martes, 6 de noviembre de 2018

El mejor verano de mi vida


Esta historia te la cuenta Leo Harlem en un monólogo de 10 minutos y tiene muchísima más gracia.

De cómo a día de hoy se ha convertido El mejor verano de mi vida en la segunda película española de 2018 en recaudación, no tengo explicaciones demasiado concluyentes: Es solo una digna película familiar, con unos mimbres casi disneychannel, pero con Leo.

A priori, parece una combinación difícil, pero  no. Tiene color veraniego para chalet y carretera con canciones de cassette para corear; tiene colaboraciones entrañables más o menos graciosas, no cameos, sino apariciones por personaje interpuesto, de Arturo Valls, Silvia Abril, Berto Romero, Gracia Olayo (madre superiora de La llamada), Jordi Sánchez, Isabel Ordaz (la hierbas) y Antonio Dechent; tiene buenos y malos algo tontos (los malos y los buenos), final feliz y moralejita; pero, sobre todo, tiene a Leo Harlem haciendo el papel que le va mejor, la bestia negra del vegetarianismo, el hippie-zen, la psicopedagogía infantil moderna, las altas finanzas con latrocinio y las fiestas ibicencas de postureo.  

El resultado, como dice Toni Vall en la revista Cinemanía, es una película “tan inocua que da hasta ternura”.

A veces pasa, con una estructura muy básica, buen rollo agradecido aunque simploncete y un humorista muy popular y querido que se defiende bien si el guión es a medida. Puede que, mirándolo bien, todo se limite a la única verdad en esta película: Un verano con Leo tiene que ser un descojone.

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