Uno de esos ingleses precisos y versátiles que lo mismo se vestía de época, que enamoraba a Audrey Hepburn, dejaba para la historia el mejor Poirot, fracasaba a lo Lowry (pero con Jacqueline), competía en encanto y sin wonderbra con la Roberts, se marcaba un crepúsculo escopetero junto a Bond o resolvía un Churchill de Academia.
Grande Finney, hasta el final.
Bye, friend.
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