El asunto de Arrakis, la especia, el imperio, las grandes casas y sus cosas sigue adelante.
En está segunda entrega se mejora bastante el resultado general en pantalla porque, además de recrear el fotogénico desierto, al fin suceden buen número de hechos que construyen una evolución narrativa razonable en algunos personajes principales. Tampoco en todos, hay que dejar algo para la tercera parte, que nos atizarán en año y medio todo lo más.
Eso sí, la espectacularidad sigue primando sobre cualquier otra consideración: sobre los agujeros del libreto, las elipsis desaconsejables, las repeticiones oníricas y prenatales, la plañidera y omnipresente banda sonora... Nada nuevo.
Sin despeinarse, Denis Villeneuve desprecia todo lo que en el cine épico actual ha dejado de ser importarte, puesto que la mayoría de coordenadas ya vienen precocinadas de fábrica (el malvado imperio, sus sádicos representantes, el elegido, la profecía, la princesa educadora y rebelde...) No tener que acuñar nuevos clichés evita molestias a los guionistas de hoy. Parece preferible en el siglo XXI no restar un solo instante de intensidad solemne a las dos horas cuarenta y cinco minutos que dura la película.
En fin, que Villeneuve ha entrado en un agujero de gusano y saldrá de él inmensamente rico, pero inservible para el Cine.
P.D: si yo fuera heredero de Leni Riefensthal, estaría desde hace tiempo exigiendo el pago de derechos por el recurrente plagio de las escenas de masas armadas, calcaditas de su representación nazi en El triunfo de la voluntad.
P.D.2: para la tercera entrega, pongan un poquito de atención al raccord capilar de Timothée Chalamet.
Te encanta el amigo Timoteo, reconócelo.
ResponderEliminarpor eso, por eso, que le cuiden el cardado, diantre!
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