Otra de la cosecha española de
2018, que supera de largo a un buen puñado de bobadas pretendidamente graciosas,
que esta vez no han sido acompañadas del éxito de taquilla. Un éxito el de las
bobadas que cada año me sorprende y deprime a partes iguales (estoy pensando en
taquillazos precedentes como Villaviciosa de a lado, Cuerpo
de élite y otras de ese pelo), aunque sea industrialmente preferible
que recauden nuestras bobadas que las de "Goliat".
Esta película tampoco tuvo mucho
éxito. A mi juicio hubiera merecido más suerte y puede que la encuentre en el
streaming. Tampoco hablamos de una obra maestra de la comedia, pero cuenta con
un personaje memorable encarnado por el infalible Luis Callejo, un guión bien trabajado y un escenario laboral que
nunca se había tratado así hasta hoy, al menos por estos lares.
Jefe es la historia de una semana clave en la vida del mandamás de un gran compañía, en trance de quedarse sin ella aun siendo su fundador y, de paso, camino de un divorcio que le obliga a dormir en su despacho y conocer a la limpiadora colombiana de las oficinas, la guapísima –y buena actriz- Juana Acosta.
Entre los dos mantienen la película
en las cotas de interés que se precisan para dar tu tiempo por bien empleado. El
aliño extra lo ponen un correveidile de mensajes matrimoniales y una guardia
jurado cómicamente pesimista y voraz lectora de los clásicos (sólo le falta
Cervantes para nombrar la triada europea que completan Moliere y Shakespeare).
Lo realmente espectacular de la
propuesta es la composición de Luis
Callejo, un actor que desde que se fogueaba en el cortometraje ya resultó
creíble hasta la perplejidad, en cualquier registro, incluso mezclando los que
sean menester sin descomponer ritmo narrativo ni personaje, capaz de transmitir
rechazo, adhesión, tragedia, intriga o gag cómico. Basta con ver su
co-protagonista de Tarde para la ira, que arroja otro gran trabajo de Antonio de la Torre, pero que gana toda
su potencia con el escudero a su pesar que encarna Callejo sin desfallecer ni
un minuto (aquella escena del gimnasio o la del polvo interrumpido por sus sospechas son de lo
mejor que he visto en la pantalla española de la última década).
En esta nueva propuesta, que él
protagoniza totalmente, Callejo ofrece un recital de talento y oficio que
merecería nominación al Goya, aunque propuestas más ambiciosas en lo
cinematográfico le dejarán seguramente fuera de esa competición. Su “jefe” es
un tipo repulsivo y entrañable, cipotudo (ahora se dice así) y romántico,
implacable y leal, vicioso y trabajador, cabrón e íntegro. Parece imposible
pero él lo consigue.
Ese es quizá el problema de la
película, Luis deja todo lo que le rodea a una altura menor, no sólo porque todo
eso sea narrativamente menos original, sino por la garra tremenda con la que se
apodera de la función.
Pero claro, por algo es el jefe.
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