martes, 5 de febrero de 2019

Carmen y Lola



A veces pasa y siempre se agradece: Una película pequeña se vuelve inesperadamente apetecible. No arrasa, porque el sistema de comercialización no permite estos milagros y porque en realidad es una historia bastante humilde frente a lo que se estila ver desde el patio de butacas. Le dan el Goya de Ópera prima y a correr, que para eso gustó en Cannes.

Carmen y Lola son dos chavalas jóvenes, buenas hijas dentro de la comunidad gitana madrileña, que de pronto se enamoran la una de la otra. Tenemos a dos chicas en edad de casarse o tener novio formal convertidas en lesbianas, para una comunidad bastante miradita de sus tradiciones y poco permeable a estas diversidades.


Todo fluye con suavidad, gracias a dos debutantes maravillosas, la que lo sabe desde hace mucho, la que lo descubre sobre la marcha. La historia gira en torno al secreto, al descubrimiento, al horror de los que se horrorizan, a la complicidad de quien lo entiende, no se descubre nada entre gitanos que no se sepa por payos. Quizá aquí las manos a la cabeza son más escandalosas y desgarradas. Eso es todo.

El resultado para Carmen y Lola viene a ser el mismo: su primer amor, limpio y bonito, sabe a barro a su alrededor y sólo queda romper el romance o romper el resto. Tampoco la decisión en pantalla sorprende: ésta sólo es una película pequeña, aunque inesperadamente apetecible.


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