La primera película española producida por y para Netflix cuenta con un reparto perfecto y con Roger Gual (uno de los artífices de Smoking Room) a los mandos. Sólo dura 75 minutos, pero son suficientes, casi el límite para que no nos parezca todo demasiado teatral.
Tampoco es que importe mucho (hay azotea, calle, taxi, algún otro instante que da aire a los confinados), porque se trata de un duelo de actores tirándose verdades empresariales a la cara, alternando cerebro y tripas con exhibición de registros cuando toca, y carácter bien trazado y sostenido si el guión se lo pide.
Ver cómo los socios van haciendo grupo frente a las debilidades de cada uno de ellos, ante la mirada listísima del mediador Manuel Morón, es el lujo que la película da al espectador. Todo cercano, entendible y pestilente: La inconsciencia del tener frente a la responsabilidad de ser.
Poco importa el recurso algo fácil con el que se termina. Queda ese momentazo silencioso de Morón con su cigarrillo, que permite múltiples lecturas pesimistas.
Necesitamos más películas como ésta, sin esperar a que nos las produzca Netflix.
te has abonado a Netflix, que te conozco.
ResponderEliminarLa película está bien, eso sí.