Siempre me han caído bien los supervivientes y Caan era uno de ellos.
Sobrevivió a duelos con los grandes: John Wayne, Robert Mitchum, Marlon Brando, Al Pacino, Robert Duvall, Jane Fonda, Eli Wallach, Kathy Bates... Casi todos en la primera etapa de su carrera, cuando era un fanfarrón carismático que llenaba el plano de energía a punto de estallar, más nervioso que Brando y menos divo.
Sobrevivió a la fama mal digerida, a los papeles golosos rechazados, a la depresión y a las drogas.
Sobrevivió al cine alimenticio y a los secundarios de lujo repitiendo estereotipos acuñados por él mismo para según que roles (el gánster, el poli duro, el familiar temible...), en comedias de aprobado y en títulos a mayor gloria de otros que emergían.
Sobrevivió a Lars Von Trier, en su versión experimental de la "era Kidman", supongo que bourboneando en la roulotte de Lauren Bacall, para intercambiar batallitas de Jason Robards, Wayne, la Monroe, Coppola, Hawks y los demás.
Sobrevivió a la locución de películas animadas y a la decadencia del cine de estudio. Ya daba igual que no le llamaran para un villano en Marvel, quién quería otro estereotipo del viejo Caan.
Siempre le recordaré por algunos momentazos del siglo pasado: probando su mala puntería con la recortada de El Dorado, inmobilizando en el pajar a la chica de los McDonald o inflando al marido pegón de su hermana Connie Corleone, con aquella tapa de cubo de basura en la mano.
Adiós, "Santino".
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