Viaje al cuarto de una madre.
Es la de Celia Rico una película muy pequeñita, con recursos mínimos de los que se saca el máximo jugo, aprovechando con tino la elipsis, la información visual via whatsapp, los silencios elocuentes, la ausencia de música como subrayado de la soledad o la tristeza.
Uno se pone a pensar lo que haría "Goliat" con esto, las postales londinenses de la hija (con éxitos pop que las conviertan en videoclip), la banda sonora dramática de la madre sofocando el fuego doméstico, la final de bailarines de bolero apurada en directo (y ganada, claro)... En fin, Hollywod la convertiría sin despeinarse en una "feel good movie", que llegaría al catálogo de los respaldos de avión. La prefiero como es, con todas sus estrecheces convertidas en virtud, como las de las protagonistas, dos actrices descomunales, Lola Dueñas y Anna Castillo.
La fuente de las mujeres.
A Radu Mihăileanu nunca le salen del todo redondas, a veces por exceso de discurso sobre ideas ya suficientemente expuestas en imagen, o por estiramiento innecesario de los temas, o por demasiada subtrama o por dispersión alrededor de la premisa prinicipal. Su acierto es su debilidad, porque la premisa principal es siempre grande y sabrosa: el tren de falsos deportados para huir de los nazis, un nuevo concierto para la orquesta defenestrada por el comunismo soviético, una "huelga de amor" de las mujeres en un país musulmán indeterminado (probablemente Marruecos).
El plante de estas mujeres hartas de cargar el agua hasta sus casas desde un manantial de la montaña, es un excelente punto de partida. Permite hablar de tradiciones obsoletas, de la dejadez y la suspicacia de los hombres que mandan, de dinero y presiones, de celos, de maltrato, de fanatismo, de libertad. Desequilibrada como todas las de Radu, es interesante de principio a fin, cuenta con un par de personajes magníficos, ya talluditos, una pareja protagonista joven, hermosa y convincente, unos momentos musicales verdaderamente inspirados.
Te das una vuelta por la parrilla de acrobacias letales que preside las fiestas y ésta película con 12 años a la espalda se perfila rápido como una fuente fresca en la que beber.
El oficial y el espía.
Polanski luciendo músculo en esto de narrar claro, fuerte y clásico. Desde la primera imagen en la plaza de armas, cada fotograma parece gritar: "¿lo veis? se hace así".
Más cerebral que emocionante, el film tiene a unos malvados a los que desenmascarar y unos buenos con matices, menos unidimensionales. Pero todo sucede con esa fluidez y crédito que solo cineastas de la talla de Roman consiguen obtener sin que se note.
Eso sí: el oficial pesa más que el espía. Quizá por eso el bello epílogo corre a cargo solo de oficiales.
La quimera del oro.
Tenéis que verla o volverla a ver, lo demás es palabrería.
Debe seguir disponible en RTVE play. La pusieron el 26 de diciembre. Hay esperanza.
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