martes, 4 de mayo de 2010

Irrepetibles: Blade Runner


Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión..., he visto rayos D brillar en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos... esos momentos... se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia... Es hora de morir...

¿Sueñan los androides con hacer películas?
Los cinéfilos más avanzados - es decir, la versión Nexus 6 de cinéfilos - coinciden en establecer tres películas clave en la progresión narrativa del séptimo arte según Hollywood: La primera, El nacimiento de una nación, donde el cine se demostró capaz de contar historias espectaculares. La segunda, Ciudadano Kane, donde exhibió sus aptitudes para construir historias complejas. Y la tercera, Blade Runner, donde pulverizó todas las marcas y consiguió filmar historias realmente intemporales.

Acababan de empezar los ochenta, la penúltima y más lujosa década del atroz siglo XX, pero el milagro pudo haber sucedido hoy o en el año 2019. Ridley Scott, el primero de los directores publicitarios que coparían la industria del cine desde entonces con desigual resultado, escogió una novela mítica de la ciencia ficción escrita por Philip K. Dick y la trasladó a la pantalla. Aunque el estudio no consideraba el proyecto demasiado comercial, Scott tenía fundadas razones para llevarlo a cabo: contaba con Harrison Ford, el actor más taquillero de todos los tiempos, con la hermosa Sean Young en estado de gracia, con Rutger Hauer en su versión más elegante y sideral, con la joven Daryl Hannah, el camaleónico Edward James Olmos y unos cuantos secundarios infalibles. Y además, un guión conciso como la buena poesía; un escenario prodigioso, la ciudad de Los Ángeles del 2019, gótico y postmoderno, nocturno, lluvioso y abigarrado como nunca antes se había visto; un equipo artístico inspiradísimo liderado por Syd Mead y Douglas Trumbull, que diseñaría -entre otras muchas joyas- los paraguas luminosos, las gabardinas transparentes y el inolvidable anuncio de Coca-Cola, esa pócima inmortal. Pero, sobre todo, Ridley Scott tenía lo imprescindible: su talento intacto.

El argumento ya es patrimonio de la Humanidad: “A principios del siglo XXI, la Tyrrell Corporation desarrolló un nuevo tipo de robot llamado Nexus. Un ser virtualmente idéntico al hombre y conocido como Replicante. Los Replicantes Nexus 6 eran superiores en fuerza y agilidad y al menos iguales en inteligencia a los ingenieros genéticos que los crearon. En el espacio exterior, los Replicantes fueron usados como trabajadores esclavos en la arriesgada exploración y colonización de otros planetas. Después de la sangrienta rebelión de un equipo de Nexus en una colonia sideral, los Replicantes fueron declarados proscritos en la Tierra bajo pena de muerte. Brigadas de policías especiales con el nombre de Blade Runners tenían orden de tirar a matar al ver a cualquier Replicante invasor. A esto no se le llamó ejecución. Se le llamó retiro”.

A partir de aquí, Rick Deckard inicia a regañadientes la persecución de cuatro Nexus 6 que han llegado a los Ángeles para conocer a su creador. Leon Cowalsky, el primero en sufrir el test de Voigt-Kampff; la pelirroja Zhora de pechos perfectos, encantadora de serpientes artificiales; Roy Batty (Rutger Hauer), “ejemplar de combate, autosuficiencia óptima, probablemente el jefe”; y su compañera Pris (Daryl Hannah), “el modelo básico de placer”. Cuatro “pellejudos” vagando por una ciudad en ebullición donde cada ser humano -si alguno queda- sueña con largarse a las colonias del mundo exterior, mientras ellos buscan recuerdos, respuestas, compasión o venganza, demostrando más humanidad que quienes les dieron vida.

Deckard les sigue los pasos y va descubriéndolos uno a uno, vigilado por Gaff - Edward James Olmos-, otro Blade Runner que habla en 20 idiomas y construye figuritas de papel. Su investigación es un viaje sin retorno hacia la verdad. La de si mismo y la del tiempo que le ha tocado vivir. Por el camino, analiza escamas y fotografías, come tallarines, sufre palizas y se enamora de Rachael, hermosa, eficiente... y Replicante.

Al fin, encuentra a Roy y se enfrenta con él a vida o muerte. La historia extraoficial cuenta que los actores no se entendieron, hasta el extremo de que Harrison no estuvo presente para dar la réplica a Rutger Hauer en la escena de su agonía. Gracias a este desplante, surgió uno de los monólogos más hermosos de la historia del cine. Una improvisación que Hauer propuso a Scott para robarle protagonismo a su oponente. La rúbrica la puso el vuelo de una paloma.
Quién haya leído ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, la novela de Philip K. Dick en la que se basa Blade Runner, se hará la misma pregunta que nosotros: aquella paloma... ¿era obra de la Naturaleza o de la Tyrrell Corporation?

Versiones de una obra maestra.
La versión del director, comercializada veinte años después, difería en tres aspectos de la primera y modificaba notablemente el resultado. En primer lugar, eliminaba la voz en off de Deckard. Las reflexiones apuntadas por el protagonista imprimían a la narración un sabor inequívoco a cine negro que contrastaba –a mi juicio brillantemente- con el escenario futurista del argumento. Pero además, resolvían cualquier incógnita que pudiera distraer al espectador y, sobre todo, suavizaban las acciones del Blade Runner dotándolo de conciencia. Algo que iba en contra de la visión de Scott. El segundo cambio del director se producía al incluir una secuencia nueva estrechamente relacionada con el desenlace. En ella, Deckard soñaba con un unicornio. De este modo, al recoger a Rachael de su piso y encontrar el último monigote de papel abandonado en el rellano, no sólo descubría que Gaff estuvo allí. Comprendía además que él mismo era un Replicante, pues la figura de papel era la de un unicornio. ¿Y cómo podía nadie saber qué soñaba Deckard, salvo que la Tyrrell Corporation estableciese de antemano los sueños posibles de sus robots, como lo hacía con sus recuerdos? El tercer cambio, lógicamente, consistía en eliminar el final abierto (y razonablemente feliz) en el que Rachael y Deckard escapaban libres, dispuestos a compartir el tiempo que les quedase de vida: “Yo no sabía cuánto tiempo estaríamos juntos. ¿Quién lo sabe?”.

De este modo, Ridley Scott apostaba por una película distinta, que reservaba su mejor carta para un desenlace sorpresivo pero coherente, más acorde con el espíritu de la novela original, más desesperanzado, más terrible. Ahora, los ejercicios de papiroflexia de Edward James Olmos adquirían su verdadero significado - aunque, a decir verdad, habían funcionado bastante bien en la primera versión como simple gag - y la ausencia de reflexiones morales en off por parte del protagonista cobraba también sentido, porque los androides carecen de la capacidad para apreciar la existencia o la desaparición de otro ser, salvo la de aquellos que pertenecen a su propia especie. Aquellos por los que llora Roy y aquellos a los que es capaz de salvar, mientras Deckard, que no tiene la certeza de que los Replicantes son su propia gente hasta el final de la película, lamenta inconscientemente su eliminación.

En definitiva, la versión del estudio es la historia de un ser humano que se resigna a buscar la felicidad siguiendo las reglas de un mundo dominado por la ingeniería genética. Mientras que en la versión de Scott, Blade Runner es la historia de un mundo en el que la felicidad misma se ha convertido en ingeniería genética. Y por eso su representación se parece tanto a la desdicha.


4 comentarios:

  1. Madre mía, ¡qué contenta me he puesto al ver la entrada!, he recordado con morriña la conversación que tuvimos sobre esta película, hasta el detalle de los paraguas, bueno, bueno, ¡qué bárbaro!. En algún artículo he visto que estaba considerada como la mejor película de ciencia ficción de la historia. No sé si será la mejor, pero desde luego, para mi resulta muy, muy especial. La estética, la historia, los personajes, las miradas, la música….el canto a la VIDA por excelencia, ya sea humana, como de animales, la soledad, los sentimientos, … los recuerdos, las dudas existenciales, el amor-odio al Creador. Tengo que confesar que primero vi la película y luego he leído el libro. Creo, que hubiera sido mejor al revés, así hubiera comprendido mejor muchos detalles que están en el film, y que luego en las siguientes revisiones he podido apreciar mucho mejor. Simplemente el test, del principio, la serpiente , la lechuza, porque la pregunta y respuesta, de “por su cumpleaños le regalan una billetera de piel…..no la aceptaría.” ¡Qué bonita música al piano! Los recuerdos, qué importantes son, qué terror pasamos cuando no nos acordamos de “algo” ¿verdad?, realmente ¿qué somos?¿de qué estamos formados? Y, si perdemos los recuerdos, ¿qué nos queda? ¡Qué curioso que sea un replicante el que nos muestre la belleza de la vida!

    ¡Qué bonitas fotografías!

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  2. no suelo hacer comentarios en los blogs que visito, pero hoy voy a hacer una excepción porque has escrito sobre una de mis películas favoritas, y he disfrutado mucho repasándola mentalmente mientras leía. Intemporal, como dices en el título, y para mí una de las historias más románticas de la historia del cine, entendiendo el romanticismo en toda la amplitud del término, una historia de amor imposible donde los malos lo único que quieren es vivir más.

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  3. Enamorada de esta película, ahora me has producido ganas de volverla a ver y tener una increible sensación estética. Benditos replicantes que tanto me aportan para mis trabajos filosóficos. Increible banda sonora que me acompaña en mis mejores momentos. Me sorprende que no hagas referencia a ella...
    Tendré que verme la versión del director. aunque creo que me gustan más los finales abiertos y con una chispa de felicidad. No puedo evitarlo.

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  4. Mira lo que tiene Blade Runner que hasta las personas que no escriben nunca, no pueden evitar participar. Me ha gustado lo que ha puesto Anónimo, yo le animaría, desde aquí, a que interviniera más. Da gusto ver estos comentarios donde una se siente identificada.

    No sé si este es el sitio correcto pero cómo esta vez no has querido recordarnos públicamente el evento de ayer, pues, decirte que me encantó la presentación del libro. Si escribiendo eres de dardo certero, en persona tienes el verbo fácil y el gesto espontáneo y muy acertado. Con Alberto se os nota la complicidad, y el cariño mutuo que os tenéis. Nos lo pusisteis muy fácil y cómodo para los que estábamos enfrente, fue muy agradable.

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