Este documental no redescubre un
formato: redescubre un cementerio. Es así de raro y entrañable, un cementerio
con 5.000 tumbas vacías en el que se batirían para la eternidad Clint Eastwood, Eli Wallach y Lee Van Cleef,
durante el desenlace de El bueno, el feo y el malo, de Sergio Leone.
Rodada la original en 1966,
cerrando la trilogía del hombre del poncho, contó con la banda sonora de
Morricone y se rodó en Almería y Burgos. De ahí nace el documental, del paso
por España de aquel revuelto de idiomas y talentos a los que se sumó la
figuración autóctona, el ejército y el sursum korda. Y de rescatar el decorado
del cementerio de Sad Hill, en el campo burgalés, de manos de un puñado de admiradores
de la película.
Estos ejercicios de nostalgia
bien documentada no necesitan flores, sólo buenos intervinientes, pudor y
emoción. Desenterrando Sad Hill tiene de todo ello: Salen los artífices
de la iniciativa cinéfila, excavando como arqueólogos el terreno, clavando
cruces como sepultureros y hablando a cámara con un friquismo digno de respeto,
aunque suene a contradicción.
Pero además, hablan para los
espectadores del documental el maestro de compositores Ennio Morricone, el viejo director artístico Carlo Leva, el italianísimo Eugenio
Alabiso (montador del film), sale el fan James Hetfield (vocalista de Metallica), sale Alex de la Iglesia, sale el escritor cinematográfico Christopher Frayling (una eminencia en los
westerns de Leone),… sale el Clint
Eastwood actual hablando de su película de ayer y apoyando la iniciativa de
hoy.
El documental le da a cada paso
del proceso (idea, rescate, celebración), el tiempo justo. Ya digo, no inventa
nada, pero es que ni falta que le hace. Cuando acaba, tienes ganas de poner El
bueno, el feo y el malo en DVD.
Sí, el DVD, otra cosa que va
camino de ser reliquia. Aunque siempre queda la memoria, ya sabes: “El mundo se divide en dos categorías: los que tienen el revólver cargado y los que cavan. Tú cavas”.
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