Ridley Scott sigue imparable pese a la edad, con ésta recién estrenada y otra sobre el imperio GUCCI anunciándose. 83 añitos tiene ya el pelirrojo. Hollywood tal y como lo hemos conocido (y visto declinar), vive de media docena de ancianos listos como el hambre y buenos cineastas: Scorsese, Allen, Eastwood, Spielberg o Scott no parecen tener relevo. Cameron, algo más joven, está demasiado cerca de la filosofía marvelita y "gamer" que lo ha emponzoñado todo.
No es que los espectáculos de poder y apocalípsis se hayan convertido en un género exitoso dentro de la industria, es que se han convertido en la industria misma, casi en su totalidad. Apenas unos cuantos talentosos cincuentones siguen tras la estela de las viejas glorias, haciendo cine sin chroma, sobre seres humanos corrientes que habitan el planeta Tierra. Los demás ruedan o ambicionan su propia saga a tope de power.
Así que aquí hasta el título de El último duelo suena premonitorio. Pero ni siquiera Scott y su talento pueden sobreponerse a los guiones irregulares que corren por los despachos. Éste tiene pinta de haberse vendido especialmente como el regreso de la pareja Dammon-Affleck a la tecla, con el plus de ese discurso, cansino de tan dominante, en el que la mujer atesora todo el talento y sufre todas las vejaciones, mientras los machos de la manada topetean sin ton ni son. Lo del rey papanatas y sadiquito es un estándar que asentó Juego de Tronos con Lannister jovenzuelo y hasta hoy.
En fin, que muy bien las batallas, el duelo final, las fortalezas, los fríos, las mugres y los ropajes. Todo eso, en manos del maestro de las super-producciones de época va como un tiro. Pero no tanto las reiteraciones en la puesta en escena, el punto de vista del segundo personaje (mezcla poco convincente de los otros dos) y varios deslices de guión indignos de este presupuesto: Un testimonio evidentísimo que no se solicita en el juicio y un cambio de foco en el terreno de la culpa que carece de justificación y la mujer no rechaza, con lo fácil que resultaría.
Por no hablar de la innecesaria aclaración de cual de las tres versiones de los hechos es la verdadera. Con todo, dirige Scott, así que es entretenidísima. Y la mujer queda liberada de mastuerzos. Misión cumplida.
En una cosa estamos de acuerdo: la segunda versión de la verdad no es muy creíble, el personaje hubiese sido mucho más indulgente consigo mismo, para quedar a su propio criterio en mejor lugar. Es el cortesano arribista, encaja poco que se vea a sí mismo como lo hace.
ResponderEliminarPor lo demás, me encanta la peli. Saludos
Hola, chavala.
ResponderEliminarSí, Scott sabe currar.