domingo, 25 de octubre de 2009

Si la cosa funciona


Yo creo que eso mismo debió pensar Woody Allen cuando rescató este guión que, por lo que he oído, tenía ya escrito en los años 70. Lo descubriría en el cajón de una mesa arrumbada en el sótano y después de echarle un ojo decidió hacerla: Si la cosa funciona…

Y la verdad es que sí funciona. La peli es muy divertida, porque todas las obsesiones, las fobias y los tics de Allen están presentes, metidos en unos diálogos brillantes que son marca de la casa. El problema viene también de ahí, porque todo suena un poco visto: que el protagonista sea mayor, tirando a misántropo, hipocondríaco perdido… Que haya una jovencita aparentemente tonta, cuando en realidad es poco instruida, pero más lista que el hambre. Los ambientes parodiados de la clase alta intelectual de Nueva York, el ego en primer plano del protagonista, los amigos de café…

En fin, son los recursos habituales de las comedias newyorkinas de Allen. Afortunadamente, varios personajes con los que no contabas van apareciendo en la película en los momentos justos y, aunque la poca verosimilitud que queda en la historia se hace añicos, el conjunto gana en cachondeo una barbaridad.

Los seguidores de Woody la disfrutarán porque es el regreso a sus claves más personales. Y los que no sean demasiado seguidores, pero les guste el discurso corrosivo y las chicas guapas, que también vayan a verla, porque están más cerca de Allen de lo que creen.

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