Aaron Sorkin sigue luciéndose como dialoguista y va ganando en la dirección a medida que estrena películas.
Ésta es francamente buena, creo que mejor que la de El juicio de los Siete de Chicago. A vueltas con los límites de la democracia estadounidense, que siempre sospecha de (y puede defenestrar a) los izquierdistas confesos o que apuntan maneras, la de los activistas de Chigaco se pasaba en mi opinión de didáctica.
Aquí, es más que suficiente con la semana de crisis profesional desatada por un titular sobre Lucille Ball que cierne sobre ella la sombra del macartismo. Con eso, un embarazo imprevisto, sus fallas matrimoniales (ilustradas con el origen de la relación entre Lucille y su marido cubano Desi Arnaz) y las relaciones del equipo del programa de TV más popular de los 50, I love Lucy, el show está más que servido.
El problema viene de la caracterización de Nicole Kidman como Ball, a base de prótesis faciales, cejas Claude Colbert y pelirrojeo recuperado. No me convence ni pizca. De hecho, es lo único que me saca de la película. Dicen los que la ven en versión original y pueden compararla con la verdadera Lucille, que el trabajo de Kidman con la voz es soberbio. Pues vale, pero yo veo su cara frente a la de Javier Bardem, al que le basta el peinado para ser Desi, y tengo mis dudas.
Por lo demás. Sorkin vuelve a acertar. Ya tiene su Mank.
Lo de Kidman me recordó a la gilipollecez del rejuvenecimiento por ordenador de El Irlandés. Pa qué. Pero creo que (no) ayuda que esta mujer se deformó la frente a base de pinchazos y ya nadie acaba de ver su cara como humana. Lo mismo le pasa a nuestra reina, que parece un alíen. Dicho esto, menuda actuación la suya. Sin ninguna ironía, de las mejores de su carrera. Solo queda imaginar qué habria hecho si además pudiera mover la cara.
ResponderEliminarBardem sube otro peldaño.
Madre mía la Nicole, es la antítesis de Lucille, cualquier película o pieza televisiva de la cómic pelirroja lo certifica. Porque ese es el principal problema de Kidman: no la hemos visto haciendo de cómica en ningún papel.
ResponderEliminarNo es que aquí tenga que ser especialmente graciosa, casi todo sucede fuera del set de grabación, pero apuesto a que la expresividad de Lucille le servía en su propia vida, no iba por ella como una dama del noir. Y eso es lo que parece la australiana.