jueves, 23 de junio de 2022

José Luis Balbín


Querido fumador de pipa:

Fuiste Cine y fuiste Grande antes de Garci. Eras el tipo que ponía en televisión las películas imposibles de ver. Cuando empezaste a hacerlo, no había competencia, pero tampoco necesidad. Así era La Clave, ese debate de altura hoy inaudita, precedido siempre por un cine-primera clase al que las televisiones -incluyendo la pública- han renunciado por completo. 

Tu programa se metía en la madrugada de los viernes entre una cosa y otra, porque desde una película fascinante europea, japonesa, iberoamericana y hasta estadounidense, el grupo semanal de polemistas (de brillantez intelectual y discursiva apabullante), argumentaba sobre las abstracciones o realidades más fieramente humanas. Sus miembros lo hacían en multitud de ocasiones en un idioma desconocido que traducía una competente voz de mujer. La que desde entonces he asociado con la traducción simultánea (con perdón de Audrey en Charada). Todos ellos, según iban hablando, llevaban la razón aunque dijeran lo contrario del anterior y del próximo, en un ejercicio de manipulación oratoria permanente y talentoso, como de Bruto y Marco Antonio en la película de Mankiewicz.

Tú, entretanto, apenas reconducías las mínimas divagaciones, desatascabas silencios, abrías nuevos cauces discursivos o enfoques, vertías muy de cuando en cuando y con enorme brevedad tu parecer en aspectos mollares o irrelevantes. Siempre modesto, simpático y certero.

Te oí decir en una ocasión que tu fastuoso programa se suspendía cada vez que le pisaba el callo a alguien con suficiente poder para ordenar su final. Y que resucitaba al cabo de los años, de manos de algún romántico director de cadena, que prefería pensar que Balbín iba ya a cuidarse muy mucho de molestar al poder cuando tocase. Un error de juicio el del director aquel, claro. 


Hasta que no te dejaron regresar. Luego fueron las radios y las publicaciones las que se beneficiaron de tu talento. Pero en la pequeña pantalla, además de los debates, el cine de gran calado quedó huérfano. Fue Garci tiempo después quien recogió esa antorcha. 

A veces reviso alguna de las joyas que pasaste por TVE o Antena Tres: Sentencia para un espía, de Anthony Mann, Los olvidados, de Luis Buñuel, La semilla del diablo, de Roman Polanski, El último hurra, de John Ford, En el umbral de la vida, de Igmar Bergman, Eva al desnudo, de Mankiewicz, La hora final, de Stanley Kramer, Teléfono rojo ¿volamos hacia Moscú?, de Stanley Kubrick, Llanto por un bandido, de Carlos Saura, A sangre fría, de Richard Brooks, Siete ocasiones, de Buster Keaton, Plácido, de Luis García Berlanga, El pequeño salvaje, de François Truffaut, Testigo de cargo, de Billy Wilder, Stromboli, de Roberto Rossellini, Ladrón de bicicletas, de Vittorio De Sica, Calle Mayor, de Juan Antonio Bardem, El tercer hombre, de Carol Reed, Esta tierra es mía, de Jean Renoir, M, el vampiro de Düsseldorf, de Fritz Lang, Ninotchka, de Ernst Lubitsch, Horizontes lejanos, de Frank Capra, El espíritu de la colmena, de Víctor Erice, El puente, de Bernhard Wicki,... y tantas y tantas más. 

Muchas de ellas alumbran mi videoteca. Cuando las sacó del estante casi puedo oler el humo de aquella pipa. 

2 comentarios:

  1. ¡Qué grande era Balbín!
    Tiempo irrepetible aquel: Balbín, Soler Serrano, Rodríguez de la Fuente, Chicho Ibáñez, Jiménez del Oso... No sé si es queja manriqueña, pero creo que todo en la tv ha ido muy a peor.

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    1. y Miguel de la Quadra Salcedo, una generación realmente irrepetible

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