domingo, 30 de septiembre de 2018

Mi querida cofradía


Otra historia pequeña y aparentemente ligera de las que estrena nuestro David frente al apabullante Goliat de los efectos especiados. Aunque no es tan pequeña y ligera, pues ataca algunas verdades inmutables de la sociedad actual que se remontan a tiempo de catacumbas.

Lo mejor, con todo, es la vecina (Carmen Flores), y sus torrijas. Lo demás luce funcional, coherente y razonablemente entretenido, que no es poco. Pero las mujeres de la cofradía, el pique en su jefatura, los problemas pre-procesionales, el amigo fiel encarnado por Morón,… tenían un potencial cómico y un recorrido narrativo mucho mayores.

Tanto es así, que cada vez que la Flores abre la boca, la película despega llegando sin problema hasta donde pudo llegar.

Un ejemplo de que una comedia puede ser grata y necesaria sin arrebatar, aunque se hagan otras inferiores e innecesarias que arrebatan, vaya usted a saber por qué. Misterios de la cocina cinematográfica y sus comensales. Pasa algo parecido con las torrijas.


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