La Habana es siempre bonita en
pantalla grande. La danza también. Esas son dos de las bazas fuertes de Yuli.
La otra es Santiago Alfonso, el que
tenía que haber recibido la nominación al Goya interpretativo, haciendo de
padre inteligente y terrible. Carlos
Acosta, el auténtico, aporta poco como actor, porque fundamentalmente hace
lo que mejor sabe hacer: bailar y coreografiar.
Por lo demás, Yuli
tiene problemas de guión que la dejan por debajo de lo que pudo ser. No decae
el interés por lo que vemos (la Bollaín
siempre ha sido muy solvente en eso), pero algunas ideas se reiteran, mientras
varias elipsis resultan cuestionables: cómo está el padre tan seguro del
talento danzario de su hijo, cómo pasa la hermana de un estadio al otro, por
poner dos ejemplos, aunque hay alguno más.
Afortunadamente, la danza irrumpe
cuando las ideas narrativas decaen, hasta para meter algún número a puro
calzador, sin apoyo narrativo claro, por mera degustación estética.
Y por descontado, refulge La
Habana: El Gran Teatro, el Martí, el Malecón, La Escuela Nacional de Artes
plásticas, los barrios,… La pantalla nos regala con una de las ciudades más
hermosas del mundo, siempre manteniendo la belleza mediante un equilibrio
imposible, como el de un bailarín genial.
Mmmmmm
ResponderEliminarA mí me parece que la alianza Bollaín-Paul Laverty no acaba de funcionar. "También la lluvia" es lo mejor que han hecho y les quedó una buena película que estaba lastrada por obviedades del guión.
Bollaín era de es@s director@s a las que iba a ver sí o sí al cine y ahora me da pelín de pereza.
Así es, el lado menos interesante de sus últimas películas me temo que lo pone Laverty.
Eliminar