 se estrenó aquí sin apenas visibilidad a mitad de 2018. Era la ópera prima de su director (Celso García) y tenía en el reparto a Damián Alcázar, un actor con tirón que redondeaba su año dulce de esta década (Narcos, Magallanes).

Como ópera prima, y teniendo en cuenta lo que llega de la realidad mexicana a nuestras pantallas, La delgada línea amarilla rezuma frescura y buenrollismo sin necesidad de trabajar demasiado el humor (aunque le hubiesen sentado bien unas pizcas más).

La película es humilde, va al grano y escoge a un pequeño grupo con una pequeña misión sin épica ni trampa: pintarle la línea a 200 kilómetros de carretera.

El único pero es que el director novel, con una historia entre manos tan sencilla (pero no necesariamente simple), se siente obligado a detenerse en el motivo por el que cada personaje ha llegado hasta una tarea tan poco apreciada. Lo resuelve de un modo solvente al que le sobra alguna que otra obviedad o subrayado emotivo.

La fuerza de la película es mayor cuanto menos explica. El paisaje, las paradas, la carretera, los comentarios más lacónicos son la sal de la aventura. Hay confesiones personales que a mi modo de ver resultan demasiado explícitas y medidas, cuando varias de ellas podrían ilustrarse de manera diferente, más cinematográfica, o no incorporarse al conjunto.

Excepción hecha al antiguo artista de Circo, que es un excelente narrador de anécdotas: Sólo la del león ya merece el viaje. 
Y el final en camioneta.


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