Las sagas de
agente secreto maratoniano son una tradición anglosajona, yo creo que
relacionada con esa actitud de potencias-primer-mundo que se resume en “a ver
quién la tiene más grande”.
La tradición
se extiende desde el casi eterno Bond chic (antes de resetearlo),
al desmemoriado Bourne, pasando por el estrambote Flint,
el circunspecto Harry Palmer o el memo de Austin
Powers (está tardando su resurrección, que llegará), el
inclasificable y ultraviolento Kingsman… y las variantes
policiales (de La Pantera rosa a La jungla
de cristal) o motorizadas (Fast, Furious and muscles). Vamos a
descontar de momento a los enmascarados en malla que salvan también
constantemente al planeta, mientras revientan ciudades con solera europea.
Y así nos
queda Tom, que es donde toca centrarse hoy.
Tengo un amigo
que practica calistenia, ya saben, esas flexiones y demás jeribeques en parques
urbanos gimnásticos. El otro día, hablando de Misión imposible,
concluimos en que estas películas son la calistenia de Cruise.
Misión imposible ha conseguido tener una
identidad definida en medio de semejante universo fílmico de velocidad,
cabriolas, mamporros y organizaciones secretas con mala follá. Ethan y su
equipo (que se le estaba quedando en nada), tienen sus códigos, su pizquita de
humor, sus instrucciones a pinganillo mientras el líder corre de un lado para
otro, su chica o chicas molonas, escenarios exóticos variopintos con fiestas
sofisticadas y cosmopolitas, tiroteos, mamporros y saltos imposibles, que es la
rúbrica de toda película-misión. Sin salto no hay nada.
Esta primera
parte de la séptima parte cumple con todo y goza de un ritmo especialmente bien
manejado, dos horas y media que se pasan en un suspiro. Otras te agotaban a la
hora más que al prota tanto correr.
Tiene alguna
explicación argumental innecesariamente farragosa sobre el nuevo origen del mal
a combatir: el mc guffin llave y el villano informático se explican en tres
frases, para qué meterse en honduras contraproducentes, que además se pasan el
eje por el forro.
Lo que importa
es la misión de Hunt y su alegre pandilla. Con el trasiego de aeropuerto, la persecución romana, la
fiesta en Venecia y el pasote alrededor del Orient Express se disfruta como un mico
y a eso hemos venido.
Parece imposible que aún funcione la calistenia de Tom.
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