martes, 12 de marzo de 2019

Una cuestión de género


El viernes pasado hice los deberes: fui a ver Una cuestión de género, oportunamente estrenada en fecha propicia.

La cosa va de discriminación femenina y statu quo masculino vinculado a esa discriminación, que para la mayoría es ya inconsciente (aunque estamos en los años 70, las cosas son cómo siempre han sido, qué necesidad hay de cambiarlas).

Es lo mejor de esta propuesta, en mi opinión: que no está llena de hombres abyectos o ridículos. Sólo uno de ellos es intencionadamente como es, un tipo que cuando deja espacio a las mujeres no olvida restregarles por la cara que se trata de una merced que él les concede graciosamente.  Los demás, a  favor o en contra de las tesis de la protagonista, son coherentes y hacen lo que deben hacer desde sus posiciones: subir profesionalmente, intentarlo, luchar por los derechos civiles desde una institución comprometida en ello, defender la fortaleza de la institución aunque sea sacrificando peones, defender principios, intentarlo, ganar el caso, intentarlo… y así sucesivamente.

Es decir, que cada personaje esgrime sus razones y se atiene a ellas. No lo hace únicamente la terca protagonista.

La narración es clara, interesada e interesante. Los anglosajones son maestros en internarse en temas técnicos exponiéndolos de forma que el espectador no se pierda con los tecnicismos. La cámara no inventa ni pizca, todo luce académico, funcional y elegante (a veces un poco televisivo). El marido es guapo y entregado (se agradece que no metan una traición conyugal en el guiso), la hija evoluciona de forma adecuada, desde el enfrentamiento adolescente a la compresión y complicidad con esa madre tirando a severa que le ha tocado en suerte.

Y así llegamos al único punto discutible de la película, la actriz Felicity Jones, que es, según mi gusto particular, muy poco empática, no resulta inspiradora (salvo en un par de "zascas" realmente logrados).

Me queda la duda de si hubiera mejorado el conjunto con una actriz que no respire en todo momento “cáscara amarga”, aunque no le falten motivos.

Lo de "basada en un hecho real" y la aparición última de la mujer verdadera a la que encarna la actriz, es sólo para quien necesite de estos datos de “valor añadido”.


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