lunes, 17 de diciembre de 2018

Yuli


La Habana es siempre bonita en pantalla grande. La danza también. Esas son dos de las bazas fuertes de Yuli. La otra es Santiago Alfonso, el que tenía que haber recibido la nominación al Goya interpretativo, haciendo de padre inteligente y terrible. Carlos Acosta, el auténtico, aporta poco como actor, porque fundamentalmente hace lo que mejor sabe hacer: bailar y coreografiar.

Por lo demás, Yuli tiene problemas de guión que la dejan por debajo de lo que pudo ser. No decae el interés por lo que vemos (la Bollaín siempre ha sido muy solvente en eso), pero algunas ideas se reiteran, mientras varias elipsis resultan cuestionables: cómo está el padre tan seguro del talento danzario de su hijo, cómo pasa la hermana de un estadio al otro, por poner dos ejemplos, aunque hay alguno más.


Afortunadamente, la danza irrumpe cuando las ideas narrativas decaen, hasta para meter algún número a puro calzador, sin apoyo narrativo claro, por mera degustación estética.

Y por descontado, refulge La Habana: El Gran Teatro, el Martí, el Malecón, La Escuela Nacional de Artes plásticas, los barrios,… La pantalla nos regala con una de las ciudades más hermosas del mundo, siempre manteniendo la belleza mediante un equilibrio imposible, como el de un bailarín genial.


2 comentarios:

  1. Mmmmmm

    A mí me parece que la alianza Bollaín-Paul Laverty no acaba de funcionar. "También la lluvia" es lo mejor que han hecho y les quedó una buena película que estaba lastrada por obviedades del guión.

    Bollaín era de es@s director@s a las que iba a ver sí o sí al cine y ahora me da pelín de pereza.

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    1. Así es, el lado menos interesante de sus últimas películas me temo que lo pone Laverty.

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