sábado, 17 de agosto de 2024

Gena Rowlands

Gena tuvo mucho aguante. Supongo que ayuda nacer en Madison, Wisconsin, tener una madre de Arkansas y pasar la adolescencia en Milwaukee en los años cuarenta. Todo tan cinematográficamente norteamericano.

A los 24 se casó con John Casavettes, ese tipo raro, actor-director cuando nadie era ambas cosas, al que Garci ubicaba entre Godard y Bogart. Con él en la batuta y a veces en los repartos Gena hizo muchos de sus grandes papeles para el cine, en mi opinión Una mujer bajo la influencia, Opening night y Gloria sobre todos los demás, que fueron muchos y excelentes.

Cuando se hizo mayor y viuda, le pasó un poco lo que a la Bacall: empezaron a llamarla para dar empaque a señoras con pasado, agallas y arrugas bien llevadas. Paradójicamente, fueron esas secundarias lujosas por las que el gran público empezó a reconocerla, convirtiéndola en una presencia agradecida, donde su sapiencia y atractivo se atemperaban por obra y gracia de la edad, frente a la mujer-furia que había encarnado de joven.

Gena Rowlands, como cualquier gran actriz que se precie, fue muchas Genas y varias Rowlands distintas. En todas derrochaba talento y estilo, aunque ella muriese sin poder recordarlo. Lo haremos por ti, reina.  


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