Hoy ocho de marzo toca
mujerío militante, al que ya se arriman los políticos (y políticas) con un
oportunismo esclavo de los próximos votos. Os harán lo mismo que a todos (y
todas): cuando pase su fecha de renovar curro bien pagado, a otra cosa
mariposa. Lo que no quita para que os revindiquéis como mejor os parezca y
convenga, en la calle, en las redes, en los medios, en el cine. Y aquí es donde
quería yo llegar. Las películas de mujeres, que no para mujeres. Las que
demuestran vuestra importancia y valor en el mundo actual o pasado.
Esto de la
igualdad de derechos hombre-mujer no debería ser un subgénero cinematográfico,
sino un “tema transversal”, como diría algún (o alguna) imbécil a la moda. Así
que yo voy a quedarme con unas pocas películas que a mi juicio cumplen
sobradamente con las reivindicaciones que corresponden, incluso con las que han
quedado antiguas, sin que las elegidas sean películas de tesis, que por regla
general es lo peor que puede hacerse en artes narrativas como el Cine.
Empezaré
por Caravana de mujeres. Este clásico de William
Wellman retrata una epopeya protagonizada por mujeres de toda clase y
condición, aunque comandada por un hombre. Quizá en eso radique gran parte de
su grandeza: en como este hombre (Robert Taylor en el mejor papel
de su vida), un conductor de caravanas Far West cargado de prejuicios hacia el
otro sexo, aprende a valorar el tesón, el talento, la sensibilidad, el arrojo y
la determinación femeninas para cruzar el país e iniciar una nueva vida en un
valle lleno de esposos potenciales.
Podrá
alguien poco avispado reprocharle eso a la película: que todas van hacia un
marido, que ese es su limitativo acicate. Sería una torpeza restarle mérito
alguno a esta historia por semejante detalle, en un relato ambientado en el
siglo XIX y en un país fundado bajo los principios clásicos
Dios-Patria-Familia; pero además, uno tiene la certeza de que si alguno de los
hombres que esperan en el valle tiene ganas de ejercer “dominación” de
cualquier especie, no tendrá nada que hacer.
Por eso,
puede que el momento más especial de esta película sea aquel en el que Robert
Taylor irrumpe en el valle y les prohíbe a todos acercarse a las mujeres recién
llegadas, so pena de que él mismo les pegue un tiro entre los ojos: “Nadie
va a ir. Así es como ellas lo quieren y así será. No quieren que las veáis
hasta que no se hayan arreglado y si alguno se acerca a 100 metros le meteré
una bala aquí. Tú, tú fuiste de los primeros que vino al Oeste, estuviste con
la gente de O´Donnell y sabes lo que es trabajar duro, pero ninguno ha pasado
el infierno que han pasado ellas. Son verdaderas mujeres, buenas mujeres,
grandes mujeres. Así que a ver si sois lo bastante hombres para ellas, a ver si
sabéis tratarlas y que Dios os ayude si no lo hacéis”. Entonces, un
viejo tipo se vuelve hacía el compañero más próximo y murmura: “¡Deben
ser fantásticas!”. Y vaya si lo son. Quien ha visto la película bien puede
jurarlo.
La
costilla de Adán es otra de mis favoritas: Katharine Hepburn y Spencer
Tracy en un mano a mano de enamorados con talento, en una sociedad que
prioriza el talento del hombre, especialmente fuera del hogar, donde copa los
puestos de toda especie de forma abrumadora. De hecho, el duelo entre abogados
que va contaminando la armonía hogareña, no se ciñe únicamente a las distintas
maneras de utilizar la ley en el caso de un homicidio fallido propiciado por un
adulterio, sino también a la competición cada vez más sañuda entre los dos
profesionales del litigio, Katharine y Spencer. El desfile por el estrado de
mujeres capacitadas para cualquier cosa que imaginarse pueda no tiene
desperdicio: es pura “visibilidad” a finales de los años 40. Como sucede
en todas las películas de esta pareja maravillosa, cada uno acaba ganando a su
manera y el asunto termina en un acuerdo final, cerrando las cortinas de un
dosel de cama: “vive la différence”.
La expresión
francesa no es casual, porque en este momento ya no se habla de derechos en
igualdad, sino de placeres compartidos.
Por no
extendernos más de la cuenta, recomiendo igualmente La Kermesse
heroica, en la que las mujeres de un pueblo de Flandes demuestran quién
los tiene bien puestos ante la llegada de los temibles tercios españoles; Sola
en la oscuridad, en la que Audrey Hepburn da una lección impagable de
sagacidad y resistencia frente a unos piezas de cuidado; Eva al
desnudo, en la que las mujeres son la película, como sucede en La
ventana indiscreta, aunque Stewart esté allí para romperse las piernas.
Y Mujeres al borde de un ataque de nervios, en la que los
varones lucen al fondo como objeto de amor o desengaño, y más difíciles de
entender que una buena moto.
Es curioso
que sea en esta última donde una mujer pone de manifiesto la dificultad de
entender al hombre, que presume de simple y de que, para complejas, vosotras. A
mí todo eso me parece propio de naranjas por mitades, pero revueltas.
Conclusión: vive la différence (la expresión francesa no es
casual, porque en este momento ya no se habla de derechos en igualdad, sino de
placeres compartidos).
Qué bueno volver a escribirte. Todas las películas que propones en este post me fascinan. ¡Cómo disfruto siempre que veo Caravana de mujeres!
ResponderEliminarLa única que me falta... ¡y mira que he leído sobre ella! es "La Kermesse heroica", y espero solventar pronto esta carencia. Tengo muchas pero muchas ganas.
Beso
Hildy