miércoles, 26 de diciembre de 2018

Bird box


Lo de Sandra Bullock tiene su mérito: Sigue a flote y en forma sin franquicia super-heroíca en la que meterse y con más de 50 primaveras en el lomo. Lo mismo ha hecho de pizpireta romántica, que de alcohólica jodida, que de pija adoptadora y futbolera, que de Harper Lee.

Este año se ha marcado dos triunfos: la ladrona lujosa de Ocean 8 (una película palomitera a más no poder, pero muy pegada a los tiempos como demuestra su éxito comercial) y Bird Box, la última distopía producida para Netflix.

En ésta, Sandra demuestra seguir en forma. Ya las pasaba negras en Gravity, aquella tramposa maravilla espacial, pero aquí lo pasa casi peor: es una madre a la fuerza en un mundo en el que no se puede salir al exterior con los ojos abiertos.


La premisa es mejor que su desarrollo, pero un reparto sólido hace que los flashbacks de “cómo empezó todo” funcionen razonablemente, quizá mejor por no inventar dibujos, y Sandra se ocupa de la aventura en el río, con dos niños a su cargo, la venda puesta y un par de ovarios a prueba de dificultades temibles.

El final se abre a la esperanza sin pasarse. Éste es, en definitiva, un producto para la Bullock (creo que hasta ha ejercido de productora para asegurarse de ello), pero la veterana chica mona conserva su aura sin llevarlo más allá de lo aconsejable. Otras de su generación aún no se han quitado la venda de los ojos.


martes, 25 de diciembre de 2018

Feliz Navidad


Por poco no llego. 
Estaba viendo la película navideña que hay que ver. 
72 años imbatible. 

domingo, 23 de diciembre de 2018

Barbaridades navideñas


En estas fechas tan señaladas… y no sigamos, que voy a parecer el rey emérito. La tele sigue mandando en Navidad, a pesar de que hierva el whatsapp con memes festivos o correosos, continúen los bochornetes gubernativos y la lotería y sus ya tradicionales coñas arrojen un 99% de resacas perdedoras.

Netflix lo sabe, y estrena películas muy del momento. Las que no son del momento que también estrena (Roma o Bird box) son notables, pero ¡ay! la Navidad televisiva, qué cosas nos regala por el tubo catódico (por volver al tono regio).

Crónicas de Navidad y Mowgli son las dos lindezas Netflix del momentazo “yingelbels”. No merecen comentarios separados, la de Santa Claus tiene como mérito que al viejo bonachón del trineo lo encarne Kurt Russell y su blanca y saludable melena. La de Mowgli, que dirige los mandos (y bien que se nota), el actor más prolífico de esta época de croma, captura de movimientos y ordenata: Andy Serkis, el que encarnó en su día a Gollum y al simio César, e hizo no sé qué papeles en las últimas de Starwars y Marvel. A este hombre le visten de investigador victoriano o padre de familia de barrio residencial y para mí que se bloquea.


Lo de las Crónicas da bastante igual, sólo funciona mínimamente si no tienes más de siete años. Reiterativa, tontorrona, topiquera,… en fin. Lo de Mowgli no pasa del prodigio técnico y un niño con buena pinta de hindú. Ambas películas son innecesarias, como innecesario es tener el televisor encendido demasiado tiempo. Tanto anuncio alertando del exceso de smartphones en reuniones familiares y de la tele ni pío.

Para encender el televisor y ver una película navideña que te bañe el alma, ya os diré mañana.

sábado, 22 de diciembre de 2018

Desenterrando Sad Hill


Este documental no redescubre un formato: redescubre un cementerio. Es así de raro y entrañable, un cementerio con 5.000 tumbas vacías en el que se batirían para la eternidad Clint Eastwood, Eli Wallach y Lee Van Cleef, durante el desenlace de El bueno, el feo y el malo, de Sergio Leone.

Rodada la original en 1966, cerrando la trilogía del hombre del poncho, contó con la banda sonora de Morricone y se rodó en Almería y Burgos. De ahí nace el documental, del paso por España de aquel revuelto de idiomas y talentos a los que se sumó la figuración autóctona, el ejército y el sursum korda. Y de rescatar el decorado del cementerio de Sad Hill, en el campo burgalés, de manos de un puñado de admiradores de la película.

Estos ejercicios de nostalgia bien documentada no necesitan flores, sólo buenos intervinientes, pudor y emoción. Desenterrando Sad Hill tiene de todo ello: Salen los artífices de la iniciativa cinéfila, excavando como arqueólogos el terreno, clavando cruces como sepultureros y hablando a cámara con un friquismo digno de respeto, aunque suene a contradicción.

Pero además, hablan para los espectadores del documental el maestro de compositores Ennio Morricone, el viejo director artístico Carlo Leva, el italianísimo Eugenio Alabiso (montador del film), sale el fan James Hetfield (vocalista de Metallica), sale Alex de la Iglesia, sale el escritor cinematográfico Christopher Frayling (una eminencia en los westerns de Leone),… sale el Clint Eastwood actual hablando de su película de ayer y apoyando la iniciativa de hoy.

El documental le da a cada paso del proceso (idea, rescate, celebración), el tiempo justo. Ya digo, no inventa nada, pero es que ni falta que le hace. Cuando acaba, tienes ganas de poner El bueno, el feo y el malo en DVD.

Sí, el DVD, otra cosa que va camino de ser reliquia. Aunque siempre queda la memoria, ya sabes: “El mundo se divide en dos categorías: los que tienen el revólver cargado y los que cavan. Tú cavas”.


martes, 18 de diciembre de 2018

Sondra



Sondra Locke, que acaba de morir en medio del revuelo mediático de las nominaciones al Oscar (ni en eso ha tenido suerte), debía tenerlos bien puestos y le salió caro. 

Su debut en 1968 (El corazón es un cazador solitario), con nominación al Oscar como mejor actriz, prometía muchas mieles. Pero después de apuntarse a la película de culto La rebelión de las ratas y varias series muy de los 70 (Kun FúEl planeta de los simios), se cruzó con Eastwood y selló su destino artístico y vital.

Aquella relación le permitió una década de buenos trabajos, pero cuando se torció la cosa, Hollywood demostró a quién prefería sin pestañear y Sondra penó entre juzgados, películas reguleras y un intento de reciclaje en directora que no le funcionó.

Era una rubia con cierto punto de pija frágil y rescatable. Clint lo vio enseguida y le buscaba papeles que clavó sin despeinarse apenas.

Jamás quedará claro cuántos de los sapos que lanzó sobre el genio californiano tenían algo de verdad, si Clint aguantó de sobra o si ambos tenían razón o mentían al unísono tanto como se revolcaron. Hoy, con los movimientos que intentar cobrar todas las cuentas en activo, Sondra hubiera tenido posibilidades para hacer puré a Eastwood, aunque el tipo siempre ha lucido granítico.

En fin, ya nunca sabremos si Sondra Locke valía para mucho más, pero nos quedan sus inspirados trabajos en Bronco Billy, Impacto súbito o Ruta suicida.

Buen viaje, rubia.


David en el primer corte de los Oscar


Como era de esperar y al primer filtro, ese que deja una pre-lista de nominaciones al Oscar por película extranjera en diez títulos o menos (este año, nueve), la película española Campeones se ha caído de la competición.  

Estamos en el año de Cold War y Roma, aparte de la propuesta colombiana Pájaros de verano, que también tiene opciones, seguida de las películas presentadas por Alemania, Dinamarca, Japón  o Corea del Sur (cuatro pesos pesados) y los meritorios trabajos procedentes de Líbano y Kazajistán (olé por ellos), que difícilmente se estrenarán aquí, salvo que alguno dé la sorpresa y gane.

Campeones es una película "buenrollera" a más no poder, de las que sienta bien al humor y hasta al alma (de ahí su éxito en nuestra taquilla nacional), pero sus opciones en esta competición californiana, feroz de calidad y contactos, eran prácticamente nulas. Ha llegado todo lo lejos que en su mano estaba y esperemos que la Academia de Cine a la hora de repartir Goyas lo entienda así, porque los premios cinematográficos se consolidan con apuestas más contundentes.  



Entretanto, Rodrigo Sorogoyen ha hecho un doblete fascinante en su último año: no sólo ha filmado El Reino, un excelente largometraje que también opta a todo en los Goya y sería un justo ganador, sino que aún le ha dado tiempo a levantar el cortometraje Madre, que sí se mantiene aún en la carrera hacia los Oscars (quedan diez en liza antes del último corte, ese que te lleva a la ceremonia para ganar o perder en directo).

Madre es un cortometraje brutal, sencillo y fascinante, un ejercicio milimétrico de guión, puesta en escena, movimiento de cámara e interpretación. Podría ser el principio de un largo (creo incluso que éste se va a hacer), aunque no acierto a imaginar qué vendría luego capaz de estar a la altura de semejante planteamiento. En poco más de 15 minutos, Sorogoyen provoca un efecto mazazo de 24 kilates. La angustia es creciente en los personajes y en el espectador hasta hacerse casi insoportable. Sólo queda la grieta de un final no explícito para escapar pensando que las cosas van a enderezarse, que los personajes fuera de campo resolverán la alarma, al fin injustificada. Deseas que sea así, con más fuerza incluso que Sorogoyen llegar hasta la final del Oscar.

Creo que es muy probable que este director esté sentado en la platea en esa noche futura. Que recoja o no estatuilla, es tan incierto como el final fuera de campo de Madre.