martes, 1 de agosto de 2023

Misión imposible: sentencia mortal, parte 1

Las sagas de agente secreto maratoniano son una tradición anglosajona, yo creo que relacionada con esa actitud de potencias-primer-mundo que se resume en “a ver quién la tiene más grande”.

La tradición se extiende desde el casi eterno Bond chic (antes de resetearlo), al desmemoriado Bourne, pasando por el estrambote Flint, el circunspecto Harry Palmer o el memo de Austin Powers (está tardando su resurrección, que llegará), el inclasificable y ultraviolento Kingsman… y las variantes policiales (de La Pantera rosa a La jungla de cristal) o motorizadas (Fast, Furious and muscles). Vamos a descontar de momento a los enmascarados en malla que salvan también constantemente al planeta, mientras revientan ciudades con solera europea.

Y así nos queda Tom, que es donde toca centrarse hoy.

Tengo un amigo que practica calistenia, ya saben, esas flexiones y demás jeribeques en parques urbanos gimnásticos. El otro día, hablando de Misión imposible, concluimos en que estas películas son la calistenia de Cruise.

Misión imposible ha conseguido tener una identidad definida en medio de semejante universo fílmico de velocidad, cabriolas, mamporros y organizaciones secretas con mala follá. Ethan y su equipo (que se le estaba quedando en nada), tienen sus códigos, su pizquita de humor, sus instrucciones a pinganillo mientras el líder corre de un lado para otro, su chica o chicas molonas, escenarios exóticos variopintos con fiestas sofisticadas y cosmopolitas, tiroteos, mamporros y saltos imposibles, que es la rúbrica de toda película-misión. Sin salto no hay nada.

Esta primera parte de la séptima parte cumple con todo y goza de un ritmo especialmente bien manejado, dos horas y media que se pasan en un suspiro. Otras te agotaban a la hora más que al prota tanto correr.

Tiene alguna explicación argumental innecesariamente farragosa sobre el nuevo origen del mal a combatir: el mc guffin llave y el villano informático se explican en tres frases, para qué meterse en honduras contraproducentes, que además se pasan el eje por el forro.

Lo que importa es la misión de Hunt y su alegre pandilla. Con el trasiego de aeropuerto, la persecución romana, la fiesta en Venecia y el pasote alrededor del Orient Express se disfruta como un mico y a eso hemos venido.

Parece imposible que aún funcione la calistenia de Tom.


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