Cada vez con más frecuencia recuerdo aquella escena de Stardust Memories en la que le preguntaban al director de cine que encarnaba Woody Allen si la escena del intercambio de cerebros era un homenaje a Frankenstein y él respondía "no, no, nos limitamos a robar la idea". Sé que esta sensación recurrente tiene relación directa con el número de películas vistas y sólo aflojará cuando mi memoria afloje. Pero esa es la clave de la mayor parte del cine de animación actual, que bebe (y a veces se emborracha) del cine convencional más conocido para introducir guiños en sus argumentos o reutilizarlos frente a un público infantil de memoria limitada: el homenaje/robo.
Supongo que un buen resultado puede servir de atenuante. Y Rango da resultado, gracias a un trabajo técnico de primera, una galería de personajes rica y lograda y un argumento elástico en el que se van encajando las ideas "robadas" para fundirlas a la película con la habilidad de un camaleón.
Pero como sucede con Enredado, al imponente acabado técnico y artístico y el razonable ritmo narrativo le falta eso que hoy sólo tiene Pixar: el "toque". Lo más parecido al toque Lubistch que tenemos este siglo, en cine animado y en cine de imagen real. En definitiva, un rango superior.
Supongo que un buen resultado puede servir de atenuante. Y Rango da resultado, gracias a un trabajo técnico de primera, una galería de personajes rica y lograda y un argumento elástico en el que se van encajando las ideas "robadas" para fundirlas a la película con la habilidad de un camaleón.
Pero como sucede con Enredado, al imponente acabado técnico y artístico y el razonable ritmo narrativo le falta eso que hoy sólo tiene Pixar: el "toque". Lo más parecido al toque Lubistch que tenemos este siglo, en cine animado y en cine de imagen real. En definitiva, un rango superior.
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