La historia de Los 33, otros tantos mineros chilenos que se quedaron atrapados en 2010 en un pozo de Atacama y mantuvieron en vilo a todo el planeta no es, por lo visto, gancho suficiente para que el mercado de habla hispana levante toda la pasta y la película se ruede en castellano. Ni siquiera una historia de este calibre hace pensar a los inversores que el idioma de los protagonistas merece conservarse y que el público puede responder a la película filmada en español, con el acento que corresponde, el de Chile.
Así las cosas, se arranca de un extraño punto de partida al reunir a un casting de actores españoles e iberoamericanos (o estadounidenses de ascendencia latina), para dar el tono "racial" idóneo y luego ponerlos a hablar en inglés. Es como si reuniésemos un grupo de actores y actrices estadounidenses para rodar Apolo 13 y, una vez contratados, interpretasen el guión en español con acento gringo: un sindios.
Aún así, la película merece estrenarse en cualquier parte (en España aún no lo ha hecho) y tener algo de suerte en taquilla. No es una película maravillosa, porque la historia real es demasiado potente para una directora de talento estándar y un guión convencional, aunque solvente.
Las familias aprietan arriba mientras los 33 lo pasan jodido abajo y Antonio Banderas asume con desparpajo el liderazgo, por personaje y por fama personal. Varias pinceladas de humor, unos momentos oníricos que aguantan por su inteligente desenlace, buena recreación del derrumbe y los sucesivos taladros entrando en la montaña, momentos de emoción pura mezclados con otros algo impostados (la banda sonora debió ser mejor),... Todo bien, ya digo, algo lastrado por el tamaño de la historia real que a buen seguro tuvo una profundidad humana y social muchísimo mayor.
Cuando el cine no cuenta historias más grandes que la vida, sino que las adapta de ella, vienen los problemas, no digamos hoy que los directores de fuste son escasos y en EE UU no están para estos proyectos. Así que la humanidad, el heroísmo, las miserias de unos y de otros, los parlamentos afortunados, las relaciones esbozadas, se racionan como las latas de comida que tenían los mineros en su refugio y saben a poco.
Me quedo con dos detalles que elevan la película hasta donde pudo llegar: la intoxicación evidente que produce en la fraternidad minera en apuros la conexión con el mundo exterior, y el momento en el que una de las mujeres canta Gracias a la vida, una de las canciones más bonitas que Latinoamérica le ha dado al mundo.
Desde Chile, totalmente de acuerdo en lo del idioma. parece que en cuanto hay que gastarse mucha plata, tienen que venir otros a jugársela. Como con las perforadoras.
ResponderEliminarLa acabo de ver en tv y en efecto esta llena de defectos de todos los colores, pero se deja ver muy bien, porque la historia es tan potente que difícil es que no interese y emocione. Lo que podría haber sido en manos de otro equipo¡¡¡
ResponderEliminarEn caulquier caso es surrealista una vez mas que no se estrene en España.