Malos tiempos en El Royale
tiene referentes notables y notorios: Tarantino y los Coen. Afortunadamente, se queda con lo mejor de ambos estilos,
porque la estética, la música, el reparto de campanillas en el que todos pueden
morir, las explosiones de violencia en la que algún huésped se recrea, el
escenario único y vintage, los interesantes desdoblamientos de puesta en escena
(el espectador como mirón puro o mirón de otro mirón),… todo se aprovecha con
inteligencia en El Royale, salvo la anécdota referida a su carácter de
establecimiento bi-estatal (mitad en California mitad en Reno), que parece
crucial al inicio y rápidamente se desdibuja hasta dedicarle en los momentos
finales un mero guiño.
Si no fuera por ese olvido de
guión fácilmente subsanable, Malos tiempos en El Royale vendría a
recordarle a Quentin lo que casi tuvo y perdió en aras de la divertida –para él-
crueldad y a los Coen que las puestas en escena de sangre fácil tienen que conducir
siempre a alguna parte, que no se puede ir de listo haciendo que el espectador
piense que eres demasiado listo para él.
A título personal, me hace gracia
que una filmación olvidada y escandalosa tenga su espacio en la trama, aunque
dudo que Goddard se haya leído Gilda en los Andes, mi novela editada
en 2017 y cocinada en años anteriores. En fin, una buena idea siempre está viajando
por el aire.
Para volver al Royale, esta película
tiene alma por debajo de las maldades y afina en lo narrativo y lo estrictamente visual. Como dijo alguien del
Marlowe que sucedió a Spade, “el plagio debe ser con asesinato”. Creo que el
director Drew Goddard lo ha evitado a su manera y con brillantez, para no matar a nadie.
A quien no lo perciba así, le
aconsejo esperar a las próximas de Tarantino y los hermanos Coen, que de un
tiempo a esta parte, y artísticamente hablando, parecen con ganas de suicidarse.
Desde luego sobre esta peli le preguntan a uno y la mejor definición que puede dar es esa, una peli que parece cocinada por Tarantino y los hermanos Coen a medias.
ResponderEliminarA mi me gustó, pero la disfruté mas en sus tres primeros cuartos que en el último, donde la cinta derivó hacia su lado mas Tarantino en un desenlace de los que a este director le gusta, aunque si hubiera sido él quien lo hubiera orquestado, seguramente no hubiera habido tanto superviviente.
Yo no se tú, pero cuando hicieron referencia al supuesto personaje muy conocido ya fallecido que veían en la cinta, a mi se me vino del tirón uno a la cabeza.
Lo de las cintas olvidadas o que no se conocen su existencia vende, a ver quien aprovecha ese filón en una buena novela como Gilda en los Andes y lo lleva al cine.
Está bien, de hecho no se nota que pasa de las dos horas
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