jueves, 4 de mayo de 2017

Dos modos de ser autor: Julieta y El Olivo


Ser “autor” es algo que en España parece a menudo sospechoso de petulancia o prepotencia. Cuando todos sabemos que la mayoría de autores no tienen dónde caerse muertos. Supongo que, parafraseando a Fernán Gómez, no se conoce gente en España con vocación de autor, sino de autor de éxito.

Almodóvar y Bollaín son dos autores de éxito, cada cual a su manera. El manchego lleva unos años a la deriva, por asuntos varios (cinematográficos y de los otros), pero su caja internacional no tiene comparación en la mayor parte de la industria del cine (española, si la hay, y mundial). La pelirroja Bollaín no llega a tanto, pero es la directora más solvente de por aquí y sus películas, con más o menos acierto y repercusión, siempre interesan.

Veamos cómo les ha ido a cada uno con la última, en mi opinión:


Julieta

Llevo mucho tiempo tratando de decidir si lo que he presenciado es una obra depurada y sentimental o un precioso frasco vacío. Almodóvar vive ensimismado porque no puede ya vivir de otro modo, eso salta a la vista. Sus personajes sufrientes, más literarios que los que cocinaba a pie de calle, son reales gracias a un casting que nadie más se puede permitir, y su gusto por el color, la decoración, el arte y la lectura es de agradecer, pero alambica el envoltorio y nos distancia cada vez más de su autenticidad. Todo esto parece inevitable, pero Almodóvar debiera tener talento sobrado para evitarlo. Cada personaje, por sí sólo, me parece cinematográficamente afortunado, pero  no terminan de encajarme en sus conexiones, motivos y secretos. Julieta es como es, enigmática, doliente, un poco innecesaria. Pero el talento sigue ahí, bajo capas y capas de autocomplacencia y peloteo (que rima con Deseo). Es el precio del éxito. 

Y un misterio a título personal: ¿si esta película hubiese precedido a  Los abrazos rotos, La piel que habito y Los amantes pasajeros, me hubiera parecido mejor? Frente a ellas, lo es de largo. Frente a las precedentes, creo que no desentona pero tampoco brilla.


El Olivo

La pelirroja sabe lo que es acertar hasta el desborde (Te doy mis ojos) y patinar por pudor (Mataharis), tener olfato (Flores de otro mundo) y pasarse de frenada (También la lluvia). Aunque con todas aparenta partir de una premisa que Almodóvar parece haber olvidado: Mejor que intentar una y otra vez la obra maestra, procura hacer una buena película.

El Olivo lo es: sencilla, bien contada, con su punto reivindicativo marca de la casa (lo menos importante del relato), y un pulso de hierro para las tiranteces del vínculo familiar. Hay paisaje a vista de pájaro, países lejanos, escenarios adecuados,… En fin: medios razonables, pero no se notan, funcionan al servicio de ese trío metido en el camión y ese abuelo silencioso, viudo de árboles milenarios y sagrados. (La joven protagonista es una flor de otro mundo).


1 comentario:

  1. Spielberg también debe tener mucho pelota alrededor, porque nadie le dice que la llamita de Lincoln es una cagada

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