miércoles, 27 de marzo de 2019

NEW YORK, El mayor plató del mundo.


Antes incluso de poner el pie en ella, existen muchos modos distintos de vivir New York: imaginando, por ejemplo, una cita romántica en la terraza del Empire State, en la que Cary Grant esperó sin éxito a Deborah Kerr, o mirando aún más arriba, a la aguja del edificio de la que se agarró King Kong mientras espantaba avionetas como moscas cojoneras.

Chasqueando los dedos entre la calle 34 y la 57 y desde la 8ª avenida hasta el río Hudson, con el cuello de la cazadora levantado, como en los tiempos en que las disputas entre puertorriqueños e irlandeses podían convertir un drama de Shakespeare en un musical de Broadway, o mirando la Estatua de la Libertad desde el ferry, como hacen las secretarias de Staten Island que se dirigen hacia la zona financiera de Manhattan.

Regalando un libro de E. E. Cummings adquirido en la Pageant Book and Print Shop a un amor imposible, o rescatando el carrito de un recién nacido en las escalinatas de la Estación Gran Central. Buscando un banco con vistas al puente de Queensboro para ver salir el nuevo día al más puro estilo Allen,  o tomando un capuccino en el Caffe Reggio, como los tomaba Vito cuando solo hablaba en siciliano. 


Soñando con una “noche de la cresta” en el Soho o con una jukebox en la que tengan una canción de Peggy Lee; huyendo del edifico de las Naciones Unidas o llevando a una rubia con falda liviana hasta la rejilla del metro en la esquina noroeste de Lexinton Ave. con la calle 52.

Yendo a comprar tabaco a la Compañía Cigarrera en la calle tercera con la séptima avenida de Brooklyn, o abriendo una boca de riego en el caluroso Harlem. Fingiendo un orgasmo en Katz’s Delicatessen o dándole al masoquismo en el Chelsea Hotel. Travistiéndose de Tootsie para una cita laboral en The Russian Tea Room, del Midtown, o cogiendo una buena borrachera a Dry Martinis con aceituna del pub Emerald Inn, en pleno Upper West Side.

Invitándola a ver La Bohème al Metropolitan (fila de los mancos), o alquilando un pisazo demoníaco en el edifico Dakota, frente a Central Park. Patinando en el Rockefeller Center o tirando con escopetas de feria en Coney Island.


Una vez allí, sea cual sea tu plan, vayas a donde vayas, la sombra de Hollywood te animará o te aguará la fiesta. Subirás al metro en el que se han jugado la vida Bruce WillisAl Pacino y Superman. Entrarás en la juguetería F.A.O Schwartz buscando el piano que Tom Hanks tocaba con los pies. Te cruzarás con la elegante sombra de Gordon Gekko por los pasillos de Wall Street. Verás el reflejo de Audrey Hepburn en el escaparate de Tiffany´s. La imaginarás susurrando Moon River en cada escalera de incendios.

Pero al final te darás cuenta de que todas esas referencias se quedan cortas, pues no hay personaje más fascinante en Nueva York que la ciudad misma y cada imagen que captes en ella podría ser la película americana de tu propia vida.


(Artículo publicado en la revista MAS GALICIA, Nº20. Con fotos de Quique Guerrero).

1 comentario:

  1. ... Ay, ese Nueva York de cine. A través de las pantallas es una ciudad de lo más visitada. Tu paseo rebosa encanto.

    Beso
    Hildy

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