sábado, 29 de enero de 2011

The Fighter: ¿por qué no en plural?


Un boxeador sin suerte al que se le acaba el tiempo, un tipo difícil pero eminente en su rincón del cuadrilátero, una madre coraje que se equivoca por amor, una novia camarera con las ideas claras y mucha pegada verbal, una remontada imprevista, un último combate…

Supongo que nos va sonando. Pues ese es una vez más el resumen de esta enésima peli sobre boxeo, superación personal y familia que acaba de descolgarse en la cartelera y que compite por los Oscars de un año creativamente flojo en el cine norteamericano (en taquilla ha noqueado a todos los demás, como siempre).

The Fighter no cuenta a priori nada nuevo, ni lo hace de forma distinta: Presentación de personajes y caracteres, estampas de bar, mesa de la cocina y calles del extra-radio, y escenas de conflicto entre combate y combate hasta llegar al decisivo, que todo el mundo puede imaginar cómo termina sin necesidad de ser muy imaginativo, caramba.

Pero hay un elemento que marca la diferencia: aquí hay dos luchadores, no uno. Mark Wahlberg y Cristian Bale, Micky y Dicky, son dos hermanos nacidos en Lowell que luchan por ser lo que siempre ha querido América para sus hijos, la ciudad que les vio nacer y no digamos su madre y manager: ganadores.

El hermano mayor, Dicky (Bale) rozó la gloria tumbando a Sugar Ray, pero como él mismo confiesa bajo los efectos del crack, lo consiguió demasiado pronto. El segundo, Micky (Walhberg), ha crecido a su sombra pero no le importa mientras eso les lleve a alguna parte. La película narra dicha búsqueda en paralelo de ambos hermanos. Qué parte es esa a la que se dirigen. Qué papel juega cada uno en ella. Cuánta autoestima se necesita para asumir las oportunidades perdidas y las nuevas oportunidades.

Es cierto que algunos tópicos son ya innecesarios si no contraproducentes (¿por qué la exmujer tiene que ser siempre un bicho y el último contrincante una mula parda sedienta de sangre?). Pero Bale, que tiene el Oscar al alcance de la mano, construye un personaje fenomenal que convierte esta película en otra cosa, sobre un relato ya contado en otras ocasiones por gente muy solvente. Mark le aguanta como puede el plano, como de hecho sucede con los personajes reales a los que encarnan. Y al final, un tarareo al salir hacia el ring descubre que se puede contar otra vez la misma historia y estremecer. Porque cuando los yankees (que diría Michaleen) se ponen a hacer buen cine, lo hacen cojonudamente bien.

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