La película se encuentra entre la
media docena de éxitos de taquilla españoles más destacados en lo que va de
2018. Tiene un arranque espectacular, divertido y sangrante en grado sumo, pero
después se templa y busca más la simpatía del espectador hacia la historia y
sus protagonistas que la carcajada a costa de sus desdichas o aciertos frente a
personajes malvados a batir.
Creo que Fernando Colomo (felizmente recuperado para nuestro cine), acierta de pleno en el
tono escogido. La peripecia es amable y cuenta con intérpretes perfectos para
cada cosa. Paco León es un gran
comediante que no necesita sobreactuar y la Machi se come este tipo de papel
mientras pide un cortado. El resto de intérpretes también sabe perfectamente lo
que se hace y lo hace bien, las “mamis”, Julián
López y Luis Bermejo. Los hijos
parásitos, interpretados por actores a los que yo no había visto apenas,
parecen de verdad, de lo perros que son. Aunque no dejan de comportarse como lo
haría el desmemoriado Fidel (Paco León) en sus buenos tiempos.
En verdad, la parte moralista es
mejor cuanto menos obvia. Y el discurso del desenlace no produce sonrojo, pero
se queda al borde, porque aquí ciertas manifestaciones públicas nos dan mucho pudor
aunque en películas de la competencia nos parezcan naturales y hasta gratas.
Un amago de borrón que se perdona
de inmediato, porque la peli va a cerrar mediante una coreografía hip hopera
con el temazo El hombre lapa. Ni los
hindús lo hubieran bailado mejor.
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