La conocí en Barcelona, la misma noche que a Marsé. Era una fiestera perfecta, guapa, desenvuelta y brillante. Luego volvimos a coincidir en la presentación de uno de los últimos Carvalho, El premio de Vázquez Montalbán.
Me reconoció, hizo las presentaciones y reímos un rato. Sabía estar con los grandes, incluso compartirlos con espontaneidad desarmante. No tardó ella misma en alcanzar cotas de talento literario altísimas.
A partir de entonces, nos encontramos en sucesivas Ferias del Libro. En casi todas me firmaba ella, haciendo bromas sobre el paso del tiempo ("para Fernando que ha ganado un bigote y ha perdido el aspecto de buen chico"), o sobre el momento en el que fuese yo quien le firmase un libro.
Finalmente, una vez me vio dentro de una caseta. Había terminado su turno, pero se acercó, cogió un ejemplar de Circo de Fieras y pidió que se lo firmara. Me conmovió aquello, como demostración de que no sólo gastaba buena memoria, sino que era fiel a ella.
En fin, la Grandes me caía muy bien, además de todo lo que leí y disfruté de su obra. Su fallecimiento es una gran pérdida para nuestras letras y un pellizco de pena personal.
Buen viaje Almudena, ya tengo el bigote prácticamente blanco.
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