jueves, 6 de julio de 2023

Goliat contra Goliat

Hollywood está preocupado. Ya no le basta con su don de la ubicuidad, que cubre el globo terráqueo y supongo que hasta la Estación Espacial Internacional (¿sigue abierta…?). Ya no llega con su abrumadora promoción en cuanta superficie física o virtual imaginable se la admita. Ya no alcanza con su capacidad para ofrecer el gran espectáculo preferido del público en cada momento de nuestra era.

Batacazos taquilleros sonados, encadenados y recientes como la número diez de la franquicia Fast and Furious (cuánta "furious"), la del último súper héroe de DC cómics (un tal Flash), la enésima adaptación de un clásico Disney (creo que La Sirenita) y la tibia respuesta a la quinta entrega (¡la quinta…!) del arqueólogo más improbable y querido del mundo “han hecho saltar todas las alarmas”, que dicen los titulares de la prensa clic.

Como lo de la huelga debió arrancar con la preproducción ya encauzada, tengo entendido que sigue adelante lo de Gladiator 2. A veces no sé si los títulos los ponen los más codiciosos zoquetes del Estudio o los periodistas cinematográficos para que nos entendamos todos sobre lo que trata la peli. Lo único seguro en esa es que va de gladiadores. Pero teniendo en cuenta que ningún actor repite y sus personajes murieron en la primera (Máximo Meridio, Marco Aurelio, Cómodo…), me da por suponer que Ridley pondrá el foco en otra historia gladiatoria diferente. Aunque con los guionistas pre-huelga todo es posible: una resurrección arcana, un super-poder insospechado, una abducción extraterrestre al planeta peplum…

Si no es así de loco y la cosa va de otro gladiador, se agradecería un título nuevo, sin el 2 detrás, que esto es una película, amigos, no un coche. Qué sé yo, se me ocurre El campeón de la muerte, El romano, El luchador tracio… hasta Sangre y arena a despecho de los clásicos taurinos es mejor título que Gladiator 2.

Estáis en un bucle, tíos, con una gallina extenuada a la que pedís siempre el mismo huevo de oro macizo. Pero además de la sequía creativa evidente o el bloqueo ciego de los financistas que sólo quieren repetir la fórmula hasta que entre en pérdidas, la crisis de las salas tiene que ver con otras amenazas. Y no van a ser las plataformas de streaming las grandes enemigas, aunque las señale mi querido John Landis. Ellas hacen lo que antes la televisión, el video club, la colección de dvds.

El problema viene de un soporte cada vez más devorador. Es el Smartphone y ya está. Fomenta el individualismo hasta extremos que el aparato de tv por cada habitación de la casa no llegó a lograr. En el dormitorio miraba la pareja, en la cocina la familia en días laborables, en el salón cuantos no salieran a parrandear. Pero el teléfono móvil, ese que todo el mundo lleva en su bolsillo, es un espacio privado, absolutamente excluyente. 

Miren también las pantallas táctiles multiplicadas en las cabinas de los aviones, donde cada viajero escoge una película diferente y la ve y la escucha en solitario, como si lo hiciera en su móvil. Eso y el uso de la barra de tiempo, para saltarse las partes pesadas, para saber cuánto le queda.

El teléfono móvil ha arrasado con la necesidad colectiva de la sala oscura, del susto coreado, la risa contagiosa, el aplauso final, la película del tirón. Ya no importa si la pantalla es grande, el macro-espectáculo circula por pantallas micro. Y cualquier tipo de edición pierde ritmo antes de que termine la temporada.

Ya están tardando en componer una canción pop (¿aún se dice pop?), que titulen Smartphone killed the cinema star. Pueden usarla en un promocional exclusivo para redes de Gladiator 2.

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