Todo es delirante aquí: desde la
Segovia castellana a un paso dronero de la costa, pasando por el castillo
irlandés que hace de abadía de la Inquisición española o el capellán con
botafumeiro paseando antesalas administrativas del Vaticano, hasta el exorcista
yendo de Roma a “Segovia” en un garbeo de Vespa.
Es tal la cantidad de despropósitos
que acumula la película en sus primeros diez minutos que incluso parece posible
que sean intencionados. Yo creo que no. Simplemente, la industria anglosajona
de géneros desgastados por el cliché no da para más. Si acaso, para contratar a
un actor carismático antaño estrella de cine. Crowe, hombre-de-dios, lo mío viendo
este bodrio es injustificable, pero lo tuyo aceptando protagonizarlo tiene que
haber sido al menos provechoso. Como sigas así, vas a ir al infierno.
Cito a The Guardian, para no aburrirme más aún que viéndola: "Seguimos teniendo estrellas, aunque las películas que las rodean sean cada vez más insignificantes y estúpidas”.
Pues eso. Qué puedo decir, Satán
nos poseyó ante la ventanilla del cine.
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