viernes, 8 de marzo de 2019

Mujeres de Cine



Hoy ocho de marzo toca mujerío militante, al que ya se arriman los políticos (y políticas) con un oportunismo esclavo de los próximos votos. Os harán lo mismo que a todos (y todas): cuando pase su fecha de renovar curro bien pagado, a otra cosa mariposa. Lo que no quita para que os revindiquéis como mejor os parezca y convenga, en la calle, en las redes, en los medios, en el cine. Y aquí es donde quería yo llegar. Las películas de mujeres, que no para mujeres. Las que demuestran vuestra importancia y valor en el mundo actual o pasado.

Esto de la igualdad de derechos hombre-mujer no debería ser un subgénero cinematográfico, sino un “tema transversal”, como diría algún (o alguna) imbécil a la moda. Así que yo voy a quedarme con unas pocas películas que a mi juicio cumplen sobradamente con las reivindicaciones que corresponden, incluso con las que han quedado antiguas, sin que las elegidas sean películas de tesis, que por regla general es lo peor que puede hacerse en artes narrativas como el Cine.

Empezaré por Caravana de mujeres. Este clásico de William Wellman retrata una epopeya protagonizada por mujeres de toda clase y condición, aunque comandada por un hombre. Quizá en eso radique gran parte de su grandeza: en como este hombre (Robert Taylor en el mejor papel de su vida), un conductor de caravanas Far West cargado de prejuicios hacia el otro sexo, aprende a valorar el tesón, el talento, la sensibilidad, el arrojo y la determinación femeninas para cruzar el país e iniciar una nueva vida en un valle lleno de esposos potenciales.

Podrá alguien poco avispado reprocharle eso a la película: que todas van hacia un marido, que ese es su limitativo acicate. Sería una torpeza restarle mérito alguno a esta historia por semejante detalle, en un relato ambientado en el siglo XIX y en un país fundado bajo los principios clásicos Dios-Patria-Familia; pero además, uno tiene la certeza de que si alguno de los hombres que esperan en el valle tiene ganas de ejercer “dominación” de cualquier especie, no tendrá nada que hacer.

Por eso, puede que el momento más especial de esta película sea aquel en el que Robert Taylor irrumpe en el valle y les prohíbe a todos acercarse a las mujeres recién llegadas, so pena de que él mismo les pegue un tiro entre los ojos: “Nadie va a ir. Así es como ellas lo quieren y así será. No quieren que las veáis hasta que no se hayan arreglado y si alguno se acerca a 100 metros le meteré una bala aquí. Tú, tú fuiste de los primeros que vino al Oeste, estuviste con la gente de O´Donnell y sabes lo que es trabajar duro, pero ninguno ha pasado el infierno que han pasado ellas. Son verdaderas mujeres, buenas mujeres, grandes mujeres. Así que a ver si sois lo bastante hombres para ellas, a ver si sabéis tratarlas y que Dios os ayude si no lo hacéis”. Entonces, un viejo tipo se vuelve hacía el compañero más próximo y murmura: “¡Deben ser fantásticas!”. Y vaya si lo son. Quien ha visto la película bien puede jurarlo.

La costilla de Adán es otra de mis favoritas: Katharine Hepburn y Spencer Tracy en un mano a mano de enamorados con talento, en una sociedad que prioriza el talento del hombre, especialmente fuera del hogar, donde copa los puestos de toda especie de forma abrumadora. De hecho, el duelo entre abogados que va contaminando la armonía hogareña, no se ciñe únicamente a las distintas maneras de utilizar la ley en el caso de un homicidio fallido propiciado por un adulterio, sino también a la competición cada vez más sañuda entre los dos profesionales del litigio, Katharine y Spencer. El desfile por el estrado de mujeres capacitadas para cualquier cosa que imaginarse pueda no tiene desperdicio: es pura “visibilidad” a finales de los años 40.  Como sucede en todas las películas de esta pareja maravillosa, cada uno acaba ganando a su manera y el asunto termina en un acuerdo final, cerrando las cortinas de un dosel de cama: “vive la différence”.

La expresión francesa no es casual, porque en este momento ya no se habla de derechos en igualdad, sino de placeres compartidos.

Por no extendernos más de la cuenta, recomiendo igualmente La Kermesse heroica, en la que las mujeres de un pueblo de Flandes demuestran quién los tiene bien puestos ante la llegada de los temibles tercios españoles; Sola en la oscuridad, en la que Audrey Hepburn da una lección impagable de sagacidad y resistencia frente a unos piezas de cuidado; Eva al desnudo, en la que las mujeres son la película, como sucede en La ventana indiscreta, aunque Stewart esté allí para romperse las piernas. Y Mujeres al borde de un ataque de nervios, en la que los varones lucen al fondo como objeto de amor o desengaño, y más difíciles de entender que una buena moto.

Es curioso que sea en esta última donde una mujer pone de manifiesto la dificultad de entender al hombre, que presume de simple y de que, para complejas, vosotras. A mí todo eso me parece propio de naranjas por mitades, pero revueltas. 

Conclusión: vive la différence (la expresión francesa no es casual, porque en este momento ya no se habla de derechos en igualdad, sino de placeres compartidos).

1 comentario:

  1. Qué bueno volver a escribirte. Todas las películas que propones en este post me fascinan. ¡Cómo disfruto siempre que veo Caravana de mujeres!
    La única que me falta... ¡y mira que he leído sobre ella! es "La Kermesse heroica", y espero solventar pronto esta carencia. Tengo muchas pero muchas ganas.

    Beso
    Hildy

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