Otra historia pequeña y
aparentemente ligera de las que estrena nuestro David frente al apabullante
Goliat de los efectos especiados. Aunque no es tan pequeña y ligera, pues ataca
algunas verdades inmutables de la sociedad actual que se remontan a tiempo de
catacumbas.
Lo mejor, con todo, es la vecina
(Carmen Flores), y sus torrijas. Lo
demás luce funcional, coherente y razonablemente entretenido, que no es poco.
Pero las mujeres de la cofradía, el pique en su jefatura, los problemas
pre-procesionales, el amigo fiel encarnado por Morón,… tenían un potencial
cómico y un recorrido narrativo mucho mayores.
Tanto es así, que cada vez que la
Flores abre la boca, la película despega llegando sin problema hasta donde pudo
llegar.
Un ejemplo de que una comedia
puede ser grata y necesaria sin arrebatar, aunque se hagan otras inferiores e
innecesarias que arrebatan, vaya usted a saber por qué. Misterios de la cocina
cinematográfica y sus comensales. Pasa algo parecido con las torrijas.
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