lunes, 17 de abril de 2023

Suro

Ya no sé qué es peor: si leer las críticas profesionales antes de ver la película, o leer las de la afición después de haberla visto. Suro, que va sobre una pareja de urbanitas arquitectos mudándose a la masía heredada para restaurarla (ganando un dinero de paso con el bosque de su propiedad), irrita practicando cualquiera de los dos vicios cinéfagos. 

Si lees previamente a los críticos de oficio, te esfuerzas en ver lo que han visto ellos y, por momentos, llegas a creértelo. Incluso a pesar de la evidente falta de escenas justificativas para la evolución de cada personaje (en sus relaciones de poder, en su disparidad de criterio) y otras varias escenas no filmadas: las de humanización y complicidad de quienes forman la cuadrilla y sudan codo con codo arrancando el corcho del arcornocal. Recurrir a perfiles y comportamientos tan burdos como los mostrados en Suro es desconocer por completo el trabajo del campo o sacrificar la realidad a sabiendas, en aras de la crudeza sin matices.

En fin, que esa película "tensa, oscura y muy sólida" que postula Elsa Fernández Santos no existe, es un espejismo visto desde la butaca de otra urbanita. 

Que el "western pleno y feroz" que glosa Luis Martínez brilla por su ausencia (no basta una escopeta para armar un western, Luis). 

Que "la indagación en las contradicciones del capitalismo" apuntada por Pepa Blanes, es un desiderátum de Pepa, un deducir con lo poco que se esboza lo mucho que nos gustaría apareciese reflejado en pantalla. 

Que "la potente parábola sobre la inmigración" que menciona Juan Sardá no puede ser más basiquita y desganada (la infravivienda exclusiva, el porro cómplice, el racista borracho, la paliza vengativa, el rap rebelde... no falta un solo tópico a la cita).

Eso, si nos ponemos profesionales. Yendo a la opinión del aficionado, que también corre por ahí, pixel negro sobre pixel blanco, la multiplicación de la mirada sobre los defectos de esta ópera prima te hacen añorar un mundo sin opinadores, ni de antes ni de después. Y alimentan la duda de dónde y cuándo asesorarte para decidir verla o dejarla pasar.

"Leeeenta" es lo más suave que puede leerse en los comentarios amateurs. Una lentitud desafortunada y molesta en multitud de planos. Bien pudieron sustituir minutos y minutos de miradas estiradísimas, senderismo vacuo y naderías varias por la información escamoteada sobre ellos dos, sobre su proyecto, sus diferencias, sus cambios de perspectiva a medida que transcurre el tiempo en la masía, su relación con el entorno más allá de unos jornaleros pedestres mandados por un cacique irreal. 

Y, ya de paso, filmar un poco de material para dar sentido al recurso del borriquito, coño, que pareciera que lo tenemos que imaginar nosotros todo desde nuestra memoria Disney y el animalismo a la moda.

Al final, me quedo con la sorna de un cinéfilo amigo, centrada en el título de la peli: no ha habido cojones para ponerle otro que Suro, debió llamarse Esta masía es una ruina

Pues eso.

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