miércoles, 17 de mayo de 2023

Libres


Película de Fe para espectadores que preferiblemente la tengan. Si no, puede resultar algo reiterativa, a pesar de una fotografía primorosa y un montaje tan medido como en los documentales más solventes.

Aquí no se enseña demasiado de qué sucede en los monasterios y conventos de clausura. Los entrevistados hablan fundamentalmente de su vocación, cómo llega, cómo la viven a título personal. Es decir, el asunto se centra en el perfil de los que los habitan. 

Cuando los protagonistas explican sin cortarse su relación espiritual con Jesús, el Señor o El Padre, incomodarán a casi todos los espectadores críticos. Esos que por lo general disfrutan sin rubor de las manifestaciones exóticas de otras confesiones del mundo (¡donde esté un buen monje tibetano, un monasterio budista o un templo de Kioto...!) Quizá lo que sucede es que somos menos tolerantes con lo más cercano, porque es precisamente esa tolerancia de proximidad la que cuesta trabajo. Es infinitamente más fácil preocuparse por la deforestación de la lejana Amazonía que regar las plantas de la propia casa. O añorar la serenidad de los bosques primigenios que la de un huerto conventual de Burgos. 

Si evitamos ese extrañamiento sobre lo que se identifica con un país tan católico como el nuestro, le pese a quien le pese, la película se deja ver con agrado, algunos bajones de aburrimiento y añoranza de más momentos simpáticos o cotidianos. Pero eso desde la perspectiva de un espectador de películas y no de devociones. 

P.D: Resulta enternecedor comprobar cómo incluso en una película testimonio como ésta, que busca voces bastante originales, el único hispanoamericano de entre los monjes se ajusta milimétricamente al cliché del converso del otro lado del charco.     

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